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Se mete demasiado en las peleas, señala el entrenador

JC Chávez no deja crecer a sus hijos, dice Mauro Ayala
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de septiembre de 2020, p. a11

Nadie puede descifrar lo que sucede a Julio César Chávez júnior cuando deja de tirar golpes. Parece empeñado en un autosabotaje. Congelado, sin meter las manos; sin atender los gritos desde su esquina. Anoche, en Tijuana, fue el retorno al boxeo después de la derrota de 2019 y volvió a fallar. Mario Cázares, peleador que parecía adecuado para una reaparición exitosa de la estrella, arruinó la fiesta de los Chávez.

Una función benéfica donde Julio César padre enfrentó por tercera ocasión a Jorge Travieso Arce. Un combate que aviva los recuerdos ante la exhibición de dos vetera-nos retirados que demuestran lo que significa el decoro del boxeador.

“Subestimaron a Cázares, pensaron que estaba fácil para el regreso del Junior”, considera Mauro Ayala, entrenador del peleador que sorprendió a Julio César Chávez hijo.

Fue un combate complicado, con muchos choques de cabeza que terminaron por diezmar el párpado del sinaloense. La contienda fue detenida y decidida por las tarjetas: victoria sorpresiva para Cázares por decisión técnica; un nuevo tropiezo para quien alguna vez fue la promesa del boxeo mexicano.

Uno no sabe qué ocurre en la mente de los Chávez, comenta Ayala; “pero es evidente que el papá no los deja crecer como profesionales. Se mete demasiado a la pelea. Cuando el Junior deja de tirar golpes parece estar más agobiado por lo que va a decir el padre, y no en pensar sobre su accionar como boxeador en el ring, sentir su propia adrenalina en el combate”.

Ayala cuenta cómo analiza al rival cuando recibe una oferta para algunos de sus peleadores. Si considera que no existe al menos 50 por ciento de probabilidades de ganar, no acepta el trato. Por eso estudió con cuidado los combates de Chávez Jr. El más reciente, en concreto, contra Daniel Jacobs en diciembre de 2019, donde rechazó continuar al finalizar el quinto episodio debido a una fractura en la nariz. En esa pelea conté los golpes que tiraba por cada round, explica Ayala; el mejor fue el tercer asalto. Ahí lanzó 25. Pero se mantuvo en general en 17 en cada capítulo. ¡Son muy pocos! Un peleador que no mete tanto las manos. Ahí fue donde entendí que le podíamos ganar.

El entrenador descifró el potencial y, lo más importante, la debilidad del Junior. Cuando siente con los puños el cuerpo del rival –explica–, cobra fuerza, valor y es muy peligroso.

Sucede todo lo contrario si Chávez hijo se encuentra cercado, sin posibilidad de hacer sentir su poder. Es como si le cortaran las manos y ahí empieza su calvario. Cázares se metió de pronto a otras ligas, advierte Ayala; “ahora se abren otras puertas, porque el apellido Chávez es una llave importante en este negocio. No sé cuál pueda ser el futuro del Junior, pero de que padece mucha presión del papá es muy notorio. Sufre una fuerte carga sicológica y no lo deja explotar todo lo que pudo dar”.