Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de junio de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Noche victoriosa
D

e aquí a dos días se va a conmemorar el acontecimiento que pasó a la historia como La Noche Triste, aunque desde el punto de vista de los mexicas vencedores fue La Noche Victoriosa.

El 30 de junio de 1520 Hernán Cortés, al frente de sus huestes españolas y sus aliados indígenas, huyeron a la medianoche del palacio de Axayacatl donde se encontraban atrincherados con el emperador Moctezuma como rehén.

Sabían que era inminente un ataque por parte de los habitantes de Tenoch- titlan, que estaban indignados por la matanza que había realizado Pedro de Alvarado, a quien Cortés había encargado la ciudad mientras se iba a enfrentar a Pánfilo de Narváez.

Pretextando que estaban armados, Alvarado atacó brutalmente a los guerreros y pueblo mexica que estaban realizando una de sus fiestas religiosas más importantes. Fray Bernardino de Sahagún relata: Dieron un tajo al que estaba tañendo el tambor, le cortaron ambos brazos y luego lo decapitaron, lejos fue a caer su cabeza cercenada, otros comenzaron a matar con lanzas y espadas; corría la sangre como el agua cuando llueve, y todo el patio estaba sembrado de cabezas, brazos, tripas y cuerpos de hombres muertos. En el Templo Mayor padecieron y murieron entre 300 y 600 hombres, mujeres y niños.

Con la esperanza de que lograra calmar al pueblo enardecido, se cuenta que Cortés pidió a Moctezuma que hablara con su gente. Bernal Díaz del Castillo narra que el monarca subió a uno de los muros del palacio para tratar de tranquilizarlos. Sin embargo, la turba furiosa arrojó piedras, una de las cuales lo hirió gravemente; falleció tres días después a causa de la herida. Hay otra versión que dice que los españoles lo asesinaron cuando fracasó en el intento de calmar a la multitud.

Al verse perdidos los españoles decidieron huir con sus aliados indígenas; guardaron el oro y piedras preciosas en alforjas y construyeron un puente portátil. El plan era salir de Tenochtitlan por la calzada de Tlacopan (hoy Tacuba) para dirigirse a Tlaxcala y reagruparse con sus aliados.

Salieron sigilosamente, pero se dice que una mujer los vio y dio la alarma, lo cual llevó a que los enfurecidos mexicas los atacaran con fiereza. Cortés cuenta en su segunda carta de relación a Carlos V: “Y llegado a la dicha ciudad de Tacuba, hallé toda la gente remolinada en una plaza, que no sabían dónde ir […] En este desbarato se halló por copia, que murieron ciento y cincuenta españoles y cuarenta y cinco yeguas y caballos, y más de dos mil indios que servían a los españoles…”

Por su parte, Bernal Díaz del Castillo relata de la llegada a la ciudad de Tacuba: ...Volvamos a Pedro de Alvarado, que como Cortés y los demás capitanes le encontraron de aquella manera y vieron que no venían más soldados, se le saltaron las lágrimas de los ojos...

Lo que nunca aparece en los relatos es el famoso árbol donde se supone que Cortés lloró. Los restos quemados se conservan en una placita sobre la calzada México-Tacuba.

En marzo de 1981 se realizaban obras en el costado norte de la Alameda, en la que fue la Calzada de Tlacopam, para hacer un conjunto de oficinas para el Banco de México.

Un trascabo extraía cieno del lecho de un canal que sería identificado como la vieja acequia de Toltecaacaloco (en el canal de los toltecas) y a casi cinco metros de profundidad, la excavadora removió con su cucharón una barra metálica amarilla que tenía forma cuadrangular y una marcada curvatura. Uno de los trabajadores del INAH descendió al fondo de la fosa para rescatarla. Era don Félix Francisco Bautista, quien la sacó y se negó a entregarla a los ingenieros de la constructora y logró dársela a los arqueólogos del INAH.

Era el ahora conocido como Tejo de oro; el destacado arqueólogo Leonardo López Luján relata en la revista Arqueología todas las peripecias del hallazgo y la identificación histórica y física. La conclusión es que fue una de las piezas con las que iban huyendo los españoles la noche del 30 de junio de 1520. Ahora se puede apreciar en el Museo Nacional de Antropología, como testigo mudo de esa noche feliz para los mexicas de Tenoch-titlan, pero consignada en la historia como La Noche Triste.