El periodista León García Soler falleció ayer por la mañana; le sorprendió un infarto mientras dormía en su casa de Cuernavaca, donde vivía en soledad tras la no muy lejana muerte de su esposa. De sus 84 años, dedicó más de 60 al ejercicio del periodismo.

De muy joven pasó por Novedades, después pasó a las filas de Excélsior, donde escribió, por más de 20 años, su polémica columna A mitad del foro, y recaló en El Universal.

Conoció y atestiguó los acontecimientos políticos más relevantes en México. Comentaba entre sus allegados que le tocó vivir la consolidación y degradación de los regímenes de PRI y PAN. García Soler dedicó, también, mucho tiempo y espacio a las páginas de este diario, donde aportó durante una época su A mitad del foro. Y en años recientes encabezó el periódico La Jornada Morelos, de la cual fue director.

En las conversaciones con León García Soler siempre surgían recuerdos y anécdotas de sucesos, hechos y personajes influyentes en el acontecer nacional. Hábil, y con una notable memoria y capacidad para recordar, daba respuesta a cuantas preguntas se le hicieran en torno a las ramificaciones del poder político en México.

En una de las últimas reuniones con sus conocidos en el periodismo, recordó que José López Portillo, después de haberse reunido con tres secretarios de Estado –uno de ellos el secretario de la Reforma Agraria, Javier García Paniagua–, les dio instrucciones de retirarse. Pero desde el despacho presidencial chistó –chissst– a sus funcionarios. Dos de ellos voltearon, pero el Presidente les dijo: a ustedes no.

García Paniagua abandonó el sitio sin responder al chisteo presidencial y López Portillo envió a un ayudante del Estado Mayor Presidencial a que lo regresara. García Paniagua regresó y el Ejecutivo le recriminó: ¡no escuchó que le llamé!, y la respuesta del secretario de la Reforma Agraria fue sencilla: Presidente, nunca escuché mi nombre. Así se recordará a León García Soler.