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Lutero ante la dieta imperial de Worms: a 500 años
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eguidores y adversarios de Martín Lutero consideraron que los días del ex monje agustino estaban contados. El edicto de la dieta imperial de Worms, redactado por el nuncio papal Girolamo Aleandro y refrendado por el emperador Carlos V, llamó al teólogo germano “demonio con hábito de monje [que] ha unido antiguos errores para formar un solo charco pestilente y ha inventado otros nuevos […] Lutero debe ser considerado como un hereje convicto […] Sus seguidores también serán condenados. Sus libros serán arrancados de la memoria del hombre”.

Un pequeño acto de crítica de Lutero al sistema que justificaba la oprobiosa venta de indulgencias creció, por la cerrazón del entramado teológico y eclesial católico romano, hasta el punto de transformarse en ruptura definitoria de cómo se reconfiguró Europa religiosa y culturalmente. La división repercutió en el nuevo mundo, ya que, por ejemplo, los conquistadores españoles concibieron a los nuevos territorios como una restitución providencial por las pérdidas a la cristiandad europea infligidas por quien consideraron heresiarca mayor.

El 31 de octubre de 1517 Lutero dio a conocer las 95 tesis contra las indulgencias. A partir de entonces las autoridades de la Iglesia católica lo presionaron para que abjurara. En lugar de retractarse, el todavía monje agustino lanzó más críticas a la doctrina católica y al papa en turno, León X. Éste, en 1520, amenazó con excomulgar al rebelde, quien, en acto público, quemó la bula del pontífice (llamada Exsurge Domine). El papa, mediante la bula Decet romanum pontificem, excomulgó al insumiso el 3 de enero de 1521.

En el escalamiento de la confrontación con las autoridades eclesiásticas católicas, Lutero tuvo en su favor apoyos que evitaron que terminara ejecutado por hereje. Por convenir a sus intereses, y sin necesariamente compartir los postulados doctrinales de Martín Lutero, el príncipe elector Federico el Sabio protegió al profesor de la universidad que él había fundado en 1502 y en la cual el teólogo germano iniciaría funciones docentes provisionales en 1508 y definitivas a partir de 1511. Federico el Sabio protegió a Lutero; sin embargo, no fue tal protección la creadora de la disidencia teológica y eclesiástica del monje agustino, pero sí le proporcionó condiciones favorables para enfrentar al sistema católico romano. Federico y Lutero nunca conversaron personalmente; el príncipe tampoco adoptó las ideas teológicas de su protegido.

El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, tenía 21 años cuando presidió la dieta de Worms, y menos de dos años al frente del imperio. El salvoconducto que obtuvo Federico el Sabio para Lutero posibilitó que el disidente viajara de Wittenberg a Worms. El traslado de Lutero se convirtió en una popular gira triunfal. En distintos poblados y ciudades le pidieron que hiciera alto para predicar o dirigir algunas palabras.

Los adversarios de Lutero dudaban de que se presentara en Worms. La expectación era grande cuando, finalmente, el 17 de abril, a las cuatro de la tarde, Martín entró a la sala para encarar a quienes lo acusaban de enemigo de la Iglesia católica y del emperador, a quien llamaban cristianísima majestad. Estaban presentes, además de Carlos V, los príncipes electores, otros nobles y dignatarios eclesiásticos. También abarrotaban la sala del acto mil 500 personas; el calor era sofocante, consignaron las crónicas. En la primera comparecencia los encargados de cuestionar a Lutero exigieron que solamente respondiera si se retractaba o no. Al no poder argumentar, solicitó un día para definirse.

El 18 de abril casi anochecía y la sala estaba iluminada por antorchas. Lutero reiteró que los libros exhibidos eran suyos y de distinto tipo. Unos volúmenes eran de predicaciones, otros atacaban las falsas enseñanzas de la Iglesia romana y unos más contenían polémicas con personalidades distinguidas que defendían a la tiranía del papa.

Llegó el momento de tomar posición, la audiencia esperaba las palabras definitorias de Lutero. Entonces, hablando en alemán, declaró: “Puesto que vuestra majestad y vuestros señores desean una respuesta simple, responderé sin cuernos y sin dientes. A menos de que se me convenza con las Escrituras y la mera razón –no acepto la autoridad de papas y concilios, pues se han contradicho entre sí–, mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo retractarme y no me retractaré de nada, pues ir contra la conciencia no es justo ni seguro. Dios me ayude. Amén”. Para comprensión de quienes no entendían alemán, se le exigió que expresara su respuesta en latín.

De regreso a Wittenberg enviados de Federico el Sabio interceptaron a Lutero y lo pusieron a buen resguardo en el castillo de Wartburgo, donde tradujo del griego al germano el Nuevo Testamento. A 500 años de Worms los libros de Lutero son leídos y a quien lo condenó, Girolamo Aleandro, casi nadie lo recuerda.