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Colores Vivaldi
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El cura rojo y Bach.Foto tomadas de Internet
 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de septiembre de 2020, p. a12

La novedad discográfica del momento consiste en 15 horas y 20 minutos de música. Se titula Colors of Vivaldi y está en Spotify.

El título no solamente es bonito, es exacto: la música de Vivaldi produce sinestesia: escuchamos colores con ella. Hay distintos momentos en su música en los que percibimos con claridad los tonos rosa, plumbago, lapislázuli...

La pandemia cambió ya el decurso de la historia. En las tiendas de discos escasean las novedades en formato cedé, aunque las hay y muy buenas. Las nuevas formas de producción de las artes han habilitado las plataformas de streaming como la nueva manera en que se desarrolla la cultura musical.

Los índices de venta crecen en los mercados europeos, donde se consume con mayor vehemencia la así llamada música de concierto. Hoy en día es posible conseguir casi todo en Spotify, Deezer, Apple Music, Amazon Music et al.

Si uno abre Spotify, en las novedades del momento aparece el álbum Colors of Vivaldi, que muchos denominarán playlist, porque el dominio del mercado impuso el concepto canción como sinónimo de sinfonía, cantata, himno o lo que sea. Así, Colors of Vivaldi reúne la fabulosa cantidad de 461 canciones de Vivaldi (vaya enredo semiótico) que en realidad son fragmentos, episodios, movimientos de conciertos de El cura rojo.

Cura rojo. Vivaldi es uno de los músicos favoritos del Disquero. Hemos dedicado con harto entusiasmo los empeños de esta casa a reseñar una cantidad generosa de grabaciones con obras poco conocidas del compositor pelirrojo y pizpireto. Es motivo de entusiasmo, entonces, que una de las plataformas por excelencia, Spotify, dedique tan fenomenal escenario para el disfrute.

De lo mucho que hemos escrito sobre don Toñito Viva Vivaldi, conviene rescatar los elementos que desgrano a continuación: la música de Vivaldi es sinónimo de amor. Va un argumento en prenda: Las cuatro estaciones las escribió enamorado, en Mantua, donde vivió muy feliz con su amada Anna Giraud.

Esa partitura, la más famosa del planeta junto con los Conciertos de Brandemburgo de Bach, la Sinfonía 40 de Mozart y la Quinta sinfonía de Beethoven, es el referente por antonomasia del optimismo, el bienestar, la armonía, la joie de vivre.

Dije enamorado, sí, y lo subrayo a propósito porque la historia de la música de concierto está plagada de mentiras pacatas, moralismo, leyendas rosa en sentido contrario a la existencia de los autores de obras que amamos y que los pusilánimes quieren que endiosemos como seres de telenovela.

El celibato del sacerdote Antonio Lucio Vivaldi (1678-1741) nunca existió, bendito sea Dios (je, je). Es más, Vivaldi nunca quiso ser cura. Terminó confinado en un seminario porque su familia no tenía recursos económicos para sustentarle sus estudios, fenómeno que se ha repetido a lo largo de la historia.

Alumno brillante, consumó en el siguiente itinerario sus merecimientos académicos: primero recibió la orden de ostiario, luego lector, después exorcista, enseguida acólito, ascendió a subdiácono, pasó con éxito las materias de diácono y finalmente, luego de 10 años de estudio y confinamiento, fue ordenado sacerdote.

El cura rojo, le decían, porque era pelirrojo. Seguramente, porque era un ser de bien y le importaban mucho sus prójimos, en nuestra época sería comunista: el cura rojo.

El muchacho Vivaldi era bien listo. Como no quería, nunca fue su idea ser cura, se las ingenió para ser dispensado de decir misa, algo así como lograr un salvoconducto para no ir a la guerra en una película de Woody Allen.

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▲ Presunto retrato de Vivaldi realizado por un pintor anónimo del siglo XVIII. La obra se conserva en el Museo Internacional y Biblioteca de la Música de Bolonia.Foto tomadas de Internet

Atarantó a las autoridades eclesiásticas y de paso a muchos musicólogos que se fueron con la finta: envió una carta bien peliaguda a los mandamases de la Iglesia aduciendo stretezza di peto, una opresión en el pecho que, imploraba, le impedía ofrecer misa, pues a medio padrenuestro terminaba tosiendo en el atrio y dejaba a todos los santos de yeso y cartón piedra y a todos los retablos de la iglesia demudados.

Muchos historiadores prefieren decir que Vivaldi padecía asma y las convulsiones lo incapacitaban. Vivía encerrado (lo cual viene bien a cuento con la pandemia y el aislamiento social de hoy en día) y sólo salía en góndola (pues vivía en Venecia) o en cómodo carruaje jalado por caballos.

Algunos, más agudos, citan estudios médicos que conducen a un diagnóstico de angina de pecho. Pa’su mecha.

Peras o manzanas, don Vivaldi fue dispensado de cumplir sus oficios de cura y encontró trabajo como maestro de música en el, esto sí está documentado y verificado, Ospedalle de la Pietá, donde escribió la parte gruesa de su repertorio durante 30 años y dedicó obras hermosas a las niñas huérfanas a quienes bautizó como:

Pierina del violino

Cattarina del corneto

Bettina della viola

Marggherita del arpa doppia

Gioseppina del chitarrone

Bianca Maria organista

Claudia del flautino

Lucieta della tromba

y la más amada: Chiara.

Cada una de ellas con su nombre propio y, como apellido, el instrumento que interpretaban en las composiciones del profesor Vivaldi.

El álbum que hoy recomendamos recoge esa variedad instrumental, como el hermoso track 46, Concerto para dos oboes, violín, cuerdas y continuo.

Es muy importante, para valorar aún mejor a Vivaldi, decir que debemos a Johann Sebastian Bach que Vivaldi sea uno de nuestros héroes, porque, como suele ocurrir, cuando murió quedó en el olvido.

Bach admiraba profundamente a Vivaldi. Transcribió muchas de sus obras, con resultados francamente espectaculares, por ejemplo, su monumental Concierto para cuatro clavecines, cuerda y continuo, que es su transcripción del Concierto para cuatro violines de Vivaldi.

Como no existen las casualidades, Bach y Vivaldi murieron el 28 de julio, con nueve años de diferencia: Vivaldi en 1741, Bach en 1750. Y luego ocurrió una carambola histórica: cuando Felix Mendelssohn, compositor y mecenas, encabezó en el siglo XIX el rescate de la obra del en ese entonces desconocido Bach, ocurrió en consecuencia el redescubrimiento de otro gigante: Vivaldi.

Así, Antonio Lucio Vivaldi, quien nació durante un terremoto y fue bautizado de emergencia por la causal per pericolo di morte, eludió el sacerdocio y su celibato, amó profundamente a muchas mujeres y escribió casi 900 partituras plenas de encanto, nació a la fama mundial una tarde de luz mortecina en una biblioteca de Bolonia, donde investigadores cuasi Indiana Jones investigaban polvosas partituras de Bach donde indicaba el maestro alemán que había transcrito obras de alguien llamado A. L. Vivaldi.

Y es gracias a Bach, que es como decir gracias a Dios, que hoy tenemos una novedad discográfica monumental: Colors of Vivaldi.

¡Que viva Vivaldi!

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