Opinión
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Mank
E

n 1971, Pauline Kael, la crítica de cine más perspicaz e incisiva en Norteamérica, escribió para la revista The New Yorker un larguísimo ensayo titulado Raising Kane, acerca de la manera en que se redactó el guion de El ciudadano Kane, película filmada por Orson Welles en 1941. Kael parecía rendir así, 30 años después, un tributo crítico y algo de justicia a una de las realizaciones más polémicas en la historia del cine. La tesis central de dicho texto fue demostrar que el enorme logro artístico de esa obra debía atribuirse no sólo al genio de Orson Welles en su calidad de autor total, sino a una reunión excepcional de talentos artísticos, entre los que destacaba la figura carismática y pintoresca de Herman J. Mankiewicz (Mank), su espléndido guionista.

A ocho décadas de la filmación de El ciudadano Kane, el estadunidense David Fincher (El club de la pelea, 1999; Zodiac, 2007), decide rescatar del olvido un guion escrito por su padre Jack Fincher allá por los años 90 e inspirado precisamente en el canónico ensayo de Pauline Kael, para realizar Mank, su novedosa exploración de las facetas contradictorias de un exitoso guionista caído con celeridad en la desgracia. Herman Mankiewicz (interpretado con brío por Gary Oldman) fue el prototipo del escritor ingenioso y mimado por los jerarcas de los estudios hollywoodenses, en particular por Louis B. Mayer e Irving Thalberg, de la MGM, y que a consecuencia de su irredimible alcoholismo y su gusto por un humorismo ácido e irreverente, así como de sus simpatías con las ideologías progresistas del momento, pronto se convertiría, para las élites de la industria del espectáculo, en un bufón incómodo e impresentable.

Aunque la cinta de Fincher se centra en los largos meses de aquel 1940 cuando Mank escribió el guión de El ciudadano Kane, su empeño por ofrecer un retrato social y político de la época y en particular del medio hollywoodense, lo conduce a retroceder en el tiempo hasta 1934, año en que se lleva a cabo una contienda electoral por el gobierno de California que opone al republicano Frank Merriam y al escritor y político demócrata Upton Sinclair, bestia negra de los magnates industriales por su supuesta vocación socialista. Entre los mayores detractores de Sinclair figuraba el millonario zar del periodismo sensacionalista William Randolph Hearst, modelo inconfesable aunque transparente de Charles Forster Kane, el protagonista de la cinta estelarizada y dirigida por Orson Welles.

El primer acierto de Fincher es su inspirada manera para recrear aquella época del cine clásico estadunidense mediante una fotografía en blanco y negro que aprovecha la innovación tecnológica para conferir una mayor limpidez a su pátina artística vintage, sin rastros de artificialidad y sin efectos llamativos. Muchas figuras emblemáticas de aquel Hollywood vitalísimo y vibrante desfilan en Mank: los magnates con un tren de vida faraónico, los realizadores tan imprescindibles como rápidamente desechables, las estrellas veleidosas y rutilantes, los guionistas de la talla de Ben Hecht o Charles Mac Arthur, o del propio Mankiewicz. El talento era entonces fértil y omnipresente, en contradicción con el espíritu malévolo de Hecht, quien aconsejaba a Mank aprovechar todas las oportunidades a su alcance: Aquí se pueden arrebatar millones de dólares, y tu única competencia será una banda de idiotas.

El guión de Mankiewicz, originalmente titulado El americano, luego El ciudadano Kane, y de cuya autoría quiso Welles opacar el crédito único imponiendo también el suyo, no parece haber sido únicamente el ajuste de cuentas de un guionista inconforme con un sistema empresarial devorador de talentos, sino el soporte idóneo para que un joven realizador de 25 años sacudiera en su primer largometraje las inercias técnicas y narrativas de un Hollywood tan animoso como rutinario. Orson Welles, hombre formado en el teatro, interesado también en la política y el periodismo, encontró en el olfato social y el frenesí verbal del guionista Mank, un complemento perfecto. David Fincher, experto conocedor de la industria hollywoodense actual, muestra en Mank el venturoso encuentro de esos dos grandes talentos y, de modo más sugerente aún, las circunstancias y posibles causas de su infortunada separación artística. Un relato cautivador. El lúcido autorretrato de una industria hollywoodense fascinada siempre con el periódico recuento de sus propias miserias y grandezas.

Estreno de la plataforma Netflix. Se exhibe también en la Cineteca Nacional (sala 2 a las 12 y 19 horas), donde además se proyecta El ciudadano Kane (sala 3, a las 18:45 horas).

Twitter: @CarlosBonfil1