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Urbanizaciones privatizan el entorno y fomentan la segregación: expertos

Dan falsa sensación de elitismo con sus cercas y bardas perimetrales

 
Periódico La Jornada
Martes 3 de noviembre de 2020, p. 10

Las urbanizaciones residenciales cerradas, así como las miles de casas en desuso en las colonias de interés social, constituyen las cicatrices sociales de los desintegrados entornos urbanos del país. Las primeras, con su falsa sensación de elitismo para sus ocupantes, se apoderan del espacio público, mientras las otras quedan abandonadas porque sus propietarios no encuentran en esas viviendas los mínimos indispensables de seguridad y funcionalidad para hacerlas habitables.

Como resultado, los mexicanos hoy viven bajo sistemas urbanos disfuncionales a partir de un modelo segregado y de expansión horizontal.

En palabras de Bernd Pfannenstein, geógrafo e investigador universitario, el distanciamiento social no surgió a partir de las medidas impuestas por la pandemia: nos dimos cuenta con el Covid-19 de la enorme vulnerabilidad de nuestros sistemas urbanos aunque ya desde 2019, con la escasez de la gasolina se advirtió la gran dependencia a ese combustible y que estamos construyendo ciudades 4C: coche, cotos (fortalezas residenciales) y centros comerciales y se ha perdido la esencia de construir comunidad.

Pfannenstein llegó de Alemania en 2013 con una beca de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para hacer una estancia académica y hoy es maestro en la Universidad Autónoma de Querétaro. Como investigador se ha centrado en el trabajo de campo –en conjunto con institutos municipales de desarrollo– para identificar la problemática urbana, y especialmente el fenómeno de las viviendas en desuso.

En entrevista con La Jornada ubica la importancia de esa labor: apoyar a los tomadores de decisiones de los tres niveles de gobierno para construir la funcionalidad urbana, seguridad y calidad de vida que demanda la población.

Y expone: en las décadas recientes, en América Latina las urbanizaciones residenciales (fortalezas cerradas) se han convertido en un reto porque privatizan el entorno urbano. Aparentan ser una solución a la disfuncionalidad citadina, pero en realidad ocurre lo contrario, porque fomentan la segregación a partir de ser un fenómeno aspiracional que impide la convivencia y ver a la ciudad como un bien común; dan una falsa sensación de elitismo con sus cercas y bardas perimetrales que en realidad son cicatrices sociales y en ellas se pierde la esencia de construir comunidad.

Las ciudades mexicanas necesitan buscar sus propias soluciones. Confío en que tienen en su ADN una orientación hacia el barrio integral, el de origen, con espacios abiertos, peatonales, áreas de convivencia para construir comunidad y debe recuperarse, indica el académico.

Habla entonces del extremo opuesto, el de casas en desuso. Esto debe entenderse a partir de la colocación de numerosos créditos en una acumulación de viviendas sin pensar en una estrategia integral para hacer ciudad.

Si las autoridades –establece– no entienden este fenómeno antes de decidir las estrategias de intervención , será muy complicado encontrar la receta mexicana para revertir este proceso de desintegración. Las casas están abandonadas porque están lejos de la funcionalidad urbana.

Según las encuestas levantadas por este académico y su equipo en diversas colonias sociales del país, entre 85 y 90 por ciento de las personas acusan sentir un entorno urbano inseguro, sin acceso a servicios e infraestructura básica, equipamiento, espacios, transporte público. La suma de esta problemática lleva a las personas a tomar la decisión de dejar sus casas y encontrar otra ubicación.

Los datos de ese trabajo en campo impactan: hay colonias periféricas donde hasta más de una tercera parte de las viviendas están en abandono.

En su opinión, los municipios debieran tener un diagnóstico actualizado sobre este fenómeno e interactuar con los otros niveles de gobierno, la iniciativa privada y las organizaciones vecinales para intervenir.

Si ves una calle completamente de casas selladas con block en ventanas y puertas, una avenida fantasma, ésa es otra cicatriz social y la comprobación de que algo está funcionando de manera equivocada, concluye Pfannenstein.