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Bukowski se está saliendo con la suya; va en camino de convertirse en clásico de las letras: Carlos Velázquez

El narrador asistió a una mesa dedicada al autor estadunidense a propósito de su centenario natal // Participaron también Bernardo Esquinca y Ángel Tijerín // Organizó Anagrama

 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de agosto de 2020, p. 4

De forma involuntaria, Charles Bukowski (1920-1994) está en camino de convertirse en un clásico de la literatura, a pesar de la incomodidad que su obra sigue generando entre muchos, según el escritor mexicano Carlos Velázquez.

Se está saliendo con la suya. Durante mucho tiempo, ha sido visto como figura menor y no ha sido tomado en cuenta, pero está llegando el momento en el que la academia y la república de las letras tendrá que aceptarlo dentro del canon de la literatura mundial, sostuvo el narrador.

En la mesa redonda Literatura salvaje: 100 años de Bukowski, organizada por Editorial Anagrama para celebrar el centenario del nacimiento del autor estadunidense, que se cumple este 16 de agosto, Velázquez consideró que son varios los elementos concurrentes en torno de la obra y la vida de ese escritor para erigirse en mito.

No es un escritor falso, cuesta trabajo clasificarlo y definirlo; es un precursor de la autoficción, maestro del relato y lo que más rescato de su obra es la vitalidad; sus libros siguen vivos porque nos pulsan. Esa vitalidad no es fácil de conseguir en la literatura, la cual tiende a marchitarse, apolillarse y no resistir el paso de tiempo. Por esa vitalidad, que nos permite seguir apreciando su obra, me parece un maestro, no ha demeritado en absoluto y va en camino de convertirse en un clásico, afirmó.

“Hay tanto de mito en Bukowski. No era un ladiesman, a la manera de Leonard Cohen, que tuvo que recluirse en un monasterio por su vida de mujeres y alcohol; tenía gran dedicación por la literatura. Contrario a ese mito sobre su alcoholismo, murió de anemia, no por el alcohol, como sí ocurrió con Jack Kerouac. Son todos esos elementos los que hacen un caldo de cultivo para que Bukowski se convierta en mito. Antes de cualquier cosa, lo considero un gran escritor y muy cercano a nuestro tiempo.”

En consonancia de lo dicho por su colega y coterráneo Bernardo Esquinca y el español Ángel Tijerín, Carlos Velázquez consideró injusto e improcedente que se juzgue la vida y la obra del escritor estadunidense desde la óptica de corrección política de nuestra época, sobre todo en lo concerniente a su manejo crudo del lenguaje y su supuesta misoginia.

Es una figura muy atacable, al estar en primer plano, pero en realidad no fue para mí un escritor que ejerció violencia de género. Hay otros casos que no se dicen y, sin embargo, al primero que se le menciona es a él; está, por ejemplo, el de Norman Mailer, que apuñaló a su esposa.

Al respecto, Bernardo Esquinca agregó que gran parte del éxito y la cercanía de Bukowski entre las nuevas generaciones se debe a su manejo del lenguaje, al cual describió como muy directo y descarnado: Le dice a las cosas por su nombre. Si debe referirse al coño o la verga, lo dice tal cual, no se anda con eufemismos, por algo lo situaron en el realismo sucio. La suya es una honestidad brutal. A veces, el mundo literario está lleno de imposturas.

Lejos de ser un fracasado

Otro factor de su incidencia entre los lectores jóvenes, resaltó, es que sus personajes son siempre hombres comunes y corrientes: “los olvidados del sueño americano: las prostitutas, los borrachos, los vagos, la gente que no puede encontrar trabajo o no quiere trabajar; él mismo vivió de eso, esa gente que no encuentra su lugar, y eso nos ha pasado a todos”.

De acuerdo con Ángel Tijerín, Bukowski dista mucho de ser un fracasado; aclaró que se le ve así porque decidió mantenerse ajeno a ese juego del que participa la gente en la sociedad: “Se le definió como fracasado, pero fue un hombre libre que sabía cómo vivir y hablaba con toda naturalidad.

Detrás de todo verso había cerveza y de todo libro, vino.

La suya, finalizó, es una vida ligada al alcohol y la literatura en la que el trabajo importa muy poco, y eso está mal visto. Su forma de narrar es sucia, pero real. No se puede hablar de sexo ni coños sin ellos. Hay mucho miedo, estamos educados en el miedo y cuando alguien habla de ello nos asusta.