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Con aires de alegría y protesta, comienza hoy el Carnaval de Río de Janeiro

Serán cinco días de fiesta a la que se estima llegarán más de 72 mil 500 visitantes

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▲ Los carros se preparan a un lado del Sambódromo de Sao Paulo para los desfiles de hoy y mañana.Foto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 21 de febrero de 2020, p. 7

Río de Janeiro. La noche de este viernes empieza de manera oficial uno de los más espectaculares (si no es que el más) carnavales del planeta: el de Río de Janeiro. Serán siete escolas de samba, número idéntico a las que desfilarán mañana en la Pasarela do Samba frente a un público calculado en unas 50 mil personas. Son las agrupaciones que integran el Grupo A, que disputan las tres plazas previstas para el Grupo Especial, que, como indica el nombre, abriga a la flor y la crema de los carnavales.

Las atenciones, sin embargo, estarán concentradas precisamente en los desfiles de ese grupo las noches del domingo y lunes, cuando las 13 escuelas llevarán a los 700 metros de pista de la pasarela a al menos 28 mil integrantes. Las 72 mil 500 entradas puestas en venta se agotaron con anticipación, y los convites extras fueron disputados en clima de guerra.

Un dato llama la atención: los temas de los desfiles de cada una de las escuelas reivindican puntos transformados en firme polémica desde la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro a la presidencia, en enero de 2019.

Desfiles de protesta son tradicionales en los carnavales de Río. Lo que llama atención en 2020 es que todas las escuelas del Grupo Especial adoptaron, con mayor o menor intensidad, el tono de protesta.

La verdad es que desde hace al menos tres semanas, o sea, bastante antes de empezar oficialmente, el carnaval carioca viene sacudiendo la ciudad. En los tres sábados y domingos pasados, multitudinarios desfiles populares reunieron a más de millón 200 mil personas.

Euforia por derrama económica

Otros números destacan razones de euforia en el carnaval de Río, el más popular del país que siente orgullo de la fiesta en cada uno de sus municipios; las proyecciones indican que entre hoy y el miércoles de ceniza al menos 2 mil 700 millones de reales (unos 650 millones de dólares, o sea, poco más de cien millones cada 24 horas) serán inyectados en la economía de la depauperada ciudad.

Los establecimientos del ramo alimenticio (bares y restaurantes) tendrán ingresos calculados en unos 433 millones de dólares (bastante más de la mitad del total proyectado). El sector hotelero confirmó esta semana que 98 por ciento de las plazas disponibles estaban ocupadas.

Pero no sólo de números grandiosos vive el carnaval carioca. Otros, iguales o más impactantes, revelan el lado oscuro de una ciudad abandonada y destrozada que es la capital de un estado en situación agónica o casi.

Desde los dos primeros días de enero el agua distribuida por la central estatal viene fuertemente contaminada por algas que se reproducen a velocidad alucinante, favorecidas por el gran volumen de desechos humanos e industriales lanzados a los ríos que abastecen al reservatorio destinado a servir a unos 9 millones del conurbado de Río. Desde de mediados del mes pasado, el gobernador derechista, Wilson Witzel, promete solución para dentro de pocos días. Ya pasaron más de 50, y nada.

Resultado: la producción de agua mineral usada para beber y cocinar pasó de 240 millones de litros mensuales a casi 500 millones.

Los casos de habitantes que terminaron en hospitales y puestos de emergencia luego de haber ingerido agua de las llaves, filtrada o no, supera los 10 mil.

También la cantidad de personas que pasaron a vivir en las calles se duplicó en los pasados tres años, superando los 25 mil solamente en la zona urbana de la ciudad de Río.

En el más popular barrio de la ciudad, Copacabana, las veredas de las calles interiores se hacen difíciles de transitar por el número de comerciantes ilegales. Ya en la costa, el gran peligro son los ladrones, principalmente de teléfonos celulares.

El alcalde de la ciudad, Marcelo Crivella, es uno de esos autonombrados bispos evangélicos. Además de admitir que no le gusta para nada esta fiesta pagana, a lo largo de los pasados cuatro años esparció nutridas pruebas de que tampoco la ciudad le gusta: no hay una sola cuadra de una única calle de Río que no esté absolutamente cubierta por baches.

Quizá por todos esos aspectos negativos, que van del agua imbebible a calles intransitables, para no mencionar la violencia que se esparce por todos y cada uno de los rincones, en 2020 hay una alegría extraordinaria flotando en el aire: al fin y al cabo durante cinco días habrá fiesta para olvidar la realidad, antes de volver al cotidiano de pura supervivencia.