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¿La fiesta en paz?

Pandemia taurina, ¿incontrolable? / La advertencia de don Nacho Trelles

¿H

a escuchado usted algún pronunciamiento de los taurinos en torno a la relación coronavirus-fiesta de toros? ¿Precisar cómo afecta la llevada y traída pandemia a la maltratada tradición? ¿Si hay el propósito de corregir criterios, oferta de espectáculo, selección más esmerada de toros y toreros, promoción, publicidad, mercadotecnia y proyectos culturales? O si la tauromaquia de México en particular y la del resto de los países en general, ¿seguirá con su torpe política de espaldas a la sociedad? Ya se repartieron Sevilla, ¿seguirán repartiéndose el mundo?

El flujo anual de 6 mil 900 millones de pesos que genera la fiesta de los toros, según la defensora asociación Tauromaquia Mexicana, ¿cuánto disminuirá luego de la pandemia? De los 80 mil empleos directos, 146 mil indirectos y más de 800 millones de pesos que por concepto de impuestos arroja la actividad taurina, ¿qué quedará una vez concluidas cuarentenas, confinamientos y suspensiones? ¿Qué tanto se reducirán los festejos y el número de espectadores? Son preguntas que no han merecido respuesta por parte de los directamente involucrados en la industria de los toros, en ese añejo y perjudicial mutismo que los caracteriza.

Tras la pandemia el porvenir se presenta más incierto que nunca, dados los daños colaterales causados por esta parálisis económico-laboral y educacional tan inducida como nociva. Luego de los diversos confinamientos, sobrevendrá un futuro inédito por diametralmente distinto, dadas las circunstancias en que quedará el sistema, disfuncional mucho antes de imponerse esta inmovilidad para salvar vidas y otras historias.

La pandemia taurina –virus mortífero que ha tergiversado el toreo al confundir bravura con repetitividad sin emoción– sólo podrá empezar a controlarse si antes se replantea, en serio, un modelo de gestión que asegure no sólo la supervivencia del espectáculo sino además su reposicionamiento en el corto plazo, que ya no podrá sustentarse en la tauromafia de empresas anquilosadas y voluntariosas, figurines desgastados, toros sin emoción, nula publicidad, autoridades cómplices y eventuales públicos desinformados. Sólo los sistemas y organizaciones realmente estúpidos persistirán en los viejos errores y proseguirán con prácticas viciadas, responsabilizando al coronavirus de sus pobres o peores desempeños.

Don Ignacio Trelles, destacada figura del sistema futbolístico mexicano, fallecido el pasado martes, me dijo una ocasión luego de que compartimos un programa radiofónico: Páez, permítame decirle que usted está fuera de lugar; tira a gol pero en el momento inoportuno y en el campo de un rival muy poderoso, cuestionando su desempeño o de plano desaprobando su táctica, y así nunca va a anotar. Don Nacho, repliqué, usted como director técnico de la selección nacional padeció en carne propia la falta de una crítica independiente que lo defendiera de las intrigas, por eso el periodismo bien entendido debe contraponerse con el poder.

Observo a los empleados de limpia del municipio de Naucalpan trabajar en los camiones de basura, sin cubrebocas, guantes, uniformes, gafas ni nada que los proteja de tanta suciedad que deben descargar y acomodar, y me pregunto si estarán blindados o son inmunes al temido coronavirus, si no hay posibilidades de transmisión entre tanto desperdicio, si son seres humanos más prescindibles que otros, si les importa un comino si se contagian o no, si podrán tocar a un ser querido, si la paranoia del miedo es sólo para quienes están pendientes de la televisión o si alguien está mintiendo de más.