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Isocronías

Lauro y Laura en tiempos de Covid

C

edo el espacio de hoy a dos textos de María Castellanos, quien escribe un libro sobre experiencias de hospital en la pandemia.

Lauro, llorando: Esto está de la chingada, ¡ya ni la friegan! Ya que se contagian y se dan cuenta les da miedo ponerse mal, entonces sí se quedan en sus casas.

Empiezan a sentir los malestares pero, como siempre, aparece también esa negación que todos sentimos cuando no queremos morir. Aguantan todo: la fiebre, dolor de cuerpo, tos, ansiedad, hasta cuando les falta el aire. Pero cuando ya no pueden respirar, corren al hospital.

Exigen que se les atienda rápido, que los vea un médico a la de ya. Que les demos la pastilla mágica.

No hay tiempo para nada. Algunos llegan inconscientes porque se les acabó el aire. Sólo llegan a morir. O peor aún, llegan muertos.

No puede ser que siga llegando la gente nomás a morir. ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo esto? Encabrona, pero me duele verlos, ¡me cae!

Todos los días, en todas las guardias llega al menos uno así. Casi muerto. Como el señor que llegó anoche: bien gordito, bajito, de cuello corto. Llegó sin familiar, manejando su auto. Dijo el policía de la entrada que como pudo se logró estacionar. Bajó caminando, arrastraba los pies y se iba agarrando de las paredes del pasillo. Vi cuando entró a la sala. Iba mal.

Ya no llevaba color en la piel. Le puse el oxímetro. Al sentir mis manos se desvaneció. Llevaba 23 por ciento de saturación. ¿Cómo pudo llegar? El corazón se le detuvo. Lo subimos a la cama de la sala de choque. Murió antes de poder acomodarlo.

Laura: Mi niño. Mi nene hermoso. Tanto esperé para que nacieras. ¿Qué hice mal? ¿Por qué te enfermaste tú y no yo? Tú no hiciste nada malo. ¿Verdad que la fiebre con la que nació se lo lleva, señorita? ¿Verdad que fue el Covid? ¿Qué hago para que esté bien? ¿Dígame qué compro para que se cure y se vaya conmigo a la casa? Tú no puedes morir porque yo te quiero. Mire cómo sus deditos se aferran a mi mano. Él quiere estar conmigo. ¡Dígame qué hacer, doctor! ¿Por qué nació morado? ¿Por qué tiembla? Ya ni llora. Aquí estoy, mi nene. Aquí estaré siempre para ti.