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Los retos de la UNAM, en manos de la UNAM
E

n varias mañaneras, el Presidente de la República ha criticado severamente a la Universidad Nacional Autónoma de México. Inicialmente afirmó que nuestra máxima casa de estudios se volvió individualista y defensora de los proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros y profesionales para servir al pueblo y que, por tanto, ya no hay los economistas, sociólogos, politólogos y los abogados de antes.

Más tarde, planteó que la UNAM se derechizó en los últimos tiempos, junto con las demás, que fue sometida por el pensamiento neoliberal, y las facultades de ciencias sociales se llenaron de conservadores. Y hasta empezaron a querer cobrar colegiaturas. ¿Ese pensamiento de dónde surgió?, se preguntó: de la política neoliberal.

Escritores, intelectuales y académicos expresaron su inconformidad. López Obrador respondió: ¡No se enojen!, y abonó más a la polémica”: El movimiento de los jóvenes, del 132 ¿dónde surge? en la Ibero. ¿Dónde estaba la UNAM? El comentario parecía minimizar las aportaciones a la democracia de las históricas gestas universitarias, el 68 incluido, a lo largo del siglo XX.

La crítica al neoliberalismo, insistió, no surgió de sus aulas. Muchos académicos se dedicaron a legitimar la privatización. [Carlos] Salinas los coptó a casi todos, con honrosas excepciones, por lo que hacía falta una sacudida. Le atribuía a la UNAM la función que cumplieron centros educativos financiados por el gran capital y el Opus Dei, que formaron a los servidores públicos de perfil tecnócrata. Más adelante, expuso que el neoliberalismo, ideado por los organismos financieros internacionales, impuso las reformas estructurales, básicamente para privatizarlo todo.

En la quinta mañanera sobre la materia, criticó el manejo que se hace del presupuesto que recibe del gobierno federal y la necesidad de ventilar asuntos como el salario del actual rector, superior a los 200 mil pesos. No sabíamos si dedicaría la próxima a censurar a la UNAM por no tener un equipo de beisbol, su pasatiempo favorito.

El jueves pasado prometió no ahondar más, se mostró respetuoso de la autonomía y orgulloso de ser el primer mandatario egresado de la Facultad de Ciencias Políticas, donde también estudiaron dos de sus hijos, aunque recalcó que todas las instituciones requieren renovarse. Y con motivo del próximo cambio de rector, que nombra el Consejo Universitario, apuntó que la decisión la toma en realidad el grupo hegemónico que encabeza el doctor José Narro, que desde hace tiempo maneja la UNAM.

En 2018, el Presidente colmaba de elogios a su alma mater. Ahora le encuentra muchos defectos. Es verdad que, al lado de rectores capaces y dignos como Ignacio Chávez y Javier Barrios Sierra, los ha habido mediocres. Es cierto que en varias facultades hay grupos de poder y líderes sindicales eternizados en sus cargos.

Hiere atestiguar cómo un grupo contrario a la esencia de la UNAM ocupa desde 2000 el Auditorio Justo Sierra. O que vándalos, identificados por la policía de la ciudad y la federal, destruyan mobiliario y tomen recintos, y que narcomenudistas trafiquen droga a la luz del día y con total impunidad. Ofende que se ignoren las denuncias en contra que hacen las autoridades universitarias.

La UNAM no está exenta de problemas y carencias ni de funcionarios cuyo desempeño no ha sido óptimo, tal como los que tiene ahora el gobierno federal y que, en vez de servir, le hacen daño a la nación. La diferencia está en su patrimonio humano e institucional y en su aportación centenaria, que ha transformado a México.

La comunidad universitaria la integran más de 360 mil alumnos y miles de profesores y trabajadores. Genera casi la mitad de la investigación científica del país. Las decenas de miles de egresados de sus distintas facultades y sus institutos sin excepción, como los de Ciencias del Mar y Limnología, de la Atmósfera y Cambio Climático, y Geofísica, han sido claves para el crecimiento económico, técnico, científico y cultural y los avances en la salud pública del país.

Ejemplo de la libertad de cátedra y la discusión de las ideas, la UNAM tiene, debe y puede corregir lo que haga falta. Está en su raza y está en su espíritu. También, como lo ha hecho a lo largo de 111 años, detener los intentos del poder público que en numerosas ocasiones ha tratado de convertirla en su apéndice. La autonomía lograda en 1929 es intocable.