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La nueva Samaritaine
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espués de 16 años de trabajos de una flamante renovación, hoy, en París, el mítico edificio La Samaritaine vuelve a abrir sus puertas al público. Esta apertura marcó la actualidad francesa como un acontecimiento de gran importancia, tanto desde el punto de vista arquitectónico por el aspecto de la capital como por las repercusiones sociales y comerciales que resultan de la restauración de este inmueble histórico.

Actual propiedad del grupo de artículos de lujo LVMH, de Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, según indica la revista Forbes, este célebre almacén fue fundado en 1870 por Ernest Cognacq y su esposa, Marie-Louis Jay. El inmueble, donde se mezclan art nouveau y art déco, fue construido por los arquitectos Frantz Jourdan y Henri Sauvage. La Samaritaine fue uno de los primeros grandes comercios abiertos en París y pronto imitados en otras capitales europeas.

Durante la primera mitad del siglo XIX, tiendas y boutiques eran recintos cerrados, sin vitrinas, con mercancía limitada, donde el precio se daba según la apariencia del cliente, quien acostumbraba marchandear. Tipo de boutique descrita en forma admirable por Honoré de Balzac en Le bal de Sceaux. Con el nacimiento de las llamadas entonces tiendas de novedades, aparecen los primeros escaparates donde se exhiben los productos y su precio. La pareja Cognacq-Jay va a seguir el ejemplo de Aristide Boucicaut y Marguerite Guérin, fundadores del gran almacén Au Bon Marché, así nombrado por precios accesibles que puedan atraer una clientela no adinerada, a la cual se ofrece la entrada libre sin obligación de comprar. Verdadera institución comercial y modelo internacional, su historia inspira a Émile Zola su novela Au bonheur des dames (1883) pues, como indica su título, su clientela es mayoritariamente femenina. Las frases el cliente es rey y el cliente tiene siempre la razón son los lemas de ambos comercios. El recibimiento que hace sentirse reina a cada clienta se agrega al éxito de estos negocios y sus dueños no tardan en ver aumentar sus respectivas fortunas multiplicadas en millones.

Boucicaut y Cognacq son exitosos ven-dedores que se inician como hábiles trabajadores de tiendas de novedades y quienes desean crear sus propios establecimientos. Aristide encuentra su pareja en una modesta dueña de una cocina ambulante de caldos, y Ernest en una antigua empleada del Bon Marché a quien se comparará con una máquina registradora.

Cognacq abre frente al Pont Neuf una tienda llamada La Samaritaine, junto a donde estuvo una fuente creada por Henri IV para abastecer de agua a los habitantes del barrio del Louvre. Esta bomba hidráulica estaba decorada con la escena del encuentro entre Jesús y la samaritana en el pozo de Jacob.

El pequeño establecimiento de Cognacq florece rápidamente y el comerciante decide hacer construir el actual edificio. Templo del arte de vivir a la francesa, el edificio es una joya de la arquitectura, con su armazón metálico y su gigantesca vidriera, donde se mezclan art nouveau y art déco en hallazgos de formas y color… que embelesan a muchos, dejan perplejos a unos y chocan a otros. Tiempo después del fallecimiento de Cognacq, el negocio decae y, en 2001, LVMH adquiere 55 por ciento. Cuatro años más tarde, el almacén cierra sus puertas. Nace entonces el colosal proyecto de restauración, concebido con la agencia japonesa de arquitectura Sanaa, que requiere más de 750 millones de euros de inversión y la intervención de 3 mil personas para renovar o construir 70 mil metros cuadrados.

Recuperación de frescos y mosaicos murales, sustitución de los cristales de la bóveda por vidrio térmico que cambia de color según la temperatura y la luminosidad, La Samaritaine alberga hotelería de ultralujo, viviendas sociales, restaurantes gastronómicos, cafés, boutiques, guardería… Su lema, todo se encuentra en La Samaritaine, podría hoy ser: todo el lujo se encuentra en La Samaritaine.