Opinión
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Josetxo, el redactor de lujo
N

o soy afecto a esas notas de recuerdo donde el autor acaba hablando más de sí mismo que del finado. Si hoy hago una excepción es porque creo tocar una faceta de Josetxo Zaldua no muy conocida por sus allegados y que tal vez hasta sorprenda a alguno.

Allá por los noventas era frecuente que la primera plana de La Jornada mostrara uno o dos resúmenes de las noticias principales, en vez de los acostumbrados sumarios, los cuales eran muy del gusto de la entonces subdirectora, Carmen Lira. La idea era condensar en pocas líneas la información más relevante de un tema, que en el interior se desplegaba en dos, tres o incluso más notas y crónicas de distinta extensión. Al mismo tiempo, el resumen debía hacer eco a los encabezados de la plana. Era, pues, una labor que requería capacidad de síntesis, destreza con las palabras, así como un gran olfato noticioso.

Por aquel entonces yo estaba encargado de cabecear la primera plana. Una tarde me llamó don Eduardo Huchim, coordinador de Edición, para informarme que íbamos a tener un redactor de lujo para los resúmenes. Al poco rato me presentó a un compañero de calva prominente, bien recortado bigote y amplia sonrisa.

Pronto supe que Josetxo Zaldua estaba recién llegado a la redacción después de su notable desempeño como corresponsal en Centroamérica y, en el ínterin hacia algún encargo a la altura de su talento y méritos, se le había pedido confeccionar los famosos resúmenes. Así, después de ver con don Eduardo o con la subdirectora el contenido de la plana, me reunía con Josetxo para explicarle cuál sería el sentido del texto y las notas en las que debería basarse. Él tomaba nota, se iba a darle a la tecla y en poco tiempo regresaba con la tarea hecha. Por lo regular, el resultado era impecable, pero hubo ocasiones en que le hacía alguna pequeña observación, que recibía siempre de buen talante, y en pocos minutos volvía con el párrafo corregido. A pesar de que me llevaba lustros de ventaja en experiencia, jamás tuvo un gesto que delatara molestia porque un desconocido sin trayectoria le hiciera correcciones.

Vino luego el cambio en el timón del periódico. Carmen Lira llegó a la dirección y Josetxo a la coordinación general de Edición. De nuevo nos encontramos, esta vez con los papeles cambiados. Sin embargo, la relación se mantuvo tan sencilla como antes, sólo dos compañeros poniéndose de acuerdo para sacar adelante la portada del periódico. Y si bien no siempre coincidíamos en algún enfoque, aceptaba el desacuerdo con su eterna sonrisa y no pocas veces llegó a modificar su perspectiva después de escucharme.

Aunque luego cambié de puesto, la relación se mantuvo igual por muchos años, cordial y fructífera. Puedo decir que el redactor de lujo tenía una cualidad idéntica: la humildad. Me siento muy agradecido de haber tenido oportunidad de conocerla.