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Bilbao en la pintura ofrece un viaje por la modernización de la capital vizcaína

El Guggenheim dedica una muestra al arte realizado a finales del siglo XIX y principios del XX // Incluye obras de Guiard y Zuloaga, entre otros

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▲ Imágenes de La ría en Axpe, 1886, de Adolfo Guiard (arriba), y de Eva arratiana, 1913, de Aurelio Arteta.Foto colección Sociedad Bilbaína
 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de enero de 2021, p. 2

El Guggenheim de Bilbao dedica una muestra al arte realizado durante el periodo histórico en el que la capital vizcaína inició un imparable proceso de modernización, entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Bilbao y la pintura, exposición que albergará ese recinto del 29 de enero al 29 de agosto, está conformada por cerca de 30 obras pictóricas de gran formato que recogen distintos aspectos del paisaje y la sociedad que promovieron las innovaciones en la producción y los cambios económicos con los que la vida moderna daría comienzo en Bilbao.

Las obras incluidas en la exhibición representan escenas muy diversas, como los barcos y terrazas en la ría, la vida de la burguesía comercial y de los aldeanos, las fiestas populares, los héroes de los nuevos deportes o las faenas cotidianas en un puerto pesquero.

Un tema recurrente en el cambio del siglo y que se aprecia en las pinturas es el mar y los barcos, ya que la mayoría de los artistas lo invocan con el afán de capturar su color y reflejar su vital importancia para el comercio y la cultura de la Villa.

La muestra, cuyo comisario es Kosme de Barañano, reúne una selección de pinturas realizadas por artistas que trabajaron en Bilbao a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que viajaron a París e incorporaron las ideas de modernidad del Impresionismo francés y las vanguardias.

La exhibición representa y conceptualiza momentos muy diversos de la historia de Bilbao a través de grandes murales pictóricos que reflejan, entre otras escenas, los barcos comerciales en la ría y las terrazas dedicadas al ocio, la vida de los burgueses y los aldeanos, los remeros, la lucha y la muerte en el mar, los héroes del deporte, las faenas diarias en un puerto pesquero o las romerías en una iglesia vizcaína.

El recorrido de la exposición comienza con reproducciones fotográficas a gran escala que adentrarán al visitante a ese Bilbao del siglo XIX; asimismo, se contextualiza la figura del escultor bilbaíno Paco Durrio, autor de una de las esculturas más importantes del arte público en España en el siglo XX: Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga.

Ubicada frente al Museo de Bellas Artes de Bilbao, esta escultura dedicada al músico no representa su figura, sino que simboliza su trabajo y su muerte prematura. Durrio tiene un papel importante en la historia del arte, pues, por un lado, es el albacea de Paul Gauguin, quien le deja toda su obra pictórica antes de emprender el que resultó ser su último viaje a Polinesia, en 1895, y, por otro, pasa el testigo de la innovación de Gauguin a un joven Pablo Picasso recién aterrizado en París en 1901, al que generosamente prestó su estudio para que realizara sus primeras esculturas.

La ría en Axpe y En la terraza, realizadas por Adolfo Guiard en 1886, presentan visiones de buques fondeados en la ría y el mar desde la terraza de un balneario abierto al puerto exterior, mientras Amanecer, de Ignacio Zuloaga; Las walkirias, de Manuel Losada, y La fuente de la salud, de Anselmo Guinea, retratan la burguesía ilustrada a través de varios miembros del Kurding Club, sociedad creada en 1894, llamada oficialmente El Escritorio.

Las pinturas que se exhiben en la segunda sala confrontan escenas de mar y de montaña. A pesar de la proximidad geográfica entre ambas, los pueblos marineros y las aldeas rurales emplean códigos de color muy diferentes, que pueden apreciarse en la distinta gama cromática, linealidad y proporción de la pintura de barcos y caseríos, por ejemplo.

En cuanto al mundo rural, las pinturas reflejan escenas que van desde el aldeano que recoge la cosecha en La siega, de Adolfo Guiard, donde el verde de los campos se va transformando en ocres y amarillos, hasta el mundo de las reses y la fiesta en las pinturas de Francisco Iturrino, reflejado en Los garrochistas o Escena campera.

En la tercera sala, las obras componen una visión etnográfica del folclor, en la que los artistas documentan, entre otros aspectos, la simbología del baile. Completan la sala las Danzas suletinas, de José María de Ucelay, pintura que aporta una visión enciclopédica de uno de los bailes más antiguos del País Vasco, la mascarada de Zuberoa, danza que envuelve a todo el pueblo y se remonta a la domesticación de los caballos.

Como parte de la muestra Bilbao y la pintura, patrocinada por Iberdrola, se realizarán algunas actividades como una charla introductoria a cargo del comisario Kosme de Barañano, el 27 de enero, en la que compartirá las claves de la exhibición. La conferencia se transmitirá también en línea.