Opinión
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Los de abajo

Cuánta razón, José

“E

s hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”, escribió José Saramago, tan nombrado en esta crisis mundial por su lúcido y premonitorio Ensayo sobre la ceguera. El Nobel portugués expresó también: He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.

Lo anterior viene a cuento en medio de una severa polarización política que, al menos en México, se agudiza al son del virus que se esparce en el mundo.

Mientras arriba tratan de sacar provecho de la crisis para desprestigiar a su adversario, sectores de la población, sin pensárselo mucho, asumen que su seguridad está en sus manos. Antes de que se les conminara a procurar no salir de sus casas, la población mexicana ya estaba adoptando medidas.

El sentido común se impone, no en todos, pero la sociedad va un paso adelante de sus instituciones. Hoy es hoy, mañana será mañana, y es hoy cuando tengo la responsabilidad, no mañana si ya estoy ciega. (Saramago).

Dice José que estamos hechos mitad indiferencia mitad ruindad. Y sí. La pandemia Covid-19 visibiliza el individualismo, el egoísmo, el insulto fácil y el descrédito a quien no actúe igual. Pero, por fortuna, también pone en la mesa el ánimo comunitario, el apoyo mutuo, la humanidad que no conoce fronteras.

Y no falta la maestra que se apunta para dar asesorías por Internet sin costo; o quien se apresta a cuidar a los hijos de una amiga que no puede dejar de ir al trabajo aunque sus hijos no vayan a la escuela; están los abogados que se organizan para asesorar gratuitamente a los trabajadores que lo necesiten. También los grupos de mujeres que se aprestan a auxiliar a otras en situación de violencia, pues ésta se puede agudizar durante el encierro. Y quienes llevan cartas a los presos y a los enfermos, y las campañas para consumir en la tiendita de la esquina. Y, sin ánimo culposo, la conciencia, y acción consecuente, de que millones de personas no pueden darse el lujo de no salir un día a ganarse el pan.

Sí, José, no soy tonta, me voy gobernando como puedo.

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