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¿La fiesta en paz?

(In)sanas distancias / La intensa Italia / ¡Aja, virus!

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▲ Obligación del aficionado pensante es identificar a los positivos falsos y a los publicronistas del sistema taurino, quienes insisten en que a raíz de la aparición del Covid-19 la fiesta de los toros atraviesa por un mal momento.Foto composición El Saltillense
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is conocimientos sobre ciencia son escasos, por lo que apenas logré asimilar que el fuego quema y el agua moja. A partir de ahí, mi trabajo científico fue más bien de experimentación: padecer viruela, sarampión, escarlatina, fiebre reumática, anginas, etc., hasta desembocar en una conclusión: la distancia entre la ciencia y su aplicación sensata en la realidad cotidiana del planeta es abismal, casi suicida, al haber privilegiado el poder, la ambición, los negocios y las utilidades sobre la salud de la tierra y de todas las especies, incluido el toro de lidia, reducido hoy a dócil becerro de oro por emprezafios, ganaduros, figurines y autoridá.

No faltó el maldoso que incluso esparció la versión de que detrás de la Jornada Nacional de Sana Distancia recomendada por la dependiente Secretaría de Salud para enfrentar en coronavirus, estaba el diestro valenciano Enrique Ponce, habida cuenta de su notoria propensión a poner metro y medio de distancia entre el toro y él, confiado en aplaudidores públicos cada día más distanciados de los principios fundamentales del arte de la lidia pero embarcados en la deshilachada muleta del toreo bonito ante lo mansito.

De nuevo, la obligación del aficionado pensante es identificar a los positivos falsos y a los publicronistas del sistema taurino, quienes insisten en que a raíz de la aparición del Covid-19 la fiesta de los toros atraviesa por un mal momento, luego de la suspensión de ferias, corridas y novilladas en todo el orbe y una vez que en nuestro país la Secretaría de Salud recomendó posponer, hasta nuevo aviso, actos masivos que congreguen a más de 5 mil personas. Por ello, la Plaza México se precipitó al posponer la temporada chica o de novilladas, que con trabajos rebasa los 3 mil asistentes por tarde, ahondando la perjudicial distancia entre el público, la fiesta y la colonizada empresa, que ahora tiene preventivos pretextos para no dar sus sobadas combinaciones en Aguascalientes.

Roma, verano de 1975. Estreno de la película El Exorcista, que congrega una multitud en torno a una taquilla cuyas paredes son de vidrio. Lejos de mantenerse en fila, la gente se vuelca desesperada a adquirir boletos hasta que las frágiles paredes son hechas añicos. En pocos minutos intervienen los carabinieri o gendarmería y obligan a la gente a hacer cola, ahora ante una improvisada cabina a las puertas del cine. Fui el último o penúltimo en adquirir un boleto y, al entrar a la sala, mi asombro aumentó al comprobar que la mitad de los asientos ¡estaban vacíos! Lo dicho: se tiene que ser gente muy especial para haber creado primero el imperio romano y, mil años después, el fenómeno cultural denominado renacimiento.

Lo más lamentable para el repunte de la fiesta de toros es que también se haya pospuesto el serial México busca un torero, con el que la empresa Espectáculos Taurinos de México pretendía relanzar la carrera de 30 matadores relegados, no por amiguismo o falta de visión del sistema, sino por esas cosas raras de la vida, que dijera Consuelo Velázquez, y que tienen a la tradición taurina de México en el fondo de los espectáculos de masas, luego de más de tres décadas en que a las empresas más adineradas en la historia del toreo se les hizo bolas el engrudo al anteponer el toreo bonito a la bravura exigente. Si salimos vivos del coronavirus, los promotores de la fiesta deberán modificar sus criterios de operación y devolver a la tauromaquia la emoción robada por la falta de bravura. De otro modo, la fiesta de toros seguirá en un permanente y deliberado mal momento.