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El confinamiento cambiará muchos hábitos, señala

Stepanenko: la crisis provocará que se tenga una economía más dependiente del Internet

La emergencia no da pie a la búsqueda de consensos, afirma el ex director del IIF-UNAM

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▲ Con la cuarentena la gente tiene la oportunidad de replantearse lo que ha venido haciendo, señala Pedro Stepanenko.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de junio de 2020, p. 12

En momentos como los de Covid-19 configura el escenario ideal para la toma de decisiones autoritarias bajo el argumento válido de que la emergencia no permite la búsqueda de consensos.

Para el caso de México, esto se agrava por la imperante cultura de la desconfianza, la costumbre de hacer política desde el chismorreo y la tradición de acogerse al paternalismo y no asumir la responsabilidad personal en la toma de decisiones.

Desde una panorámica general y en la opinión de quien vive y reflexiona en torno a estos meses de reclusión, el doctor Pedro Stepanenko, ex director del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM, ofrece su visión para el plano individual y social en esta pandemia.

“Como un efecto positivo, encerrarnos en casa nos permite replantearnos el sentido de lo que hacemos. Nos estamos poniendo individualmente muy filosóficos porque realmente cambió nuestra vida cotidiana; y cuando se abren estos espacios así, como de tiempo perdido, empezamos a hacernos preguntas que siempre postergamos y son muy importantes.

Creo que la gente cambiará muchos hábitos. Uno empieza a descubrir cosas y sin lugar a dudas cambiarán ciertos gustos y la manera de distribuir nuestro tiempo.

Desde su propio enclaustramiento, Stepanenko reflexiona sobre otras derivaciones de este episodio. “Tendremos una economía más dependiente del Internet, y esto favorecerá a ciertas empresas. Pero del mismo modo la desigualdad se agudizará, por si faltara más, y aquellas compañías que garantizan la comunicación por Internet (el aparato, el programa, el servicio) se enriquecerán a lo grande.

Y luego está el asunto de la seguridad. La gente cada vez sale menos. Nos sentimos más inseguros en la calle.

Durante ocho años y hasta principios de este mes, el doctor Stepanenko dirigió el IIF. Hace unas semanas participó en la grabación de unas cápsulas llamadas Cuando se abran las puertas, una iniciativa de la coordinadora de Humanidades, la doctora Guadalupe Valencia, y en las que se pedía a los convocados a pensar sobre cómo cambiará la dinámica social y el individuo ante la llamada nueva normalidad.

Y en entrevista con La Jornada, profundiza en esas impresiones. Una de las consecuencias benéficas a nivel cotidiano es que tenemos ahora la oportunidad de replantearnos muchas cosas. Hemos tenido varios meses de confusión y todavía no volvemos a ninguna normalidad. Y estos momentos son muy importantes para cada individuo porque se hace preguntas más radicales. Digamos que la pandemia ha fomentado mucho la introspección.

Y también cambiarán las relaciones personales, el contacto físico, dice. “Suena superficial, pero no lo es. Todos necesitamos caricias, que nos toquen, y creo que vamos a convertirnos en personas con más miedos. Habrá más ensimismamiento y nos costará trabajo salir de él.

Al mismo tiempo percibo también una necesidad enorme de hablar. Ya no nos vemos presencialmente pero hoy estamos más en contacto. Hacemos más esfuerzos por entender con pensamientos lo que está pasando y eso es algo que antes quizá no hacíamos tanto por estar metidos en una dinámica que ni siquiera cuestionábamos.

Pedro Stepanenko recela sin embargo de quienes desde una óptica religiosa o de cierto mal entendido ecologismo, ubican esta pandemia como un castigo o una rebelión de la naturaleza porque la hemos dañado.

La naturaleza no tiene intenciones buenas o malas, pero hay mucha gente que lo ve así y otra a la que le ha regresado el pensamiento religioso, el sentimiento de culpa.

Pero aunque suene a obviedad, para este investigador universitario no hay más: serán los médicos y los laboratorios los que encontrarán la salida al Covid-19.

Y mientras tanto, él aplaude esa forma de rebeldía que ve en gestos como el atreverse a abrazar al otro.

Esto fortalece ciertos sentimientos de solidaridad. Porque al tiempo que sí hay un aislamiento, marcada desconfianza, cada acto que llevamos a cabo está más cargado de valor. Abrazar a otro ya no es una expresión que llevo a cabo fácil, espontáneamente, sino que lo tengo que pensar y valorar más. Y eso es bueno.