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La derecha española muestra su verdadera cara
E

l ayuntamiento de Madrid, cuyo alcalde, José Luis Martínez-Almeida, a la sazón portavoz nacional del Partido Popular, hombre que se autodefine dialogante y de centroderecha, decide, junto a Ciudadanos y Vox, retirar del callejero de Madrid los nombres que recordaban a dos militantes del PSOE. Francisco Largo Caballero, secretario general de UGT, ministro de Trabajo durante la Segunda República y presidente del consejo de ministros entre 1936 y 1937, e Indalecio Prieto, ministro de Hacienda, Obras Públicas y Defensa Nacional en el mismo periodo. Ambos murieron en el exilio. Largo Caballero (1946) tras pasar por el campo de concentración de Sachsenhausen en Francia, e Indalecio Prieto en México (1962).

La propuesta para quitar sus nombres corrió a cargo del portavoz de Vox, Javier Ortega Smith-Molina, de linaje falangista, detrac-tor de la violencia de género y acó-lito de la Fundación Nacional Fran-cisco Franco, cuyo presidente, el ge-neral en retiro Juan Chicharro Or-tega es su primo carnal. Pero Ortega Smith no estuvo solo en la trama. Fue urdida por el tripartido que gobierna Madrid. Al Partido Popular y Vox se unió Ciudadanos. Begoña Villacís, vicealcaldesa y portavoz de Ciudadanos en el ayuntamiento, aplaudió y dio rotundo sí a la moción. Para ellos, Largo Caballero e Indalecio Prieto fueron personajes siniestros cuyos nombres no debían formar parte de las calles y plazas. Con mayoría absoluta en el pleno, la propuesta fue aprobada, con una adenda al gobierno: retirar las dos estatuas de ambos políticos levantadas en el Paseo de la Castellana.

Así, la derecha española no pierde oportunidad de recordar que ellos, no importa cuán fascistas, falangistas, monárquicos, nacionalcatólicos, liberales, conservadores o democratacristianos sean, fueron los vencedores de la guerra civil y se les debe pleitesía. Es gracias a su magnanimidad que republicanos, socialistas, anarquistas, comunistas y todo demócrata pueden respirar. Y para que no lo olviden, con estas maniobras se les recuerda quiénes mandan en la España monárquica. La decisión esconde odio, desprecio a los valores democráticos y víctimas de la dictadura. Pero recordemos, Javier Ortega Smith-Molina es reincidente. A las trece rosas, mujeres fusiladas el 5 de agosto de 1939 por la dictadura franquista, las definió como mujeres que torturaban, mataban y violaban vilmente. Para él, descalificar a Largo Caballero e Indalecio Prieto no supuso nada nuevo. Su argumento: la biografía política de ambos era una falacia construida por los socialistas. Eso sí, no identificó en que consistían las mentiras.

¿Acaso no fueron ministros, militantes del PSOE, no defendieron la Segunda República, no murieron en el exilio? No hay respuesta. Se reafirma, fueron unos asesinos. Ángel Viñas, historiador con obra destacada en la guerra civil, apuntó: “los concejales de Madrid que votaron la proposición de Vox son unos ignorantes (…) es completamente inadmisible históricamente hablando. Falsifica el pasado y lo hace de forma radical (…) Na-turalmente, en aplicación a las máximas del maestro Goebbels, por no decir del propio Hitler de Mein Kampf, contiene unos granos de verdad indudables”

Han pasado 84 años desde el golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional de la Segunda República. Los golpistas urdieron un plan donde la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler les tendieron la mano meses antes del alzamiento militar. El 18 de julio de 1936 los generales golpistas Emilio Mola y Francisco Franco habían fracasado y, en su regreso de Portugal, el general José Sanjurjo perdía la vida en accidente aéreo. En Cataluña, el general Manuel Goded, fascista y monárquico confeso, fue detenido junto al general Álvaro Fernández Burriel, y tras consejo de guerra, fusilados el 12 de agosto de 1936. En Madrid, Joaquín Fanjul, correrá la misma suerte, detenido y tras consejo de guerra, será fusilado el 17 de agosto. El Ejército, la aviación, la armada, junto a la guardia civil, en su mayoría, mantendrían su juramento de lealtad a la Segunda República. Pero el quiebre de las fuerzas armadas fue el comienzo de una guerra civil. La derecha, sus organizaciones políticas, el apoyo internacional a los sublevados, acabaron con la España republicana y democrática. Tras una guerra engendrada y defendida por las potencias del eje nazi-fascista y la inacción de las democracias occidentales, los traidores lograron imponerse. En abril de 1939, la Segunda República era desarmada militarmente. Ya en el poder, bajo la denominada cruzada nacional en defensa de la civilización occidental, Dios y los valores del nacionalcatolicismo, la dictadura de Francisco Franco estableció un orden de terror y miedo al aplicar políticas de exterminio. Asesinatos, fusilamientos y torturas se llevaron a cabo durante 40 años. Baste recordar que los últimos fusilamientos fueron el 27 de septiembre de 1975, con Franco agonizante. Pero como suele pasar, los verdugos de la democracia se consideran víctimas una vez que la historia les señala y destapa sus violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Ahí se retuercen. Su defensa, negar los hechos, mentir e insultar. La derecha española, acorralada por la verdad, destapa sus esencias, se quita la careta y muestra su verdadero rostro: el odio a todo valor democrático y republicano.