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La novedad radical
N

ecesitamos aprender a ver y experimentar la novedad.

El 15 de febrero se realizó en Oaxaca un coloquio sobre maíces nativos ante los transgénicos. Campesinos, dirigentes indígenas, académicos y activistas, con la coordinación de Ana Ruiz, la principal organizadora del acto, discutieron desafíos actuales y lo que hace falta. Mostraron cómo promesas y discursos del actual gobierno no corresponden a la realidad. Denunciaron que persiste la política que hace décadas ataca al campo y a los campesinos bajo la bandera de la modernización, destruyendo nuestras capacidades productivas.

Se destacó el papel central de las mujeres en la defensa del maíz. Pequeños productores, principalmente mujeres, alimentan hoy a 70 por ciento de la población mundial. El agronegocio, que posee o controla más de la mitad de los recursos alimentarios del planeta, sólo alimenta a 30 por ciento. Se recordó que las mujeres han realizado la que probablemente sea la más importante transformación política de Oaxaca en los últimos años. Para ellas, la combinación del patriarcado tradicional con el sexismo moderno resultó una forma del infierno. Muchas no tuvieron más opción que padecerlo. Pero otras dieron un paso adelante y se atrevieron a decir: ¡Basta ya!

Es preciso reconocer lo que ha significado, en el contexto ferozmente machista de Oaxaca, la valiente decisión de las mujeres de hacer lo que hasta hace poco parecía impensable: tomar la delantera del cambio. Con actos de inmenso valor realizaron una gesta asombrosa, por la cual están pagando un alto precio: ha aumentado sustantivamente la violencia doméstica y el número de feminicidios. Buena parte de los varones sólo sabe reaccionar con violencia.

Lejos de ser una anomalía, esto se está volviendo típico. Cunde por el planeta una movilización de las mujeres que tiene un signo novedoso. No está centrada en la muy legítima reivindicación de equidad en salario, empleo, jerarquía y lo demás, para acomodarse más equitativamente dentro del sistema de dominación, patriarcal, estatista, capitalista, explotador, autoritario, violento. Se ocupa ahora de desmantelar desde su base ese sistema.

Millones de mujeres dicen al fin en el mundo entero, con fuerza y claridad, que la dominación varonil no tiene fundamento. Por miles de años se consideró normal que las mujeres se subordinaran a los hombres. Era algo natural. Muchas madres educaron a sus hijas en esa tradición: las mujeres debían obedecer a los hombres y someterse a su voluntad. Se volvió normal que pudieran ser acosadas, violadas, golpeadas… Así llegamos adonde estamos hoy, a una situación tan atroz como inaceptable, cuando son cotidianamente asesinadas.

Las mujeres dicen ¡Basta ya! a todo esto. No es sólo la exigencia indispensable de que ni una más: no más muertes, no más violaciones. Es también la exigencia de acabar con este régimen de dominación, con el principio patriarcal del dominio jerárquico. Al terminar con toda jerarquía, acabaremos también con el absurdo supuesto de que lo artificial es mejor que lo natural y que es apropiado, por ende, li­quidar lo vivo, como hacen los hombres, desde las corporaciones y los gobiernos; co­mo hacen con las semillas nativas, por ejemplo, sustituyéndolas por las producidas en los laboratorios de las corporaciones.

Podemos esperar lo mejor, pero nos preparamos para lo peor. Está por venir. La agonía del régimen patriarcal desata reacciones aún más violentas y destructivas, con niveles apenas concebibles de degradación humana, social y política. Cuando un régimen muere o una época termina, recurre a las fuerzas que le quedan para pretender que está en su apogeo. Eso sufrimos hoy.

Necesitamos apelar a todas nuestras reservas de dignidad y coraje para hacer frente a lo que tenemos encima. Transitaremos por el camino abierto por las mujeres, que desataron la más radical de las revoluciones de la historia, la revolución antipatriarcal.

No estaremos solas, solos. Ante la convocatoria del Congreso Nacional Indígena y los zapatistas a las jornadas de lucha Samir somos todas y todos hubo acciones dislocadas en todo el país, a cual más impresionante y organizada.

En Oaxaca, por ejemplo, se realizó un mural y una barricada cultural y el sábado 22 de febrero, en el zócalo de la ciudad de Oaxaca, docenas de comunidades y organizaciones muy diversas constituyeron la Asamblea Oaxaqueña en Defensa de la Tierra y el Territorio.

Fue claramente la oportunidad de la palabra y del acuerdo. En un clima abierto y convivial se tomaron acuerdos que definen la agenda de lucha para lo que resta del año. Los acuerdos regresarán a las comunidades y regiones para que en las respectivas asambleas se preparen los siguientes pasos, tan lúcidos como combativos. Queda claro que oaxaqueñas y oaxaqueños están decididos a resistir la ola de despojo que los amenaza y a construir en forma autónoma otra posibilidad. Están en pie de lucha.