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Matrimonios y uniones libres
E

s un hecho, en las generaciones jóvenes del país están disminuyendo los matrimonios y creciendo las uniones libres. De 2008 a 2018, la proporción de mujeres jóvenes (de 15 a 29 años) casadas pasó de 59.7 a 42.8 por ciento; en contraparte, entre quienes declararon estar en unión libre las cifras pasaron de 40.3 a 57.2, un total de 17 puntos porcentuales más, lo que expresa un cambio significativo en las tendencias del tipo de unión.

El cambio más significativo se da en el grupo de las adolescentes de 15 a 19 años, hay que valorar de manera positiva el decremento de los matrimonios tempranos: en cuatro años el porcentaje de mujeres jóvenes (de 20 a 24 años) que se casaron o unieron antes de cumplir 18 años pasó de 37.4 a 20.8 por ciento de 2014 a 2018; aunque en algunas entidades son aún una tercera parte, tal es el caso de Guerrero (31.9 por ciento), Tabasco (31.8 por ciento) y Chiapas (29.6 por ciento); las entidades con el más bajo porcentaje de uniones o matrimonios tempranos son la Ciudad de México (9.1 por ciento), seguida por Nuevo León (15.6 por ciento) y Querétaro (15.7 por ciento) (Enadid, 2018). Es también un acierto que en las 32 entidades se prohiba el matrimonio entre personas menores de edad, apenas en este año se delimitó la edad de 18 años como la mínima para contraer matrimonio en toda la República.

La segunda década de vida tendría que estar exenta de uniones y matrimonios porque es tiempo para definir la propia identidad en diversos ámbitos de la existencia y prepararse para la edad adulta. Casarse o unirse a edades mayores es un lujo de clase. Para Naciones Unidas, la unión antes de los 18 años se tipifica como matrimonio infantil, alrededor de una tercera parte de las mujeres de países en desarrollo se casaron antes de cumplir la mayoría de edad, México ocupa el octavo lugar en este grupo. El matrimonio infantil puede ser una estrategia para la supervivencia económica, las familias deciden casar a sus hijas a una edad temprana para reducir su carga económica. Para algunas adolescentes, unirse con alguien de mejor posición económica puede verse como una ayuda para los padres, en otras ocasiones las niñas ingresan a uniones tempranas para escapar del abuso y la violencia en su familia de origen, aunque después vuelvan a enfrentar abuso y control de sus parejas. El mayor control de la movilidad y de la sexualidad de las niñas y adolescentes también las empuja a entrar en uniones tempranas, hay quienes obligan a los compañeros masculinos a que se casen cuando descubren que sus hijas tienen prácticas coitales.

El matrimonio arreglado por padres de familia es un legado patriarcal que persiste en algunas comunidades rurales e indígenas de México, suele implicar el cierre del ciclo escolar en la secundaria para alistarse en el trabajo agrícola o en labores urbanas remuneradas. Y aunque parece increíble, todavía hay casos de venta de niñas; se intercambia a la hija por dinero, cosecha o ganado, sin preguntarle a la niña si quiere casarse, se compromete a un adolescente, joven o adulto para que la haga su esposa, quien la hará suya por la fuerza porque considera que tiene todo el derecho sobre ella, al haber sido comprada. Hace falta terminar con estas prácticas, asumirlas como abuso sexual y de poder sobre las menores, vincular de manera eficiente los casos con el sistema judicial para investigar y sancionar esta violencia.

La falta de acceso a la educación media superior es otro factor estructural del matrimonio temprano, una tercera parte de las adolescentes del país y sus familias no aspira a continuar a este nivel de estudios, se comienza a trabajar a los 14 o 15 años con un sentido simbólico de frontera de entrada al ciclo de vida adulta, el cual se acompaña de uniones libres o matrimonios, así como de la maternidad y paternidad. El reto requiere altas inversiones del Estado para posponer la unión, el matrimonio, la maternidad y la paternidad; hay que ampliar las oportunidades educativas y económicas y, además, extender el acceso a servicios de salud reproductiva y a una educación sexual que garantice una vida sexual libre de embarazos en personas menores de 19 años.

Es necesario ampliar la matrícula escolar, especialmente la del nivel medio superior y superior, favoreciendo la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres. Con alta prioridad, el gobierno de México está ampliando los planteles de educación media superior y se han instalado 100 nuevos servicios de educación superior gratuitos en los municipios de alta marginalidad, además está el programa Becas para el Bienestar Benito Juárez, transferencias económicas para disminuir la deserción escolar.

Será necesario fortalecer la educación integral de la sexualidad en los currícula escolares de todos los niveles y en los medios de comunicación, para orientarlos hacia un cambio cultural que se enfoque en la autonomía de niñas y adolescentes, en disminuir las brechas de género, así como en erradicar el machismo, el matrimonio y las uniones tempranas.

* Secretaria general del Conapo

Twitter: Gabrielarodr108