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Migradólares: migrantes solidarios
L

a paradoja de siempre. En tiempos de crisis los ricos sacan su dinero del país y los pobres migrantes mandan sus remesas.

Hace unos días fue noticia de primera plana que los envíos de remesas batieron todos los récords. Fueron 4 mil millones de dólares los que se recibieron en el mes de marzo.

El presidente López Obrador les agradeció públicamente.

No era para menos, las fuentes de divisas del país han colapsado con la pandemia y la crisis económica. El petróleo está por los suelos, ya no son petrodólares como en otros tiempos. El turismo y sus negocios aledaños, que dejaban millones de dólares, viven la peor época de la historia; las exportaciones están en niveles mínimos y la inversión extranjera brilla por su ausencia. En resumen, hay un déficit importante en la balanza de pagos.

Diversas razones pueden explicar este incremento inusitado de remesas. En primer lugar, la solidaridad. Muchas familias mexicanas han perdido el empleo o simplemente no pueden trabajar y obtener ingresos. Las remesas cumplen esta función primordial de apoyar a sus familiares con el gasto diario, la manutención, el pago de servicios. En momentos de necesidad, la solidaridad del pueblo migrante mexicano siempre se ha hecho presente.

Pero lo que llama la atención es cómo en un momento de crisis total por la pandemia y el desempleo masivo los migrantes envían dinero a México, cuando ellos también están en una situación de extrema vulnerabilidad.

En ese sentido, además de la pandemia, hay que tomar en cuenta el contexto social y político que se vive en Estados Unidos. La experiencia migrante se ha convertido en una pesadilla con las reiteradas amenazas del susodicho de la Casa Blanca, con el incremento de la xenofobia y el racismo en la base social de los republicanos y con la amenaza permanente de ser deportados.

En segundo término, los migrantes mexicanos están repatriando sus ahorros, muy especialmente los indocumentados, que no tienen acceso a cuentas bancarias dónde guardarlos. Los migrantes avizoran tiempos difíciles: menos horas de trabajo, desempleo, redadas y deportaciones. En la actualidad, el único sector que tiene asegurado el trabajo y cuenta con protección ante la deportación es el agrícola. Todos los demás ya están en la fase más aguda del desempleo.

Repatriar los ahorros es una manera de asegurar condiciones para el retorno y prevenir su posible pérdida. Hay ocasiones en que los migrantes que han sido capturados y van a ser deportados llaman al consulado para que algún funcionario vaya a rescatar, de un escondite, varios miles de dólares que tenían ahorrados.

En los años recientes se percibe un incremento persistente de las remesas, que pasaron de 27 mil millones de dólares en 2016 a 36 mil en 2019. Resulta complicado explicar este incremento, porque de manera paralela, el flujo de migrantes indocumentados se ha reducido de manera persistente desde 2007. Es posible que esta reducción se compense, en parte, con los cerca de 300 mil trabajadores temporales que van cada año a trabajar a Estados Unidos y que son remesado-res netos.

Por otra parte, había un incremento notable de migrantes legales con visa de residentes, 170 mil en los años recientes, en promedio y además se naturalizan 110 mil mexicanos cada año. Los migrantes legales suelen enviar menos remesas que los indocumentados porque su futuro ya está definido en Estados Unidos al tener visas de residente o convertirse en ciudadanos.

Un tercer factor que puede explicar este incremento es la devaluación de 20 por ciento de la moneda mexicana frente al dólar. En estos momentos, las remesas rinden mucho más en el gasto diario, pero también en las inversiones. Hay migrantes que aprovechan esta situación para comprar casas o terrenos que todavía no han subido de precio.

Finalmente, hay que considerar un cambio generacional. Los migrantes que fueron legalizados en 1986, hace 34 años, ya están retirados y muchos planean regresar, unos de manera definitiva y otros por temporadas. La mayoría de estos migrantes tienen pensiones y ahorros que parcialmente se gastan en México.

Pero no hay que cantar victoria. Durante la crisis de 2008 se dio un descenso notable de las remesas. Se había llegado a un máxi-mo de 26 mil millones de dólares en 2007 y cayó de manera progresiva hasta 21 mil en 2010. Demoró tres años revertir la caída.

Se pronostica un descenso similar de las remesas, de aproximadamente 20 por ciento para los próximos años, que ciertamente serán muy difíciles para la población migrante en Estados Unidos y también para sus familias en México.