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Atienden hasta 60 llamados al día

En Neza, incluso quienes piden ayuda agreden a los paramédicos

El municipio, primero en contagios en Edomex, con 2 mil ocho casos

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▲Paramédicos de Nezahualcóyotl acuden a un llamado de emergencia ante un posible caso de Covid-19 en la colonia estado de México, de ese municipio.Foto Diana Ramón
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 4 de junio de 2020, p. 27

Nezahualcóyotl, Méx., De ser una labor respetada por la población y por quienes requieren de sus servicios, paramédicos de rescate municipal se han convertido en víctimas de discriminación, agresiones e intromisión a su labor, incluso por aquellos que llaman a los números de emergencia pidiendo auxilio para que se valore a familiares que presentan aparentes síntomas de Covid-19.

Nezahualcóyotl ocupa el primer lugar en el estado de México y el octavo sitio nacional en casos confirmados (2 mil ocho), sospechosos (766) y decesos (203) por coronavirus. Los rescatistas atienden hasta 60 servicios diarios sin importar que pueda tratarse de una falsa alarma.

Los siguientes son testimonios recabados durante una jornada de acompañamiento a los responsables de atender las llamadas de urgencias que diariamente se reciben en el puesto de mando C-4 de la policía municipal.

Dyan Enrique González, Carlos López y Marco Antonio Briseño, paramédicos de turno, narran cómo ha cambiado su vida con la llegada del Covid-19 a esta localidad conurbada a la Ciudad de México.

Señalan que, con la pandemia, uno hace la chamba de paramédico, sicólogo, enfermero, orientador o lo que la situación requiera. Aceptan sentir impotencia cuando encuentran por todos lados a personas que no creen en la pandemia y que pueden ser transmisores del virus.

Explican que una vez que entra una llamada de auxilio, personal médico aplica una primera encuesta y determina si es necesario el envío de una unidad de servicios de emergencia. De ser así, cuando los paramédicos arriban al domicilio aplican un segundo cuestionario y entonces se decide si ingresan.

Es en esta etapa cuando ha habido agresiones e intromisiones. En cuanto la familia observa que los paramédicos empiezan a colocarse el traje y equipo de protección para evitar contagios, les exigen explicar por qué lo hacen.

A la inconformidad se suman los curiosos, quienes ponen en duda su labor y dejan entrever que son ellos los portadores del virus y quienes podrían contagiarlos.

Carlos dice al reportero: ¿Viste cómo la familia se alteró al ver que mis compañeros se equiparon? Esta situación es común.

No digas que es coronavirus

A dondequiera que van les preguntan si ese traje es el mismo que utilizaron para otra emergencia y les advierten que no quieren infectarse en caso de que su paciente enfermo no sea sospechoso de Covid-19.

Dyan es uno de los paramédicos más jóvenes de rescate municipal. Ha enfrentado agresiones de curiosos y de la propia gente que pide el servicio. En el momento en que se pone el traje especial, previamente desinfectado, lo abordan para increparlo.

Le advierten: No vengas y digas que es coronavirus, a pesar de que la valoración arroja un caso sospechoso de contagio; en muchas ocasiones los familiares se niegan aceptar la situación. Insisten en que su pariente tiene cualquier otra enfermedad, menos Covid-19, relata el rescatista de 23 años.

Paramédicos entrevistados coinciden cuando narran lo vivido. Al principio sus familias les pedían que se cambiaran de área de trabajo, que los asignaran al cuerpo de bomberos o de policía, donde no estuvieran tan expuestos al contagio, o de plano que buscaran otro empleo.

Después de terminar su turno, ya en sus respectivas casas, Dyan Enrique, Carlos y Marco Antonio son sometidos a todo un ritual de higiene antes de permitirles convivir con el resto de la familia; como en muchos casos, toman precauciones para evitar llevar el virus a su morada.

No obstante, la incertidumbre prevalece. Dyan Enrique, por ejemplo, decidió no exponer a su bebé de cuatro meses y desde el inicio de la pandemia únicamente tiene contacto visual con su hija por videollamadas.

Los elementos de rescate municipal sienten estrés y en cada turno se preguntan cuántos casos atenderán, cuántas personas morirán a causa del coronavirus o si serán agredidos por la gente. Pese a ello, mantienen firme su vocación y disfrutan su labor.