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Empresarios delincuentes, miserables y sinvergüenzas
E

l debate público acerca del llamado outsourcing, muestra en todo su terrible esplendor lo que representan las cúpulas empresariales que lo defienden. El escándalo no debiera ser que el gobierno pretenda eliminar un negocio que es legal, lo escandaloso es que sea legal.

La palabra outsourcing, un anglicismo que en su traducción literal significa fuente externa y que ha sido conocido también como externalización o tercerización, refiere su nombre a la subcontratación de servicios de unas empresas a otras para que realicen alguna parte de su actividad a menor costo y por fuera de la razón social de la empresa contratante. Algunos de estos servicios externalizados, que se encuentran muy extendidos entre las grandes empresas en nuestro país son, por ejemplo, los de limpieza, seguridad o transporte.

Después de producir una caída de 78 por ciento del salario mínimo real de 1976 a 2012, como producto de las políticas de contención salarial, con el argumento de que el eje de las políticas económicas era el control de la inflación, gobierno y empresarios sostenían una vulgar mentira: que el aumento salarial era inflacionario. Lo cierto es que, con la disminución del salario real, que permitía a los empresarios pagar sólo el 22 por ciento de lo que pagaban por la mano de obra casi cuatro décadas atrás, con el discurso de aumentar la productividad (cálculo costo-beneficio entre inversión y ganancia), decidieron abaratar aún más el costo de la mano de obra mexicana, aun cuando ya era una de las más baratas del mundo.

La reforma laboral publicada en el Diario Oficial de la Federación por el presidente Felipe Calderón el último día de su mandato (el 30 noviembre de 2012), que fue incorporada como una más de las llamadas reformas estructurales impulsadas por el tristemente célebre Pacto por México que hicieron público el PRI, PAN y PRD en diciembre de ese mismo año, legalizó el outsourcing con el eufemismo de flexibilidad laboral, que realmente significa precarización laboral salvaje: te pago lo que quiero, te despido cuando quiero, te maltrato cuanto quiero, no te pago reparto de utilidades, ni vacaciones ni aguinaldo ni días de enfermedad, no te reconozco antigüedad ni pago cuotas al IMSS ni al Infonavit, ni te proveo de ninguna seguridad social, te afilio obligatoriamente a un sindicato blanco (fantasma) y si te quejas, rescindo tu contrato temporal sin indemnización alguna y hazle como quieras. Es decir, eliminar todo tipo de prestaciones laborales de ley y de seguridad social de los trabajadores subcontratados, quienes además no cuentan con derechos de asociación sindical, contratación colectiva y sin derecho de huelga.

Así, legalizaron prácticas empresariales abiertamente violatorias de nuestra Constitución Política y de la Ley Federal del Trabajo y se volvió legal violentar los derechos de los trabajadores y eludir pagos al fisco, evadiendo sus responsabilidades para con la seguridad social, vía cuotas al IMSS y al Infonavit.

Sin embargo, como si todo ello no fuera suficiente, este tipo de subcontratación laboral abrió puertas para la evasión fiscal, concretamente cuando empresas enmascaran la verdadera relación laboral existente entre los trabajadores y la empresa beneficiaria efectiva del trabajo prestado, con lo que los empresarios ganan por doble vía: por ignorar y violentar derechos y prestaciones laborales y por eludir y evadir obligaciones fiscales. Si en nuestro país algo ilustra la barbarie de eso que se ha denominado neoliberalismo, es esta política cruel y despiadadamente ambiciosa de disminuir los salarios reales y eliminar prestaciones, la cual, como les supo a poco, muchos empresarios aprovecharon para, de pasada, eludir y evadir impuestos. Por cierto que muchos de los más poderosos empresarios mexicanos son clientes frecuentes del outsourcing, por lo que quizá ello explique que digan que el apocalipsis caerá sobre México si los obligan a respetar los derechos laborales y a pagar los impuestos que les corresponden, un espantajo más de esos a los que ya nos tienen acostumbrados, pero que los exhibe a plena luz del día como lo que son: delincuentes, miserables y sinvergüenzas.