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Ciudad perdida

Cienfuegos y el juego de la DEA

¿C

ómo que después de 10 años de investigaciones al más alto nivel, con todos los artilugios que permite y no la ley y con informantes pagados entre todos los renglones de la pauta del narcocrimen, nadie dijo nada y nadie filtró un solo elemento de sospecha sobre el general Salvador Cienfuegos, en este país donde las filtraciones son un hecho común?

No se trata, desde luego, de emprender desde aquí la defensa del ex secretario de la Defensa Nacional, sino, más bien, de tratar de entender cuál es el papel que juega la DEA desde hace buen tiempo en tierras nacionales, y qué pudo motivar que esta larga, muy larga investigación rindiera fruto hace apenas unos días, ante la sorpresa del gobierno mexicano de que no estaba enterado de la pesquisa, y al que no se le anunció que había orden de captura en contra de Cienfuegos.

Hoy ya no importa el juicio, que sólo es el cumplimiento de un trámite burocrático y el escenario donde se humilla al acusado. Cienfuegos es culpable porque la DEA lo dice, pero ¿por qué lo dice?

Para nadie es más conveniente el caos de la guerra de Calderón como para esa agencia. Descabezar cárteles para crear pequeñas células que mantengan a flote la violencia, producción, venta y exportación de drogas es la razón de su trabajo, así que permitir que el Ejército pudiera, en este gobierno, combatir con éxito a la delincuencia organizada, sería un suicidio.

Desacreditar, desmotivar a los miembros de las fuerzas armadas abona siempre en favor de la DEA, que actúa con la premisa de la inoperancia de los locales.

Aunque hubo antecedentes muy polémicos, todo lo que se ha dicho y escrito acerca de las actividades de la agencia contra la drogas estadunidense coincide en que el sexenio de la DEA aquí fue el de Felipe Calderón, porque los agentes trabajaban, incluso, al margen de las leyes nacionales, protegidos por el manto presidencial que los mantenía impunes.

Así, por ejemplo, esos agentes circulaban –o circulan, no sabemos– armados, circunstancia prohibida por nuestras leyes, pero también interceptan llamadas y administran el caos, y en los escritos donde siempre hay monstruos mexicanos ellos parecen salir airosos.

En fin, parece que esa permisividad –por decirlo de algún modo– de que gozaron durante el calderonato, se limitó un tanto en el gobierno anterior a éste, y de ello se culpa en muchos círculos al general que, hasta donde sabemos, estaba muy en desacuerdo con la actuación y la permanencia continua de la DEA en nuestro país, y hay quien sospecha de una venganza en el arresto del fin de semana en Los Ángeles.

Pero hay quienes van más a profundidad y advierten que el golpe va en contra de las instituciones del país y no sólo contra el general; que se trata de frenar la posibilidad de incluir legalmente a las fuerzas armadas en la lucha contra la inseguridad –el plan de la Presidencia de la República–, bañando de desprestigio a la institución castrense.

La DEA, que según se sabe podría tener hasta medio millar de agentes e informantes pagados en el país, pocas veces juega limpio, coinciden todos quienes saben de su accionar, pero esta vez la culminación de su muy laaarga investigación podría tener como motivo algún aire de honestidad que les impidiera respirar el aire de podredumbre al que están acostumbrados.

Por eso, no estaría nada mal que desde la cancillería se expidiera un extrañamiento por la investigación y se iniciara una revisión de los acuerdos con los que la agencia trabaja en nuestro país. Si no hay una corrección a tiempo, mal le irá al país.

Total, lo que debe quedar claro es que, exista o no el delito en contra de Salvador Cienfuegos, sus días en la cárcel ya han empezado. La DEA lo juzgó tal vez cuando se enteró que la guerra contra el crimen organizado, ahora sí, va en serio.

De pasadita

Nos enteramos que el ex jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, ganó, con el escudo de Morena, la presidencia municipal del pueblo donde nació: Mixquiahuala, Hidalgo. Empezar desde abajo no está nada mal para quien quiere hacer política.

Malo para los que ni con los muy malos resultados de la elección siguen persiguiendo un poder que se les está yendo de las manos y que dentro de poco podría convertirse en casi nada. Fueron muchos años los que la señora Polevnsky primero, y luego Ramírez Cuéllar, abandonaron lo que hoy pelean. Ni modo, así se forjan las desgracias.

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