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La viuda de Chente y fans lloraron y rezaron al parejo

Sepultaron ayer al cantante en su rancho Los Tres Potrillos

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▲ Seguidores de El charro de Huentitán en el funeral.Foto Arturo Campos Cedillo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 14 de diciembre de 2021, p. 7

Guadalajara, Jal., Cuquita tenía que estar en primera fila, despierta hora tras hora, en el verdadero último concierto de Vicente Fernández.

Cómo no iba a hacer guardia María del Refugio para escuchar los sucesivos mariachis tocando el amplio repertorio de Chente, notas que no cesaron desde las cuatro de la tarde del domingo, cuando llegó el féretro con el cuerpo del cantante y se puso a disposición del pueblo, en el centro del escenario de la arena Vicente Fernández Gómez, entre arreglos florales, coronas, cristos, la Virgen de Guadalupe, rezos, luces e interminables aplausos.

María del Refugio Abarca Villaseñor, desde 1963 esposa del intérprete recién fallecido también aplaudió, lloró, rezó, veló y compartió su sentir con el de miles de personas que formaron filas interminables entre vallas, hasta llegar junto al féretro en la tarde, la noche, la madrugada, la mañana, entre domingo y lunes y tomarse la foto.

Constató el largo de las filas equivalentes a las formadas cuando murieron Jorge Negrete, Pedro Infante o Javier Solís, verdaderos grandes intérpretes de la música ranchera, a los que ahora se unió El charro de Huentitán.

Era, además, cumplir una encomienda, pues Chente dispuso que el pueblo fuera el invitado principal al velorio.

Mi casa es tu casa, como solía decir el cantante, como atestiguan miles de fotos que durante años se tomaron admiradores junto a él en el rancho Los Tres Potrillos, que mantenía siempre las puertas abiertas, donde también ordenó que fueran sepultados sus restos, acto que de inmediato convirtió al kilómetro 13 de la autopista Guadalajara a Chapala en nuevo punto de peregrinación.

Todo eso ya lo sabía y lo aceptó de antemano Cuquita; ella sólo pidió que fuera respetado para la familia el privilegio de decir adiós de forma privada al esposo, al padre, al abuelo.

Por eso también permaneció toda la velada en primera fila, despierta hora tras hora, porque al final sería muy poco lo que quedaría de tiempo antes de verlo entrar a su sepultura.

Gracias a todas las personas que estuvieron muy al pendiente de la salud de mi padre en Estados Unidos, México, el resto de América Latina, en España. Gracias a todos mis amigos; familiares; a los doctores que estuvieron atendiéndolo, que dieron hasta el final por tratar de que siguiera aquí con nosotros; que Dios los bendiga y viva Vicente para siempre. Un aplauso para mi madre, dijo Alejandro Fernández, minutos antes de que el ataúd fuera removido del escenario donde permaneció 24 horas.

Y volver, volver, volver

Rodeado el féretro por Cuquita, Gerardo, Vicente hijo y Alejandro; Este último comenzó a entonar la canción representativa de su papá, la que lo catapultó a la fama nacional primero e internacional después: “Este amor apasionado, anda todo alborotado…”

El coro fue absoluto. Las 7 mil personas que llenaban el foro, emocionadas, roncas a fuerza de cantar, siguieron las coplas que en la frase “Y volver, volver, volver…” hicieron retumbar el foro por el sentimiento. Era la última vez que Chente estaría presente cuando se entonaran.

Luego, Cuquita también agradeció la presencia del público, del pueblo mismo del que surgió el cantante, desde el cual construyó su leyenda iniciada cuando pegaba ladrillos y cantaba por monedas en cantinas del barrio de San Juan de Dios, hasta inflamar corazones y nostalgias en decenas de países con la potencia de sus falsetes.

A todas las personas que estuvieron pendientes, les mando mi bendición. Les doy las gracias y que Dios los cuide a todos, dijo la ahora viuda, con voz firme, pese a la tristeza y las muchas horas que se mantuvo sin dormir desde que el jueves pasado su Vicente entró a terapia intensiva.

¡Cuquita, Cuquita, Cuquita!, respondió la gente emocionada, reconociendo que era al revés: “Gracias a ti, Cuquita”, por haber permitido el paso al rancho a expresar su tristeza, porque aunque era su Vicente, también es el Chente de todos sus admiradores, sentimiento compartido como quedó demostrado con cientos de estampas de llanto y desolación de las casi 60 mil personas –según datos de Protección Civil Jalisco– que durante 24 horas estuvieron alternándose para acompañar al charro de Huentitán en su despedida.

La misa de cuerpo presente comenzó puntual a las 15 horas y fue, como todo el velorio, acompañada de música de mariachi.

Al finalizar la eucaristía y tras la última guardia de la familia, el féretro fue llevado en hombros por los tres potrillos y otros familiares, una última marcha que incluyó el paso por las caballerizas donde los animales alborotados corrían y relinchaban en los corrales, donde los caporales se quitaban el sombrero y lo alzaban al paso de la comitiva, hasta que el grupo llegó al jardín central del lugar, donde, ya sin cámaras y sin admiradores, dieron sepultura de forma privada al ídolo del pueblo.