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Autores zapotecos celebran su identidad madre

Los escritores Natalia Toledo, Manuel Matus y Jorge Magariño organizaron una mesa de diálogo por el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se conmemora hoy

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▲ La escritora Natalia Toledo dedicó un poema póstumo a su madre.Foto Captura de pantalla
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de agosto de 2021, p. 7

Los escritores Natalia Toledo, Manuel Matus y Jorge Magariño celebraron su matriz cultural en la mesa Presencia de los Escritores del Istmo de Tehuantepec, realizada este domingo en el contexto del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se conmemora cada 9 de agosto.

La poeta zapoteca Natalia Toledo inició su participación con el poema Los zapotecas: Busco en las nubes remotas / la escritura de los antepasados. / Amo el río de las nutrias, / el istmo y su hundimiento, los labios del mar y su saladura, / los ombligos y sus tumbas de jícara quebrada que se arrastran bajo tierra. / Tenemos raíces en las nubes, / pero ellas son fieles al viento.

Continuó con la lectura de otros textos poéticos, algunos inéditos, con los que reflexionó sobre su idea de la muerte, misma que sostiene su comunidad; sus ancestros; el idioma zapoteco, con la referencia a las onomatopeyas que fray Juan de Córdova recogió en el siglo XVI, y las sutilezas de su lengua.

Toledo declamó el poema que dedicó a su madre de manera póstuma: ¿Tomarás chocolate mientras te llamo? ¿Es cierto que nunca más te volveré a ver? Si la muerte me soñara, le pido que me sueñe contigo. Cuando la tierra estalle en añicos, el cielo abra su boca y abrace todo, tengo dos deseos para mis ojos: encontrar con tu risa eterna y tu hermosa cabellera negra.

En su participación en la charla y lectura de obra organizada por la Coordinación Nacional de Literatura, el narrador Manuel Matus destacó que florece una generación que ahora tenemos y disfrutamos, especialmente entre poetas; diría yo que están Natalia Toledo, Irma Pineda, Jorge Magariño, Víctor Terán y Esteban Ríos Cruz. Una pléyade que está en su juventud.

Sostuvo que en la literatura del istmo de Tehuantepec, tenemos escritores que vienen de una larga tradición entre las propias lenguas nuestras y el castellano. Nada más en la región del Istmo están el zapoteco, el huave, el chontal, el mixe y el zoque. En algunos de nuestros pueblos se pueden escuchar todas estas voces, aunque el zapoteco es predominante.

Leyó un fragmento de su novela El tren de las Bayunqueras, que, explica Matus, es un intento de hacer una narrativa desde el espíritu mismo del zapoteco, una celebración. Cuando comencé a escribirlo, el ferrocarril estaba prácticamente vendiéndose a pedazos; fue como una protesta.

Por su parte, el también poeta Jorge Magariño hizo hincapié en “lo que pensamos y escribimos los juchitecos, los zapotecas, los istmeños. La importancia de asumir nuestra identidad cultural, de aferrarnos a nuestra identidad zapoteca y navegar con ella por todos los rumbos que caminamos.

Volteamos siempre a nuestro origen, asentamos bien los pies sobre la tierra y dejamos que siga creciendo la raíz, hundiéndose y nutriéndose de esta humedad zapoteca. De ahí es que vamos tomando día a día, el jugo, la esencia de lo que creemos más importante.

Mencionó que hay algunos narradores más que se agregan a la lista. Esta generación de jóvenes está volteando a ver la necesidad de usar la prosa para describir este entorno, estas memorias. Saludo que ahora se continúe este modo de acercarse a la literatura que es la prosa, porque poetas tenemos muchos en Juchitán y en Oaxaca.

Destacó la importancia de valorar esto que nos conforma, que está en nuestro entorno: estas voces de las abuelas, los abuelos, estos juegos de la infancia, estos tocamientos precoces de la adolescencia, que se van sumando para hacer ese gran bagaje memorioso donde vamos hundiendo las manos para luego trasladarlo al teclado, para que quede registrado en la memoria de una máquina aquello que nos dolió, nos hizo felices, nos hizo llorar o que nos hizo amar.

Recordó que en su infancia le prohibieron hablar zapoteco por la política educativa de entonces.

A los 19 años mi corazón de nube quiso regresar al zapoteco y comencé a aprender. No he terminado, me falta mucho.