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Tres años del asesinato del corresponsal de La Jornada

Ahora florece el cariño que Javier Valdez sembró: Griselda Triana

Lo recordaremos desde el confinamiento leyendo fragmentos de su trabajo, afirma su viuda

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▲ Los años transcurridos han demostrado que el periodismo de Javier es de esos que resisten el tiempo, señala Griselda Triana (izquierda) en entrevista con este diario. A la derecha, el corresponsal durante una protesta en Sinaloa.Foto Marco Peláez y La Jornada
 
Periódico La Jornada
Viernes 15 de mayo de 2020, p. 9

Griselda Triana, esposa de Javier Valdez Cárdenas, el corresponsal de La Jornada en Sinaloa y cofundador del semanario Ríodoce, recuerda que hace años se anunció en Culiacán la visita de María Herrera, la michoacana de Pajacuarán que hace 12 años busca a sus cuatro hijos desaparecidos, para una actividad.

“‘Tengo que conocer a esa mujer’, me comentó Javier. Y la conoció; la llevó a casa a convivir conmigo y nuestros hijos, y tejió con ella una amistad y un vínculo tan fuerte que desde hace tres años, doña Mari, esa gran luchadora, ya no sólo se manifiesta con las cuatro fotografías de sus hijos desaparecidos. Ha adoptado una más: la de Javier.”

Así, desde una serenidad que a veces logra encontrar en tres años de duelo y lucha por la justicia, Griselda concluye: Javier sembró mucho cariño a lo largo de su vida. Eso es lo que ahora florece.

Tres años ya desde esa fecha fatídica en la que, a mediodía del 15 de mayo, un vehículo interceptó el coche de Javier Valdez en la céntrica calle Vicente Rivapalacio de la capital culichi, con tres hombres a bordo. Dos de ellos descargaron sus armas –12 disparos– contra el cuerpo del periodista, quien quedó tendido bocabajo sobre el pavimento, con su infaltable sombrero panamá a un lado.

Tres años transcurridos, y el esclarecimiento, la verdad y la justicia en este caso emblemático –uno más entre cerca de 150 expedientes de periodistas asesinados en Mexico y una veintena más desaparecidos– apenas ha recorrido un corto tramo del camino, con dos de los homicidas materiales presos, uno de ellos ya sentenciado a 14 años de cárcel; otro en un proceso judicial suspendido temporalmente por la emergencia sanitaria. Está, además, un presunto autor intelectual detenido en Estados Unidos y con incierto juicio de extradición pendiente. Se trata de Dámaso López Serrano, El Mini Lic, cabeza de una fracción disidente del cártel de Sinaloa junto con su padre, Dámaso López, El Lic. Él está en una prisión de San Diego, California, donde se entregó desde 2017.

El gobierno mexicano empezó apenas en enero un proceso de extradición que podría durar años contra el hombre que decidió y ordenó el asesinato del periodista, ya que antes deben desahogarse otros cargos ante la justicia estadunidense.

El sentenciado es Heriberto Picos Barraza, alias El Koala, conductor del vehículo que transportó a los pistoleros. En espera de la última audiencia judicial, donde se conocerá el fallo y la sentencia, está Juan N, El Quillo, uno de los ejecutores. Un segundo gatillero, Luis Sánchez Romero, El Diablo, fue encontrado incinerado en Sonora en 2017.

Conmemoración distinta

En este tercer aniversario, como sucedió el 23 de marzo, cuando también se cumplieron tres años del asesinato de la corresponsal de La Jornada en Chihuahua, Miroslava Breach, no habrá marchas, conmemorativos ni flores en el cementerio, ni discursos y puños en alto.

“Es un aniversario diferente al que habíamos planeado hace tiempo –dice en entrevista Griselda Triana–. Va a ser muy difícil para nosotros no ir al lugar donde descansan sus cenizas, estar sin el abrazo de sus amigos, sus familiares, pero nos toca ser responsables y guardar el confinamiento. Vamos a conmemorarlo de otro modo. Ríodoce lleva toda la semana publicando testimonios. Yo estoy publicando en mis redes párrafos de su libro Periodismo en tiempos violentos y fotos desde sus años estudiantiles hasta los últimos días en que estuvo vivo. Y hoy habrá un evento en Internet donde desde muchos lugares del mundo vamos a confluir sus amigos para leer fragmentos de sus reportajes.”

Además de ser viuda de Javier Valdez, Griselda es una periodista desplazada. Por amenazas y una situación incierta, después del asesinato de su cónyuge tuvo que abandonar su trabajo en la radio de la Universidad Autónoma de Sinaloa y su casa. Su hijo Francisco debió abandonar sus planes y amigos en Culiacán, y más recientemente su hija Tania y su marido también se vieron obligados a mudarse de Mazatlán, donde empezaban a forjar sus carreras profesionales como biólogos, para acogerse al Mecanismo de Protección de Periodistas en la Ciudad de México. Con altas y bajas, acompañados de amigos y un equipo de sicólogos y siquiatras, hemos resistido, nos hemos hecho fuertes. Llegamos a este tercer aniversario agüitados, pero resistiendo.

Su influencia en periodistas jóvenes

Los años transcurridos han demostrado que el periodismo de Javier Valdez es de esos que resisten la prueba del tiempo. “Muchos jóvenes que han llegado a sus libros de alguna manera me lo dicen: no sólo está vivo, sino vigente. No digo que la mayoría, pero sí muchos periodistas que siguen reportando para arrojar luz sobre las zonas más terribles y oscuras de la realidad nacional lo siguen haciendo en parte por la influencia de esa determinación de Javier de no callar nunca. Ellos tampoco van a permitir que los callen.

“Me di cuenta de esa influencia cuando estaba leyendo el trabajo ganador del Premio Breach-Valdez, Matar a un hijo, de Alejandra Crail. Los periodistas jóvenes también tienen esa determinación de escribir estas historias tristes y dolorosas, pero necesarias.”

Griselda recuerda una conversación con un reportero sinaloense: “Me contó que él y Javier, sin ser amigos, sino apenas conocidos, coincidieron en una de esas coberturas de las brigadas de madres buscando a sus hijos desaparecidos. Cuando terminaron la tarea de reporteo y se despidieron, Valdez le dijo a su colega, algo más joven que él: ‘ahí te las encargo; no las dejes solas’”. Se refería a las madres buscadoras, que Valdez definió como rastreadoras. Ellas habrían de adoptar ese nombre para su movimiento.