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Documental dramatiza y reorienta el escándalo de universidades en 2019

La trama revela problemas generalizados en la educación superior

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▲ Escena recreada del documental Operatiom varsity blues: the college admission scandal.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Viernes 19 de marzo de 2021, p. 8

Nueva York. Chris Smith no pensó inicialmente que el escándalo de sobornos a universidades de 2019 era un buen tema para un documental. Estaba editando Fyre, el exitoso documental de Netflix sobre un fraudulento festival de música, cuando su colaborador Jon Karmen le sugirió abordar otro caso de la vida.

No lo vi para nada, dijo Smith en una entrevista reciente. Pensé que el tema estaba bien cubierto.

Pero como muchos escándalos estadunidenses, había capas más profundas y poco comprendidas en el escándalo mediático de las admisiones universitarias. Todos saben de las mamás famosas –Lori Laughlin y Felicity Huffman– que fueron a la cárcel por usar sobornos para asegurar que sus hijas ingresaran a universidades exclusivas. ¿Pero qué decir de William Rick Singer, el misterioso cerebro de la operación?

Rick seguía siendo un enigma para mí”, dijo Smith. Y las manipulaciones y detalles propiamente dichos de cómo funcionaba este ardid era algo que yo no entendía.

Así como el fallido festival Fyre fue una ventana al ridículo mundo de los influencers de las redes sociales, el escándalo de sobornos a universidades reveló problemas generalizados en la educación superior. Al cambiar el foco, Operation varsity blues: the college admission scandal, que se estrena el miércoles en Netflix, intenta reorientar el rol protagónico en este drama que ya desembocó en una película de Lifetime.

El documental, al igual que el escándalo, tiene su dosis de Hollywood. Smith combina entrevistas a personas de la vida real con dramatizaciones basadas en transcripciones y grabaciones secretas del Departamento de Justicia. Matthew Modine interpreta a Singer, un ex asesor universitario que creó lo que él llamaba una puerta lateral de ingreso que ayudó a padres ricos a que sus hijos entraran a instituciones como Stanford, Yale y la Universidad del Sur de California, sobornando a entrenadores, haciendo trampa en pruebas de admisión y falsificando las biografías de los estudiantes.

“Felicity Huffman es una colega y conozco a su esposo. Mi hija trabajó un par de temporadas en Shameless. Me sentí mal por ellos”, dice Modine. “Como padre –tengo dos hijos que fueron a la universidad– todos queremos hacer lo mejor por nuestros hijos para ayudarlos a obtener ventaja. Pero no hasta este punto, no hasta el punto de un fraude”.

Karmen, quien escribió el documental, se enfocó en la declaración jurada de 204 páginas del FBI. Él y Smith usaron conversaciones telefónicas grabadas y correos electrónicos para crear escenas que mostraran cómo Singer operaba, y cómo los padres se involucraron en un ardid que en el costoso y ultracompetitivo mundo de las universidades más destacadas no parecía tan disparatado.

No mucha gente tiene tiempo de leer una declaración jurada de 200 páginas. Parte de nuestro trabajo como cineastas es tomar toda esta información y destilarla en un formato que pueda consumirse con facilidad, señaló Smith. Al no haber mucha gente que quisiera aparecer en cámara, las transcripciones de las grabaciones telefónicas eran el mejor lente a ese mundo.

Operation varsity blues –cuyo título es el nombre que los fiscales federales le dieron al caso — no incluye disculpas llorosas, confesiones de culpa, entrevistas a padres e hijos o autoridades universitarias prometiendo erradicar la influencia del dinero en el proceso de admisiones. Aunque muchas de las más de 50 personas acusadas –incluidas Laughlin y Huffman– ya han cumplido penas tras las rejas, algunas siguen aguardando sentencia. Entre éstas está Singer, quien se declaró culpable de cuatro delitos graves en 2019 y cooperó con los investigadores recaudando evidencia en contra de sus clientes.

Contactamos a todo el que pudiera estar relacionado con la historia, mencionó Smith. Una de las únicas personas que nos respondió fue John Vandemoer.

Vandemoer, un entrenador del equipo de vela en la Universidad de Stanford, fue la primera persona sentenciada en el escándalo. Le dieron un día en prisión y una multa de 10 mil dólares. Stanford lo despidió.

Pero Vandemoer no recibió el dinero para él. Al hablar triste y cándidamente en el documental, describe cómo creyó que Singer estaba haciendo donativos aceptables para el programa de vela, del tipo que los departamentos deportivos y universidades buscan con regularidad. Con facilidad la figura más compasiva en la película, Vandemoer aparece como una persona posiblemente ingenua, pero honesta, que fue castigada por recaudar dinero para su empleador.