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Judith Butler reflexiona en El Aleph sobre la posibilidad de un mundo pospandémico vivible

Quienes ponderan la salud económica sobre la humana, sostienen que el lucro es más importante que la vida, destacó la filósofa en conferencia en línea

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▲ La conferencia Lo que hace que la vida sea habitable está disponible en el canal de YouTube de Tv UNAM.Foto Captura de pantalla
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de junio de 2020, p. 7

En un mundo pandémico, ¿cómo lograr que la vida sea vivible sin poner en riesgo la salud de los trabajadores, de los pobres, los migrantes, la raza negra, los ancianos? ¿Cómo hacer este mundo vivible sin seguir dañando al medio ambiente, sin poner al mercado por encima de la salud, sin que sea el capital pospandémico el que decida quién vive?

La ponencia que ofreció la filósofa Judith Butler (Cleveland, 1956) fue una pregunta constante y un llamado de alerta: “Quienes creen que la ‘salud de la economía’ es más importante que la ‘salud de la población’ siguen una receta que afirma que el lucro y la riqueza son, a fin de cuentas, más importantes que la vida humana”.

Butler, considerada una de las intelectuales más importantes de la actualidad, participó en El Aleph: Festival de Arte y Ciencia con una videoconferencia grabada, que se transmitió por diferentes redes sociales y se encuentra disponible en el canal de YouTube de Tv UNAM ( https://youtu.be/4qhh0SAcqtc ).

Factor cambio climático

El título de la conferencia es Lo que hace que la vida sea habitable (What makes for a livable life), y se inició con la pregunta: ¿Qué constituye un mundo habitable?

Son dos preguntas distintas. La primera afirma la prioridad del mundo y se pregunta cómo debe ser y cómo pueden habitarlo los seres humanos y no humanos. La segunda plantea una distinción entre vidas vivibles e invivibles. Cuando hablamos del mundo, hablamos de habitar, no sería así si habláramos de la Tierra. Quedan muchos lugares de la Tierra donde no viven seres humanos, pero el mundo es siempre un espacio y un tiempo habitado.

Qué significa vivir en un mundo vivible en medio del cambio climático. Si los humanos habitamos la Tierra sin ningún cuidado por la biodiversidad, sin detener el cambio climático, sin limitar las emisiones de carbono, estamos produciendo un mundo inhabitable. Puede que el mundo y la Tierra no sean la misma cosa, pero si la destruimos, también acabamos con nuestros mundos.

No se trata de debatir si la pandemia es una consecuencia directa del cambio climático, pero sí es importante hacer hincapié en que estamos viviendo en una pandemia mundial en condiciones de cambio climático; eso significa que nuestra relación con el aire, el agua, la comida y el resguardo que ofrece el medio ambiente, que ya se encontraba afectado en un contexto de cambio climático, se vuelve más problemática en medio de una pandemia. Son dos problemas distintos pero que se condensan y sobredeterminan en el presente pandémico.

Las medidas adoptadas, como la interrupción de viajes y la actividad económica, ha permitido un respiro a la prolongada contaminación, pero podría ser pasajero, toda vez que esas medidas no se tomaron pensando en el medio ambiente.

No. La causa fue el temor a que los seres humanos pudieran contraer el virus en sus lugares de trabajo y a bordo de aviones; es decir, las razones fueron eminentemente humanas. No ha habido una discusión sobre el antropoceno. Y, sin embargo, la pandemia muestra cómo se podría regenerar el mundo natural si se restringiera la producción, si los viajes se redujeran y las emisiones y la huella de carbono disminuyeran.

Potente y vulnerable

Su conferencia se realizó vía Internet por la imposibilidad de viajar a México “por las restricciones que buscan protegerme de un virus que podría cobrarse mi vida, pero también impedirme que transmita un virus que no sé si tengo y que podría cobrarse otras vidas.

“En otras palabras, me dicen que no muera, que no ponga a otros en situación de riesgo de enfermedad o muerte. Y yo tengo que decidir si acepto esa petición.

Para entender las dos partes de ésta, tengo que verme como alguien capaz de contagiar el virus, pero también como alguien que puede infectarse. Soy, al mismo tiempo, potente y vulnerable, poderosa y expuesta, capaz de causar daño, pero también de sufrirlo. No se puede escapar de esa polaridad. Pareciera que lo que me sujeta a los otros es la posibilidad de causar o sufrir daño, y, tanto mi vida como la suya, dependen de conocer hasta qué punto nuestras existencias dependen de cómo actúe cada quien.

Aprovechar la oportunidad que brinda la pandemia es algo discutible; “personalmente, no creo que abra las puertas de un futuro utópico. Tampoco me parece inevitable que el desenlace sea una distopía. Lo que sí creo, en cualquier caso, es que los términos del conflicto se agudizan, y que debería surgir un acuerdo colectivo renovado con la igualdad social y económica a partir de estas nuevas revelaciones sobre la forma en que estamos sujetos los unos a los otros.

“Como sabemos, la pandemia tiene lugar en un contexto de cambio climático y destrucción del medio ambiente. Pero también en el contexto de un capitalismo que sigue considerando desechables las vidas de los trabajadores. Algunos de nosotros contamos con seguro de salud y medidas preventivas en nuestros lugares de trabajo, pero la mayoría de la gente no, y los intentos por garantizarlas con demasiada frecuencia caen en saco roto.

Así que, cuando en Estados Unidos nos preguntamos cuáles son las vidas más amenazadas por la pandemia, resultan ser los pobres, la comunidad afroestadunidense, los migrantes recientes, la población de las cárceles y los ancianos. A medida que abran los comercios y la industria vuelva a ponerse en marcha, no habrá manera de proteger del virus a tantos trabajadores.

Mientras se trabaja en una vacuna, surge la pregunta de quién la va a tener primero, cuánto va a costar, y si se distribuirá de forma gratuita, o si serán quienes más la necesiten los primeros en acceder a ella. Aquí, “la cuestión de la igualdad se suma a la de la distribución de estas drogas; veremos si la colaboración mundial logra imponerse al nacionalismo y a los intereses del mercado.

Debemos luchar por un mundo en el que defendamos el derecho a la salud de los desconocidos del otro lado del mundo con el mismo fervor con el que defendemos el de nuestro vecino. Puede parecer poco razonable, pero tal vez haya llegado el momento de deshacernos del prejuicio nacionalista que sesga nuestra concepción de lo razonable.