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Draghi, Marx y el papa Francisco
U

no. Cuando el febrero pasado se inauguraba en Italia el enésimo gobierno técnico, hoy a cargo de Mario Draghi (bit.ly/2R8OZk5), ex jefe del Banco Central Europeo, laudado por la prensa como una bendita llegada de caras nuevas (sic) con cualidades técnicas para resolver la crisis (económica y sanitaria) (bit.ly/3wwEszv), se antojaba recordar los sarcasmos del viejo Marx respecto al nacimiento de uno de los primeros Golemos institucionales de este tipo, el gabinete de Aberdeen (1852-1855) en Inglaterra: El mundo quedará estupefacto al enterarse de que la nueva era de la historia estará inaugurada por gastados y decrépitos octogenarios, burócratas que han venido participando en casi todos los gobiernos habidos y por haber desde fines del siglo pasado, asiduos de gabinete doblemente muertos, por edad y por usura, y sólo con artificio mantenidos con vida ( New York Tribune, enero, 1853).

Dos. Marcello Musto, el conocedor de vida y obra del autor de El capital (véase: Karl Marx 1881-1883: el último viaje del moro, 2020), desempolvó aquel detalle ya hace años cuando arrasada por la crisis financiera en Europa germinaban gobiernos técnicos −Papademos en Grecia, Monti en Italia− encabezados por hombres provenientes de las mismas instituciones responsables por la crisis. Igual que Draghi, responsable por asfixiar a Italia con su inducida, desde Bruselas, austeridad y anteriormente inducidos, desde Roma, recortes en el sector de la salud (y encima siendo él, también, responsable por la devastación de Grecia). Gobiernos mandados por el capital para restablecer la confianza de los mercados y empujar más reformas (recortes, privatizaciones, etcétera), una indicación que el dominio del capital sobre el trabajo se volvió tan salvaje como lo era a mediados del siglo XIX (bit.ly/3wy2Z7b).

Tres. La separación de lo económico y lo político. La suspensión de la política. La desaparición de la lucha entre los partidos (el gobierno de Draghi es, desde luego, de la unidad nacional). Todo lo que ya criticaba −y ridiculizaba− Marx, servido nuevamente para imponer más austeridad y un programa ideológico que nadie ha elegido. ¿Un insulto a la democracia? Sí. De los que ya hemos visto tantos. La tecnocracia que en Italia, desde la caída la Primera República en los 90, dejó de ser una excepción. Pero hoy, en tiempos de la pandemia, también algo más: un intento del empresariado de redirigir el Fondo Europeo para la Recuperación hacia las empresas, en vez de la gente común (bit.ly/3t1SXcs).

Cuatro. A Draghi −educado por los jesuitas, un gran devoto de San Ignacio de Loyola, quien piensa en sí mismo como un banquero cristiano (sic)− le gusta, respecto al control moral de las fuerzas del mercado, citar a Marx. ¿A Karl? No. A Reinhard. El arzobispo de Múnich y ex obispo de... Tréveris, a quién el papa Francisco −igualmente jesuita y ex sucesor de Loyola al mando de la Compañía de Jesús− delegó los asuntos económicos. El mismo Francisco que mantiene cercanía con Draghi y que lo nombró miembro de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano. “El cardenal Marx −autor del libro Das Kapital: A plea for man (2008) que alude al título de Marx, pero para rechazar su análisis− correctamente insiste que la economía no es un fin en sí mismo, sino que tiene que servir a toda la humanidad”, suele decir, repitiendo nimiedades, Draghi (bit.ly/2OsYdH9).

Cinco. Es aquí donde entramos al reino de las metáforas teológicas. Draghi ha sido bautizado como salvador. Una bendición para Italia. Una última oportunidad para redimirla. Un influyente político lo comparó incluso con el Cristo mismo... (bit.ly/3wshJoa). La prensa, llena del fervor y júbilo cuasirreligioso, lo describía como el nuevo milagro. Pero emulando un poco sarcasmo de Marx −cuya, por otro lado, predilección a las metáforas religiosas es harto conocida (véase: E. Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, 1993)− se antoja preguntar: ¿cómo podrá este mesías y encarnación del neoliberalismo salvar al país devastado por... el propio neoliberalismo?

Seis. La figura del salvador es central para toda la, profundamente ideológica, idolatría de Draghi y de la institución del gobierno técnico. Él ya una vez salvó al euro (nyti.ms/3s4vaY2) −con todos los costes que ello implicaba, algo que los pueblos de la UE aún están pagando (bit.ly/2OxLsuY)−, así que ahora salvará a Italia. Conviene, no obstante, darse cuenta qué significará esta salvación recetada por las élites empresariales (Cofindustria): el disciplinamiento de la clase trabajadora italiana, localizada en un sistema político estado-centrista y cuasirredistributivo (basado en una esquizofrénica Constitución).

Siete. Como bien apuntó hace tiempo Michael Löwy −un gran experto en la Iglesia (véase: Guerra de dioses, 1999) y uno que desde el principio tenía reservas respecto al papa Francisco, su supuesto anticapitalismo y su enfoque hacia los pobres (bit.ly/3sZ3Zzi)− vivimos en una suerte de estado de excepción, donde los gobiernos técnicos, en un sentido benjaminiano, ya se han vuelto una norma. Un sistema en que el capital financiero ya es rey que designa sus súbditos y antiguos trabajadores (Goldman Sachs et al.) como jefes de gobiernos destinados a obedecerle (bit.ly/39PhR7B). Y a −aparentemente− profesar también la palabra del Señor (Mammón).