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¿La fiesta en paz?

¡Yo bauticé esos toros!, recuerda emocionado Javier Hinojosa

M

e envía esto un entrañable compañero de la universidad: “Año de 1990, el 6 de mayo se da la última corrida de la Feria de San Marcos, en Aguascalientes, con Roberto Ramírez El Oriental, Héctor de Granada, Enrique Garza y toros de Cerro Viejo. Pasamos a saludar a su oficina al ingeniero Carlos Godoy, designado por el gobernador Miguel Ángel Barberena, empresario de la feria taurina por su exigencia con la edad y el trapío de los encierros. Afable, el hombre nos pide que le ayudemos a ponerles nombre a los toros de esa tarde. Aceptamos y nos fuimos a un parque, ¿o a una cantina?, a pensar en apelativos que tuvieran sentido y originalidad. Con rapidez, tú anotaste seis nombres sobre uno de los papeles proporcionados por Godoy y con aire desdeñoso por tu amigo villamelón, cuando terminé dijiste: ‘a ver, léeme tus nombres’.

“Por esos días había coincidido el primer viaje de un papa a América y era la noticia en boca de todos, por lo que supuse que resultaría original relacionar los nombres de los astados con el histórico evento y anoté los primeros nombres que vinieron a mi mente y que pudieran tener relación con la inusitada visita: Pontífice, Viajero, Peregrino, Amigo, Pastor, Hermano. Sin embargo, con la cordialidad que te caracteriza, no me bajaste de ‘mocho y persignado’, así que cuando llegamos con el ingeniero solícito y ufano le extendiste tu papel a don Carlos, quien lo leyó imperturbable. Se hizo entonces un silencio que yo, armándome de valor y dispuesto a nuevos juicios, aproveché para extenderle mi papel con los nombres que había escrito, comprobando cómo al empresario se le iluminaban los ojos, olvidándose de tu propuesta.

“Llegada la hora del anuncio del primer astado, incrédulo contemplé el nombre de Amigo en la pizarra, lo que me hizo sentir verdaderamente feliz e importante e incluso sin poder evitar un sereno sentimiento de pena por mi amigo columnista, a quien debía yo ese fin de semana intenso e inolvidable y a quien tan fríamente le habían rechazado su sugerencia. El segundo de la tarde se llamó Hermano y caímos en la cuenta de que la primera pizarra con el nombre de Amigo la habían dejado recargada sobre el barandal de la barrera, lo que también hicieron con la segunda pizarra, colocándola al lado de la primera. Así procedieron con los siguientes cuatro toros, de modo que todas las pizarras quedaron una junto a la otra, ordenadamente dispuestas.

“Por la noche, de vuelta en casa, con la familia reunida frente al televisor, acompañábamos distraídamente a mi padre en su rutina diaria de ver las noticias de Jacobo Zabludovsky, y en un momento mi padre hizo un comentario: ‘Mira, qué buena puntada se aventaron en esa corrida, pusieron los nombres de los toros en la barrera’, mientras en la tele la cámara recorría de lado a lado las seis pizarras que formaban el conjunto Amigo Hermano Viajero Pastor Pontífice Peregrino.

“El ingeniero Godoy ordenó los nombres para que formaran una frase alusiva al papa el mismo día que éste dejaba México. Yo no daba crédito; ahí estaban en todos los hogares las seis pizarras con los nombres que yo, y nadie más que yo, había escogido para esa corrida, hecho que hacía la tarde inolvidable, al menos para mí. Fue entonces cuando me paré y les dije a todos: ‘¡yo les puse los nombres a esos toros!’ Primero me miraron con incredulidad y luego con preocupación, descalificándome en automático y afirmando que era imposible que yo hubiera hecho eso. Años después, papá aún se mostraba escéptico con mi imaginación y el hombre pasó a mejor vida sin creer en mi hazaña bautizadora.”