Política
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Economía moral ¿extravagancia?
E

l histórico fracaso del capital tituló el doctor Alejandro Nadal a su último artículo, esclarecedor como todos los suyos, publicado en La Jornada el pasado 4 de diciembre, y reproducido el 17 de este mes como homenaje que aquí retomo.

Nadal, en el espacio que su columna le permite, enumera algunos de los resultados históricos del dominio del capital: El deterioro de los servicios de salud y educación en la mayoría de los países desarrollados es un hecho bien documentado. Finalmente, todo esto se acompaña de un proceso destructivo en todas las dimensiones del medio ambiente. Cambio climático fuera de control, pérdida de biodiversidad, erosión de suelos y contaminación de acuíferos son sólo algunos de los aspectos más claros de este deterioro que hoy es una amenaza para toda la humanidad.

Nadal, científico social cuya perspectiva intelectual sobrepasa el horizonte de la ciencia económica, nos explica que esos no son los resultados nefastos de una forma temporal, superable, del capitalismo (el neoliberalismo), sino los efectos propios del capitalismo en su máxima expresión. A estas importantes conclusiones llega Nadal porque su trabajo no es el de un economista, sino el de un científico alimentado por el dominio de diversos campos de conocimiento y disciplinas humanas, y por un sólido compromiso social y moral.

Expulsar de las llamadas ciencias sociales a la moral fue el propósito explícito del positivismo, esa doctrina rancia que profesan académicos de muchas instituciones, principalmente los economistas, que de esa manera pretenden hacer de la ciencia económica una ciencia dura. Esa expulsión es también dogma incuestionable para los defensores de la libertad absoluta de los negocios y de la propiedad privada. Ante el llamado del gobierno federal para que la actividad empresarial tenga en cuen-ta las necesidades sociales, vociferantes empresarios dijeron con enojo: no somos hermanitas de la caridad, nosotros hacemos negocios.

En un artículo reciente, Carlos Urzúa, doctor en economía por la Universidad de Wisconsin, ex secretario de Hacienda, y director de una poderosa escuela de negocios (del ITESM), con menosprecio califica de manifiesto político el libro de Andrés Manuel López Obrador, titulado Hacia una economía moral; este título, lo juzga un tanto extravagante, ( ) lo mismo que su contenido. “De economía –dice el doctor en economía– no tiene casi nada (sic), excepto por datos, sobre todo sociodemográficos antes que económicos, regados por aquí y por allá. Por el otro, de tratado moral tiene menos, por lo que supongo que el título del libro debe mucho al empleado por Alfonso Reyes en su Cartilla moral”.

El término extravagante es el más desafortunado que pudo haber encontrado el ex secretario, basta googlear las expresiones economía y ética, o economía y moral, por ejemplo, en español e inglés, para constatar que hay varios millones de sitios (artículos, libros, ensayos) que abordan el tema. Julio Boltvinic tiene años analizando el asunto desde todos los ángulos imaginables en su columna Economía Moral.

¿Qué entiende Carlos Urzúa por economía? Por lo pronto, excluye lo sociodemográfico (¿qué queda?) y promete aclararlo citando a Jean Tirol, premio Nobel de economía, a su juicio el más brillante de los Nobel recientes, pero como se ve a continuación ese galardonado nada define: “la economía –dice Tirol– no está ni al servicio de la propiedad privada y los intereses individuales, ni al de los que querrían utilizar al Estado para imponer sus valores o hacer que sus intereses prevalezcan. Rechaza tanto la supremacía del mercado como la supremacía del Estado. La economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor”. Evidentemente, señalar su objetivo (imaginario) no nos dice qué es.

Es de suponerse que Tirol y Urzua se refieren a la ciencia ( economics, en inglés) que profesan, cuyo objeto central de estudio es la economía, realidad mítica que disfraza al capital, ese personaje que tramposamente se esconde tras el cariñoso apodo de economía (como mostró Hans Magnus Ensezberger). Pero en parte alguna nos dicen quién es esa señora (la economía) a la cual atribuyen virtudes maravillosas.

Que ni el capital (la economía), ni la ciencia económica han tenido los maravillosos frutos que esos dos economistas le atribuyen, es un hecho contundente. El fracaso del capital para resolver los problemas de la humanidad, y el fracaso de los economistas para siquiera describir (ya no se diga explicar o prever) lo que ocurre en el mundo son mostrados por Nadal.

Expulsar del campo económico a la moral es una idea, esta sí, extravagante, poco común en el amplio horizonte histórico del pensamiento social; apenas apareció hace poco más de 100 años, y la sostienen los interesados en beneficiarse de su aplicación. El mismo Adam Smith, considerado indebidamente por los economistas como el padre de su ciencia, sostenía: todo hombre, mientras no viole las leyes de justicia, es libre de perseguir su interés, y para Smith la justicia es una de las cuatro virtudes cardinales, una virtud moral, no el mero cumplimiento de las normas jurídicas.

La obra escrita de Alejandro Nadal es amplísima. La atraviesan la permanente mirada ética y crítica, y el rigor científico. Su estudio contribuirá a reincorporar a la moral en el análisis social.