Monserrat Alarcón, campeona átomo de la Asociación Mundial de Boxeo, vive desde hace meses con episodios alternos de frustración. En septiembre de 2019 conquistó el título en Japón y su primera defensa se fue alejando por distintas razones. Estaba pactada para febrero, un imprevisto la recorrió a marzo y entonces la pandemia de coronavirus tiró los planes de todo el planeta.

La incertidumbre de qué va a pasar es lo peor, lamenta; yo pospuse mi primera defensa y cuando ya la tenía en puerta, se cayeron todos los compromisos y quedamos varados, sin futuro y sin ingresos.

Desde entonces, Monserrat está atenta al desarrollo de la información para hacer cálculos de las decisiones que tomará. Cuando los escenarios parecen lejanos, quizás en julio o agosto, entonces una angustia la invade.

El eventual regreso de funciones a puerta cerrada puede ser una esperanza. Pero al mismo tiempo todo el gremio se encuentra en pausa y con necesidad de ganar dinero lo antes posible.

Vamos a ser muchos boxeadores con la mano levantada, impacientes por trabajar, visualiza; y por otra parte, serán pocas las oportunidades. Pocas funciones con pocas peleas no van a ser suficientes para tanto boxeador.

Los campeones, los que sean más reconocidos por la afición, tienen más posibilidades de recibir ofertas de trabajo.

Yo, tal vez, tenga una mínima ventaja por ser campeona del mundo, confía Monserrat; pero tampoco es que sea una privilegiada; creo que todos vamos a estar atentos a que salga una pelea con o sin público.