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Norah Jones planta nuevo disco: siembra una flor
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▲ El 4 de junio pasado, Norah Jones interpretó en vivo una pieza de Duke Ellington dedicada a George Floyd y a todos los que han muerto de manera injusta.Foto Captura de pantalla
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de junio de 2020, p. a12

Norah Jones nos entrega una nueva obra maestra.

Desde su título, Pick me off the floor, es un rejuego de significados semánticos puestos en vida en su voz, la mejor en el orbe desde que expiró Billie Holiday pero dejó en ella escuela. El nuevo disco posee un sentido exquisito de la instrumentación y, sobre todo, su valor más elevado, la contundente sencillez.

Es un estricto ejercicio de poesía:

Tanto lloro
por la pérdida
que mi llanto crepita en mi barbilla
y se arrastra hacia el corazón y mi
pelo
y a mi piel y al aire
que forma remolinos alrededor
de mi desnudez

Esos son los primeros versos de How I weep, la pieza inicial del álbum. Los versos completos del disco se deslizan desde zonas sepias de la introspección, los primeros cortes, hasta la claridad sonriente, los finales.

Toma nuevamente por sorpresa a la crítica especializada que divaga en devaneos.

Como todo acto creativo, la magia de este disco sucede de manera natural y a la autora, Norah Jones, le tiene sin cuidado que medios de la altura profesional de The New Yorker lancen equívocos, como el de ubicarla en la zona del easy listening y de accesorio del estilo de jazz para coctel y se pregunten, inútilmente: ¿es Norah Jones una cantante de jazz?, ¿una chanteuse milenial? para, finalmente, devolverla al casillero donde equivocadamente han intentado sujetarla los mass media: Her characteristic moods of melancholy and regret.

Los medios de comunicación de consumo también la han intentado apresar como cantante pop.

Ella, Norah Jones, simplemente sonríe. Y canta:

And I march and I dance
And I sing and I laugh
And I laugh and I laugh

La música de Norah Jones tiene el encanto de un ritual, el poder de un conjuro, la magia de un talismán. Su capacidad expresiva resuena en el escucha de manera semejante a como una flor florea: el escucha percibe la calidez del viento, la luz sobre los pétalos y sonríe frente a la flor abierta en flor sin haberse percatado en qué momento ocurrió tal prodigio. El florear.

La flor es flor. El encanto su florear.

Es debido a esa sencillez que los ocupados en contar el cash, en hacer tintinear la caja registradora de ganancias, no saben en qué florero poner esa lindura, la música de Norah Jones, porque en realidad no se ha movido del suelo. Florea frente a nuestros ojos, vierte su clorofila en nuestros oídos y luce sus colores así nomás, sin aspavientos.

¿Cómo se construye una canción, una obra maestra?

Igual: se planta la semilla, se riega el surco, se mima, se cuida. Se cultiva. Y cuando está lista, los colores vienen solos.

Al escuchar el nuevo disco de Norah Jones, uno está desnudo frente al prodigio de la creación y observa el tejido fino: la trompeta musita en el momento adecuado mientras una guitarra eléctrica hace temblar el cielo oscuro, movido por un relámpago.

A la flor la mueven voces nacidas de un sueño: un trabajo formidable de voces femeninas, backing vocals, como las que escuchamos en la pieza siete del disco, para nuestro gusto la más hermosa de las 11 que componen el álbum: To live:

If love is the answer
In front of my face
And I’ll live in this moment
And find my true place

Un coro de alientos-metal se funde con un coro de voces femeninas que se funden con la voz de seda y mirra de Norah Jones. Un soul muy fino, un gospel elevado. Nos transporta, ojos cerrados, a la magia del ritual: la música que suena y embelesa de manera muy sencilla: igualito como hace la flor.

La pieza 11, Heaven above, es un blues nacido del alma. Explica la naturaleza de la música de Norah Jones: una forma moderna del blues, esa música de combate sin furia, de lucha sin tregua, de protesta y dignidad llamada blues y que muchos confunden con tristeza. La música blues, todos lo sabemos, no es música triste, como dicen quienes colocan los discos en los compartimentos estancos de la tienda expendedora.

El título, explicó Norah Jones al reportero Chuck Arnold, del New York Post, tiene que ver con eso, con el ejercicio del espíritu que realizamos cada vez que nos replegamos para juntar los pedacitos y hacernos más fuertes cada día:

“Estas canciones –explica Norah Jones– en realidad tratan de lo humano, que incluye sentirse de pronto derrotado pero al final, levantarse uno mismo. Por eso titulé así mi disco”.

Se trata, resumió al reportero Arnold, “de procesos por los cuales transitamos los humanos… es en lo que andamos día con día”.

Además de explicar la naturaleza de su nuevo disco, Norah Jones contó al reportero Arnold que tiene un ritual que data de hace unos 10 años: escucha cada mañana el hermoso disco de Ali Farka Touré y Toumani Diabaté, titulado En el corazón de la luna (que reseñó el Disquero cuando fue lanzado mundialmente).

En cuanto nos ubicamos en el corazón de la Luna el mundo suena vegetal, acuoso, arenosito, húmedo y tierno. Una vez que hemos puesto en el aparato reproductor el disco titulado En el corazón de la luna el mundo suena diferente, es más hermoso aún. Late.

Ese es el primer párrafo de la reseña que escribí y publiqué aquí el 10 de diciembre de 2005.

Norah Jones lo pone a sonar “como una plegaria de cada mañana. Y lo escucho para hacer yoga y… mis dos pequeños hijos (ella de cuatro años, él de seis) ya se sienten muy cómodos con este disco, los pone en tierra”.

Con su nuevo disco, Take me up off the floor, Geethali Norah Shankar Jones nos pone de pie todos los días:

To live in this moment
And finally be free
Is what I was after
No chains holding me
If love is the answer
In front of my face
And I’ll live in this moment
And find my true place

Nos conmueve como hizo hace unos pocos días, cuando se sentó frente al piano vertical de la sala de su casa para interpretar, en vivo a través de Facebook, una pieza de Duke Ellington, Fleurette Africaine, en homenaje a George Floyd, asesinado por los representantes del poder.

Norah Jones ha realizado microconciertos cada tarde de martes en la sala de su casa, transmitidos en línea como un ritual, para acercarnos más:

I’ll sing a song
I’ll have the time
And I’m holding on
To what is mine
I’ll kiss the dawn
Of a new day
And then I’ll
stumble on my way

Esa bella pieza, hermosísima como una flor, Stumble on my way, penúltima del disco, procura en la naturaleza humana, en el trajín de tropezar y levantarse. Soul, gospel, blues. Música espiritual. Esa es la naturaleza de la obra de una compositora que ya pasó a la historia por su genialidad. El trabajo fino de su voz y la instrumentación (música clásica, cuarteto de cuerdas, alientos metales, fundidos hasta sonar como una raga, emblema de la música clásica de India, territorio de su hermana, Anoushka Shankar).

El nuevo disco de Norah Jones, Pick me up off the floor, es un ritual y consiste en agacharse y recoger la flor del piso y ponerla en su lugar, en un florero en el centro de la sala de la casa y aún mejor: plantar la flor en la terraza, para gozo de los niños y alegría de los colibríes.

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