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Casa de las Ajaracas
E

n la calle República de Guatemala 34-38, en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, vecina del Templo Mayor y de la Catedral, se levanta una mansión primorosa. Se conoce como Casa de las Ajaracas, por la ornamentación de yesería tipo mudéjar de la fachada.

También fue conocida como Casa del Mayorazgo Nava Chávez, prominente familia con orígenes en el siglo XVI. Posiblemente fue parte del Templo Mayor, ya que en el predio adjunto se encontró la escultura monumental de la diosa Tlaltecuhtli. Aquí se encuentra el Museo Archivo de la Fotografía (MAF). Se dice que aquí estaba la vecindad donde nació el destacado fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, quien falleció en 2002, a los 100 años de edad.

A lo largo de los siglos la mansión tuvo diversas modificaciones; una de las primeras la realizó el canónigo Pedro de Nava para habitarla y rentar locales. Otra fue después de la inundación de 1629, que mantuvo la ciudad anegada durante cinco años. La última remodelación se realizó entre 1755 y 1756 y es la que básicamente conserva en la actualidad.

El rico acervo del MAF permite exponer los momentos más relevantes de la historia de México mediante el uso de imágenes poco conocidas de distintos autores nacionales e internacionales.

Ahora muestra parte de la obra de Carl Lumholtz, etnógrafo de origen noruego, quien hizo un total de seis expediciones a México entre 1890 y 1910, financiadas por el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. La primera fue con el botánico sueco Carl Hartman, un grupo de 30 personas y más de un centenar de bestias. La experiencia lo convenció de que necesitaba viajar solo para tener un mejor acercamiento con los pueblos indígenas y disminuyó el personal hasta quedar con el mínimo necesario para transportar equipo y alimentos.

Lumholtz convivió con los pimas bajos, tarahumaras, tepehuanos, nahuas, coras, huicholes y tarascos, entre otras etnias a las que dedicó años de intensos estudios. En sus primeros cuatro viajes que abarcan hasta 1898, viajó por la Sierra Madre Occidental, desde la frontera con Arizona hasta Jalisco, y de Michoacán a la Ciudad de México. El resultado de esta experiencias lo plasmó en su libro más famoso: Unknown Mexico ( México desconocido), que se considera una de las obras fundamentales de la antropología nacional.

Menciona en él: A menudo me dejaba estupefacto la ignorancia de los mexicanos acerca de los indios que vivían a sus puertas. Salvo ciertos especialistas distinguidos, aun los mexicanos inteligentes saben muy poco de las costumbres y mucho menos de las creencias de los aborígenes.

Sostiene que la construcción del proyecto mexicano de nación a finales del siglo XIX se hacía, en gran medida, a expensas de la integridad de los pueblos indios.

En 1893 el Diario Oficial publicó que los indígenas representaban 38 por ciento de la población total del país, que era de 11 millones 395 mil 712 habitantes. Resulta impactante conocer que el gobierno de Porfirio Díaz los veía como un problema porque eran un obstáculo en el proyecto de nación que buscaba la modernización, la producción de bienes industriales y la explotación de recursos naturales.

El noruego fue el primero en dar a conocer la cultura de los pueblos del noroeste de México y de manera particular de los tarahumaras, con quienes vivió cerca de un año. También describe la flora, fauna y los sitios arqueológicos. En los casi ocho años que recorrió la vasta región recopiló restos óseos, especies botánicas, animales y piezas arqueológicas, sacó miles de fotografías y registros sonoros de canciones y música.

La Casa de las Ajaracas está junto a otra edificación de gran belleza que aloja el restaurante Casa de las Sirenas, del que hemos hablado en otras ocasiones por su soberbia terraza con vista a la Catedral y exquisita comida mexicana.

Conserva varias de las sabrosas recetas con las que comenzó hace un cuarto de siglo y muchas novedosas. Mis favoritos de siempre: los sopecitos con veneno, ricuritas de tuétano, imperdibles; las preparan en un gran comal donde hay para escoger tlacoyos, gorditas, sopes y quesadillas. Sigo con el caldo de frijol con epazote, crema de rancho, queso y longaniza y concluyo con el mole de mango. Postre: pan de elote con salsa tibia y helado de turrón.