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Pandemia
Por ahora las fiestas terminaron... las calles se van quedando vacías
 
Periódico La Jornada
Martes 24 de marzo de 2020, p. 5

Canceladas oficialmente las fiestas o cualquier otro pasatiempo colectivo, sin gente que sucumba con un tarjetazo a la tentación de los escaparates ni al deleite culinario en la amplísima oferta capitalina, las calles de la Ciudad de México lucen cada vez más vacías.

Sin embargo y aunque ya sin aglomeraciones, este lunes no fue infrecuente ver todavía a parejas en franco devaneo, a familias con niños pequeños, a grupos de amigos y a numerosos trabajadores públicos y repartidores de mercancía. Y siempre sin protección.

Tampoco se escurrieron del paisaje, porque no tienen la intención ni posibilidad de hacerlo, quienes a través del trabajo informal viven literalmente al día –y no precisamente el de hoy– sin importar cuán cercana llegue a ser la proximidad o el contacto con el otro.

Aislamiento social

Pero al mismo tiempo, tomar hacia cualquiera de los cuatro puntos cardinales de la metrópoli dejó patente en los pasados tres días que por necesidad, ignorancia o simples ganas de no pelar, muchos aún se conceden como un regalo inconsciente salir y entrar de todos lados y hacerlo sin tumultos o filas. ¡Chingón!, como describió un muchacho sonriente y sin rubor.

Con todo, y aunque apenas ayer inició por decreto el aislamiento social y entraron en vigencia la campaña de Sana Distancia, la suspensión de clases y la reducción de actividades laborales, muchísimos capitalinos empezaron a precaverse desde una semana antes.

Por eso, una de las primeras actividades colectivas afectadas fue la diversión de los fines de semana por la noche.

Desde la Plaza Garibaldi hasta las colonias Roma y Condesa, pasando por la oferta del Centro Histórico y en otros concurridos rumbos capitalinos de atracción para los noctámbulos, por ahora la fiesta terminó.

En Garibaldi, el sábado por la noche los mariachis y grupos norteños se disputaban más que nunca la atención de la escasa clientela, y a lo sumo unas 10 mesas estaban ocupadas en el cuasi centenario Salón Tenampa.

Con su violín a la espalda, Silvia Lara mostraba un semblante de desesperación: “¿Cuál le cantamos? ¿Una serenata pa’la güerita?” Su oferta no fue tomada en esta noche malísima –dice– y donde con sus compañeros del Mariachi Estrella siguen con la esperanza de sacar aunque sea para la persignada.

La última cosa que a esa hora la preocupaba a Silvia era contagiarse de coronavirus. Su temor real estaba en la ausencia de clientes. Desde el jueves la cosa se puso mal. No ha salido nada. Vivimos al día y así no hay forma de llevar el sustento a casa. Incluso en esta situación venir hasta acá resulta un gasto.

Y es que a pesar de la abundante oferta, en Garibaldi un sábado cualquiera, un músico se levanta hasta mil 500 pesos libres. Pero a las 11 de la noche del sábado, apenas sumaban 400 pesos para todo el Mariachi Estrella.

Los ejemplos se multiplicaban en otros antros donde, como en la cantina Covadonga de la colonia Roma, a las 9 de la noche, cuatro meseros eran demasiados para un salón sin ningún parroquiano y tras la barra, nunca un aburrimiento fue tan elocuente como el del barman.

Ya el domingo, en los centros comerciales los dependientes de las tiendas departamentales, de ropa deportiva, zapaterías, alimentos de mascotas y todo aquel de franquicia o marca propia que sustituyen en estos tiempos los parques y los paseos familiares de antaño, la pasaban mal.

En esos comercios por lo general el salario es exiguo y lejanos los traslados para sus trabajadores quienes muchas veces nivelan en algo sus ingresos por comisión de ventas.

Sin clientes

Pero anteayer, casi todos veían pasar lentas las horas sin nada que hacer y se contaban sus vidas por enésima vez sin nadie a quien atender. Y el aventurado comprador podía pedir alguna talla o modelo de extremo a extremo, porque generalmente era el único que había desfilado por ahí en varias horas.

Los restaurantes tenían a lo sumo una o dos mesas ocupadas también. Igual que los cines en el último día que dieron funciones. Y sobre todo las casas de cosméticos y perfumería por razones naturales, simplemente no abrieron ya. A modo de consuelo –porque esa es además obligada actitud de estos trabajadores bajo cualquier circunstancia– el encargado de la cafebrería El Péndulo admitía la baja dramática en la venta de libros en los días recientes, pero eso sí, ponderaba, la adquisición de rompecabezas y otros juegos de habilidad, ha subido muchísimo: son pertrechos para el encierro, sobre todo para quienes tienen niños.

Y todo esto no parece tener un cercano final.