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Pandemia
A la pena de perder a un familiar se suma el dolor de estar infectado

Angustia de decenas de pacientes

 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de mayo de 2020, p. 6

Al dolor por la pérdida de un ser querido a causa del Covid-19 se suma uno más: el miedo, cuando uno o más integrantes de la familia descubren que adquirieron esta enfermedad. En muchos hogares mexicanos se viven largas jornadas de angustia ante la posibilidad de que el escenario de muerte se repita.

Los nuevos contagiados intentan mostrar fortaleza para no preocupar demasiado al resto de sus familiares, pero muy en el fondo –señalaron algunos en entrevistas con La Jornada– hay un temor creciente.

Gloria Rubio, de 44 años de edad, se contagió del nuevo coronavirus en la maquiladora para la que trabaja, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Hace unos días, su padre murió a causa del mismo padecimiento, aunque al parecer él se infectó en un viaje que realizó a finales de marzo a la Ciudad de México y a Oaxaca.

Una vez que su padre fue ingresado en estado grave a la clínica 66 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), nadie de su familia lo volvió a ver. Te mueres solo y aislado. No nos pudimos despedir, y eso duele mucho. Uno de mis hermanos también enfermó y sabernos contagiados es un tormento para nosotros y para nuestra familia.

Un par de días antes del deceso de su papá, Gloria presentó varios síntomas. Intentó hacerse la prueba de laboratorio para confirmar el contagio, pero en Ciudad Juárez son imposibles de pagar, pues cuestan hasta 25 mil pesos.

Conforme su salud física empeoraba con la aparición de síntomas graves y muchas dificultades para respirar, en su mente se configuraba una sola idea: Debo evitar de cualquier forma que mi esposo o mis (tres) hijos se contagien, esa es mi mayor angustia. Estoy aislada en un cuarto de la casa, no permito que se acerquen ni a la puerta; la única forma en que nos comunicamos es por celular, incluso para decirles cómo preparar la comida.

El peor momento

Hace dos domingos su familia vivió la peor crisis. Ella presentó un intenso dolor en el pecho y no podía respirar. La angustia la llevó al exterior de su casa. Su esposo e hijos (de 20, 17 y 8 años de edad) la siguieron asustados y al verlos tan cerca les advirtió a gritos que no se le acercaran, que regresaran al departamento. Fueron minutos de pánico, pero logró reponerse y regresar a su habitación. Todos llorábamos. El dolor físico llega a ser terrible, pero es mucho más no poder abrazarlos en medio de esta incertidumbre.

La zozobra para Valentina es semejante. Su esposo Fernando, de 44 años, murió en el Hospital Juárez de la Ciudad de México. Ni ella ni sus dos hijos pudieron acompañarlo, pues todos están contagiados. Los tres se encuentran aislados y han sido un par de vecinos quienes les han brindado apoyo, incluidos los trámites por la defunción, pues el resto de su familia vive en el norte del país.

Todo el tiempo pienso en que los niños o yo podemos morir. No duermo por la ansiedad. Necesito estar bien, salir adelante, no me puedo permitir morir y dejarlos solos, pero a la vez, me aterra pensar que puedo perder a alguno de los dos, refirió Valentina en medio del llanto.

El hermano de Elizabeth murió en el Hospital Juárez. Ella y su esposo también estuvieron expuestos al virus. Hay mucha gente ahí, nos alejábamos y dormíamos en una jardinera, rodeados de cucarachas. Rodolfo estuvo 11 días internado hasta que nos dieron la noticia, no podíamos pensar en nada, ni siquiera en que estuviéramos contagiados.

Concluidos los trámites funerarios, fueron conscientes del riesgo. No pudieron costear el diagnóstico de laboratorio –ella fue despedida de su empleo debido a que faltaba por estar al pendiente de su hermano–, y aplicaron el servicio de SMS operado por las autoridades sanitarias. La respuesta los dejó helados: De acuerdo con tus respuestas tienes un riesgo alto de tener Covid-19.

Para Julia, de apenas 22 años de edad, la partida de su madre por esta enfermedad ha sido el proceso más doloroso de su vida. Cuando le informaron de la muerte, de alguna forma logró llegar hasta la sala donde estaba el cuerpo. ¡Es mi mamá, carajo! Nada me importó y seguro ahí me contagié. Al igual que ella, puedo morir, y el dolor por su ausencia es tanto, que a veces pienso que sería lo mejor.