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Keith Jarrett, una nueva era
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▲ Luego de las dos embolias que sufrió en 2018, el maestro no está ni muerto ni acabado, sólo se recupera de una enfermedad.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Sábado 24 de octubre de 2020, p. 6

El maestro de la improvisación anuncia nueva era.

Mientras el mundo plañe, él pergeña un cambio, planea, mueve, anticipa: el lanzamiento, el próximo viernes 30 de octubre, de su nuevo álbum, Budapest Concert, será lo mejor de mi música en discos.

Keith Jarrett (Allentown, Estados Unidos, 8 de mayo de 1945) rompió el silencio que guardaba desde hace dos años, mismo lapso que transcurrió en su otra resurrección: en 1996 quedó paralizado en su sillón, víctima de un mal conocido como el que se sienta a observar colibríes, un síndrome de fatiga que incapacita.

El miércoles 21 de octubre, hace apenas tres días, dijo al reportero hawaiano especializado en música Nate Chinen, en una amplia entrevista publicada en su periódico, The New York Times (hago un resumen): en febrero de 2018 sufrí una embolia y otra en mayo; mi lado izquierdo está semiparalizado. Puedo caminar apoyado en un bastón. Con mi mano derecha he realizado ensayos al piano, sintiéndome el Bach de la mano derecha, con la izquierda apenas puedo sostener una taza de té, jajajaja. En este momento no me siento como el pianista que soy, es todo lo que puedo decir al respecto”.

A partir de esas valientes declaraciones, los rotativos del mundo se unieron en llanto anticipado e injustificado, pues Keith Jarrett no ha muerto ni está acabado. Se recupera de una enfermedad, es todo.

Por el contrario, el anuncio de su nueva grabación, Budapest Concert, garantiza el aserto: Keith Jarrett es el autor de la música que da alegría.

Será el segundo álbum doble que publique, producto de su amplia gira europea de 2016, como continuación del prodigioso Munich 2016, y está dividido en 12 capítulos con números romanos, el último de los cuales es otro sello distintivo de Jarrett: XII. Blues.

Y dos piezas de regalo, o encores, como acostumbra: It‘s A Lonesome Old Town y Answer me.

Spotify publicó ayer un adelanto del disco, el capítulo ocho: cinco minutos con 18 segundos de música en ebullición.

La primera resurrección de Keith Jarrett ocurrió con uno de los discos más hermosos en toda la literatura pianística: The Melody At Night With You, un acto de magia como aquel episodio de epopeya de invención literaria, la de un tal Lázaro que se levantó y anduvo.

En su estado actual de salud, Keith Jarrett es absolutamente honesto: desconozco el futuro, como cualquier ciudadano lo desconoce. Los hechos, en su biografía, apuntan en otra dirección.

Pianista que resurge

Cierto, la poética pianística de Jarrett implica un desgaste físico formidable. Aun sin embolia, a sus 75 años hacía cada vez menos cabriolas, actos gimnásticos y cuasi eventos de Kama Sutra con su piano. Por lo pronto, que toque Bach con la mano derecha y en la izquierda sostenga una taza de té ya es un milagro para un paciente que haya sufrido dos embolias.

Tampoco la prensa del corazón tuvo en cuenta, a la hora de prácticamente rendir funeral, que Keith Jarrett es también compositor, no solamente pianista.

Otros hechos de la realidad: no es el único pianista que ha resurgido como aquella ave del lugar común, sí, la tal Fénix. Los muchos conciertos para la mano izquierda se han multiplicado por decenas desde que en 1929 Maurice Ravel escribió el célebre Concierto para la mano izquierda a Paul Wittgenstein (hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein), luego de que perdiera un brazo en combate.

La Jornada publicó apenas el 20 de agosto la noticia del deceso de Leon Fleisher, un gigante en ambos sentidos de la palabra: corpulento y virtuoso a la manera del diminuto Claudio Arrau, quien perdió la mano derecha, se sometió a todos los tratamientos habidos y por haber, mientras grabó una cantidad exorbitante de discos con la mano izquierda. Era llamado por sus muchos alumnos “el Obi Wan Kenobi del piano”, debido a su entereza.

El propio Keith Jarrett ignora si volverá a tocar el piano, mucho menos si lo hará en público. Eso lo decretaron, apresurados, los medios de comunicación. Lo que todos sí sabemos es que Keith Jarrett es un referente.

Es respetado en el mundo del jazz, aunque lo suyo fue lo que se conoce más como jazz europeo: alejado de la síncopa, y luego se arrejuntó a los clásicos con sus hermanos, el genial contrabajista, budista, recientemente fallecido, Gary Peacock (La Jornada, (12/09/2020), y el percusionista Jack DeJohnette, en otra resurrección: la lírica estadunidense, revolución semejante a la que armó Bob Dylan en su territorio.

Es respetado en el mundo de la música clásica: grabó dos veces la obra cumbre de Occidente: El clave bien temperado, de Bach (La Jornada, 19/11/2019) y las Variaciones Goldberg, todos los preludios y fugas de Shostakovich, los conciertos de Mozart y muchas obras capitales. Como compositor, son siempre esperados sus estrenos en la Alice Tully Hall, del complejo cultural Lincoln Center de Nueva York.

Sonriente, en su casa, Keith Jarrett sigue siendo el músico de la alegría.