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Ciudad perdida

La 4T y la necesidad de refundar el país

A

unque cada quien entienda de ella lo que mejor le convenga y la interprete, entonces, en función de sus propios intereses, la pregunta persiste: ¿Qué es la Cuarta Transformación?

Hay quienes aseguran que sólo se trata de un conjunto de conceptos morales que ha enunciado el presidente López Obrador y no pretende nada más, pero hay quienes advierten en ella algo más, aunque confiesan no saber con certeza de lo que se trata.

Para que la Cuarta Transformación resulte un bien para todos se necesita voluntad de cambio, es cierto, pero como que a estas fechas se hace urgente un andamiaje que le permita transitar por un México que se halla en emergencia en casi todas sus esquinas, y que opone al cambio la comodidad de la desigualdad vestida con el disfraz del bienestar efímero.

Hoy se dice, y cada vez más fuerte, que todo sigue igual o que ha empeorado, aunque casi todos, en todos lados, esperan que la 4T empiece ya, es decir: que el concepto se convierta en acciones que produzcan algo más que el bienestar de conciencia, porque la conciencia se pervierte por la falta de alimento, de trabajo, de salud, de...

Hace algún buen número de años, en un restaurante de Polanco, Porfirio Muñoz Ledo, con una claridad meridiana nos platicaba a Pedro Valtierra y quien firma este espacio que el país requería de una especie de refundación y que para ello era necesario cambiar las leyes, las reglas de convivencia entre los mexicanos.

Tal vez eso, trasladado a estos tiempos, sea lo que requiere la 4T para impulsar el cambio que se espera, y es que ya no hay tiempo para esperar a que la iniciativa privada invierta y genere empleos; ya no hay tiempo para que los funcionarios públicos entiendan que el espíritu es cero corrupción; ya es hora de sacudirse el miedo y de convertir al Estado en el impulsor del desarrollo que tanto anhelan los empresarios.

Salud, educación y empleo son servicios que debe ofrecer el gobierno porque están consagrados como derechos en la Constitución, cumplir con ello seguramente ofenderá a una buena parte de empresarios que entienden por confianza y seguridad que las cosas se hagan a su modo y con las ganancias que ellos pretendan.

Así, si las cosas van a cambiar, el deber será crear el andamiaje legal que acompañe a la buena voluntad que emana de la Presidencia de la República. Refundación decía el admirado Porfirio Muñoz Ledo. Tal vez este sea el momento de volver los oídos a aquellas recomendaciones y no olvidar que Alfonso Romo pertenece a ese grupo que busca condicionar –por decirlo de alguna manera– la inversión a los caprichos del mercado. Eso, sí, ya no funcionó.

De pasadita

La corrupción, como el salitre, penetra hasta las piedras, y hoy empieza a meterse en algo mucho más blando: la burocracia. Mientras muchos alcaldes han empezado a olvidarse de las cosas de gobierno para meterse debajo de los reflectores, en las oficinas de las alcaldías la corrupción se pasea por las ventanillas de atención ciudadana o por las oficinas de los diferentes funcionarios.

Ya es hora de que cuando menos los que pertenecen a Morena hagan sentir a los trabajadores de las alcaldías que los tiempos han cambiado, y quienes no entiendan deberán salir del servicio. Ojalá se entienda porque hoy por hoy entrar a una oficina de algunas alcaldías es meterse a un laberinto de despojos que sólo termina cuando la cartera queda vacía. ¡Aguas!

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