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Contando historias con estadística 
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oy, 20 de octubre, celebramos en todo el planeta el Día Mundial de la Estadística. La consigna que promueve la Comisión de Estadística de Naciones Unidas es que esta disciplina conecta al mundo con datos confiables. Por ello, es un momento ideal para acercar a los profesionistas de distintos ámbitos a su uso, reflexionando sobre un vehículo cuya popularidad está creciendo como forma efectiva de comunicar en muy diversas esferas: el arte de contar historias apoyándose en datos y estadísticas.

Contar historias es un elemento central de la existencia humana. Es parte de la revolución cognitiva que permitió al Homo sapiens distinguirse de otros animales, como lo detalla Yuval Noah Harari en su libro Sapiens: De Animales a Dioses, donde sostiene que se requiere la ficción para crear civilizaciones, pues un gran número de extraños puede cooperar con éxito si cree en mitos comunes. Cualquier cooperación humana a gran escala (ya sea un Estado moderno, una iglesia medieval, una ciudad antigua o una tribu arcaica) está establecida sobre mitos comunes.

Contar historias es una actividad común a todas las civilizaciones, tanto ancestrales como modernas. Al inicio de la historia de la humanidad, los cuentos acumulaban el conocimiento necesario para sobrevivir y a través de ellos se transmitía el conocimiento. Las historias consolidaron el vínculo biológico de los hombres con los lazos sociales que creaban.

Las sociedades y formas de transmitir el conocimiento han evolucionado, pero permanece el gusto por las historias. La fe, la ciencia, el amor, los fenómenos sociales, necesitan de una historia con la cual la audiencia se sienta identificada a nivel intelectual y/o emocional. De hecho, hasta las campañas políticas requieren de una narrativa para ser efectivas. Son estas historias las que hacen que la información sobre cada uno de los temas sea memorable.

Las historias pueden ser contadas por distintas personas, en distintos momentos y cada público las interpretará de acuerdo con su experiencia, sus ideas e imaginación. Una misma historia puede tener tantas interpretaciones como combinaciones de narrador y escucha o lector existen.

Hay historias que transcurren por completo en la fantasía, pero hay otras que buscan tener una semblanza de realidad. De ahí la importancia de agregar estadísticas a las historias. Al nutrir las narraciones con datos, éstas adquieren objetividad. Los mensajes contados con números logran permanecer intactos a través del tiempo, independientes de las interpretaciones.

Pero para contar historias con estadísticas debemos primero entender lo que ellas dicen y discernir cuáles aportan evidencia a nuestro relato. El primer reto que enfrentamos es seleccionar datos de calidad, que provengan de fuentes confiables, como las oficinas nacionales de estadística que generan información con rigor metodológico. El segundo reto es narrar con la habilidad de traducir las estadísticas de forma que resulten relevantes para nuestro relato, significativas para nuestra audiencia y útiles para los estudiosos y hacedores de política.

Las historias nutridas con estadísticas son un poderoso mecanismo para generar conocimiento en nuestro mundo tan lleno de datos. Contar historias es relevante para los comunicadores, los maestros, los historiadores, la mercadotecnia de las empresas y para la sociedad en general. Las estadísticas no deben verse sólo como números usados por un grupo de técnicos especializados, sino como una herramienta que la sociedad debe aprender a usar en su favor.

No hay que elegir entre números o historias: hay que usar ambas, contar historias soportadas con estadísticas.

Las encuestas reflejan múltiples historias, los datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, por ejemplo, muestran que trabajando hombres y mujeres tiempo completo (40 horas o más a la semana), al llegar al hogar las mujeres laborarán casi 18 horas a la semana más que los hombres en actividades sin sueldo, como el quehacer doméstico o el cuidado de miembros del hogar. Estas cifras sustentan las historias de desigualdad de género en nuestro país que, bien contadas, comunican la dimensión de este fenómeno.

Este poder de la estadística debe llamar la atención y celebrarse en un día como hoy. Mientras en la comunidad estadística debemos esforzarnos por contar historias que promuevan el conocimiento de los datos, los profesionistas de otras disciplinas deben estar conscientes de que no podrán más clasificarse entre creativos o analíticos, entre hábiles o torpes con los números, sino que deben, cada vez más, desarrollar las habilidades para explotar las estadísticas en cada uno de sus campos.

Somos, como especie, adictos a las historias. Incluso cuando el cuerpo duerme, la mente permanece despierta toda la noche, contándose historias. (Jonathan Gottschall, El animal cuentahistorias: Cómo las historias nos hacen humanos.)

* Presidente del Inegi