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El estante de lo insólito

Aki Kaurismäki. Un alma del cine

Cada uno decide si damos patadas o matamos a los que no tienen nada o a nuestros vecinos, o les ayudamos con un poco de pan y vino tinto. Yo prefiero la segunda opción.
Aki Kaurismäki

L

a vida de las personas en estratos vulnerables, los que sostienen el nivel general de quienes han tenido mejor fortuna o, también, lo han hecho mejor, es parte de los reportajes periodísticos, los discursos progresistas oficiales que los incluyen en los discursos sentidos y los recorridos de campaña. Es lo mismo casi en cualquier país. El cine ha tenido varios de sus puntos dramáticos y estilísticos más refinados contados desde esos recovecos, con crudeza, pero también con acidez y humor negro. Muchos nombres de cineastas importantes pueden mencionarse con esas temáticas, pero pocos con la calidad y mirada del finlandés Aki Kaurismäki, para quien los no ganadores pueden tener las mayores historias, aunque no les acompañen los rezos de la victorias.

Crimen y castigo

Aki (Orimattila, Finlandia; 4 de abril de 1957) escribió argumentos desde muy joven y sus guiones fueron material para que su hermano Mika dirigiera trabajos como El Mentiroso (1981), donde también actuó, además del documental La gesta de Saimaa (1981), en el cual ya codirigió. Ambos formaron la productora Sputnik haciendo de todo, cosa que no ha cambiado pese al reconocimiento internacional y su larga trayectoria. Los créditos en sus filmes suelen cerrar con la leyenda: “Dirigido, producido, escrito y editado por…”

Cinéfilo y lector compulsivo página tras página y película tras película (al parecer, en la cuenta de seis o siete filmes por día durante su juventud y formación como realizador), Aki quedó listo para colocarse en el lugar de director con la adaptación del clásico de Dostoievski Crimen y castigo (1983), un texto que le inspiró siempre. La trama rusa pasó a Helsinki, modificando edades y otros elementos del clásico literario, para volverlo contemporáneo en los 80. Es una adaptación tan libre como la que haría después con Hamlet en los negocios (1987).

El primer largometraje fue el despegue, no sólo para su buena carrera, sino para entender una condición básica de su espíritu como cineasta y forma de narrar: necesitaba el humor. Pese a lo que le mereció como película de punta, él quedó a disgusto de su propio oficio incipiente, bajo la premisa de que si el público no se divierte, abandona la sala. Desde ese momento, sus películas tienen una cuota vital de humor, muchas veces cáustico, bajo cualquier circunstancia, lo que puede tener verdaderas humoradas sinfónicas, como el cortometraje Rocky VI (1986), grandiosa parodia sobre el icónico peleador del cine, o con los problemas que pasa Henri Boulanger (Jean-Pierre Léaud), buscando a alguien que se encargue de matarlo en Contraté a un asesino a sueldo (1990).

Temas y trilogías

Los trabajadores urbanos han tenido directores aliados en muchas partes, como Kennet Loach en Inglaterra o Alejandro Galindo en México; Aki Kaurismäki es el gran creador del cine nórdico para exponer lo que pasa donde no hay oficinas de lujo, bonos de premio y todos los estandartes del ascenso en la sociedad organizada, parte de las atribulaciones de los múltiples personajes llamados Frank en Calamari Union (1985) al huir del barrio obrero, y la primera de las películas que contienen la llamada Trilogía del Proletariado: Sombras en el paraíso (1983). Es la historia de una cajera de supermercado y un trabajador de la limpia pública, quienes tratan de hacer un futuro juntos sin tener siquiera un presente sólido, algo casi imposible sin una estabilidad económica. Las otras dos cintas de ese conjunto son Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillos (1989). La primera pone a Taisto Kasurinen (Turo Pajala) tratando de resolver su vida tras la muerte de su padre, pero pronto es asaltado y después acusado de un crimen, por lo que la única posibilidad parece ser la huída, como los migrantes sin papeles que abordan los barcos hacia puertos lejanos; la segunda cinta muestra a Iris Rukka (Kati Outinen), mujer harta de la monotonía de su labor en fábrica y de ser ignorada por los hombres, quienes la tratan tan mal como para merecer un castigo de regreso.

Siendo Aki un fumador profesional de tiempo completo, sus personajes suelen fumar, más que en forma simple, como una convención ritual de relajación; lo hacen solos en tiempos de descanso laboral, en parejas o grupos de amigos. También abunda el alcohol, especialmente vital para las soledades y tristezas que permean en todos sus dramas, con límites terribles, como los que vive él. Las historias de Aki subrayan sus creencias: todo depende del capital, esclaviza a la mayoría de la gente, si eso no cambia, la humanidad no tiene esperanza.

Foto
Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

Kaurismäki hace un mundo donde la música suele llegar por altavoces de aparatos caseros, rockolas o vibran en las ejecuciones en directo de distintas bandas. Presenta escenografías minimalistas, no sólo porque los personajes, que tienen apenas lo justo, no pueden atiborrar paredes, sino porque los opulentos opresores o las grandes compañías y fábricas tampoco tienen la distinción del ornamento. Está lo necesario, como la luz (las fuentes son duras, naturales, no preciosistas), los colores básicos, la sequedad del clima, los ruidos mecanizados de las atmósferas laborales, los rostros hostiles que no merman la permanente búsqueda de felicidad de sus protagonistas, entre los que vuelve siempre un cercano y selecto elenco, con histriones como la actriz Kati Outinen o los actores Matti Pellompää y Kari Väänänen.

Los espacios que habitan sus personajes son desechos inmuebles (como los contenedores de tren), departamentos mínimos o cuartos que los protagonistas se empeñan en poner a punto, solos, en pareja o en banda, como el trío fantástico de la extraordinaria La vida bohemia (1991), adaptación de la obra de Henri Murger Escenas de la vida bohemia, que coloca amistad espontánea entre un escritor, un pintor y un músico, sumando esfuerzos para ser algo en París. Con humor, melancolía, escenas de solidaridad excepcional, amor y sentido del absurdo, el cineasta habla no sólo de la creación artística en el hilo del fracaso, sino de la inmigración (el pintor es albanés y es expulsado de Francia a la primera oportunidad), uno de los temas que inquietan al director y que llevaría a otro nivel en Le Havre (2011), con grupos de africanos hacinados en su intento de alcanzar el sueño europeo de la vida mejor.

Los Vaqueros de Leningrado

Aki inventó a la banda Vaqueros de Leningrado, extravagante compañía de buenos ejecutantes (la mayoría venidos de bandas previas) que pueden pasar del blues al punk sin perder sobriedad en sus demenciales calzados largos, compitiendo con sus copetes, parte de todo lo que los hace únicos. Pasaron de Los Vaqueros de Leningrado en América (1989) a nuevas incursiones fílmicas: Los Vaqueros de Leningrado encuentran a Moisés (1994) y Total Balalaika Show (1994), además de videos y conciertos masivos, con un humor paródico que los ha mantenido, lo mismo en su álbum y gira Buena Vodka Social Club (1897), que en los conciertos con el Coro del Ejército Rojo.

Aki, sin idea de continuación temática (menos entre historias y personajes), generó otro grupo de cintas que se conocen como Trilogía del perdedor: Nubes pasajeras (1996), Un hombre sin pasado (2002) y Luces al atardecer (2006). Cada una vale todas las consideraciones que los reconocimientos en Europa (Cannes, Berlín y lo que sigue) otorgaron al cineasta finlandés. Son románticas, son duras, son emocionantes, son divertidas, y tienen el encanto de esa otra visión de los seres humanos, como compuestos de otra realidad.

La nueva agenda

Sin dejar la producción y la realización, Aki sigue impulzando el celebrado Midnight Sun Film Festival, que creó con Mika, llevado a cabo en Finlandia en una de las zonas más frías del mundo, pero durante el verano, cuando el sol se mantiene en lo alto, tiene exhibición de 24 horas de cine internacional durante cinco días. Si bien el cineasta considera que vivimos un mundo conducido por idiotas, no abandona la posibilidad de aportar desde el lenguaje cinematográfico. Aunque no abandona una postura crítica y pesimista del estado de las cosas en muchos temas, como la migración, con el ríspido flujo de inmigrantes a Europa, particularmente donde hay más pasaportes que peces.

Al recibir en España la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 2018, Kaurismäki señaló: La esperanza mueve montañas y sin la esperanza sólo nos quedan los bares. Vamos a un bar.