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Ver día anteriorMartes 11 de febrero de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

Austeridad, una burla en el Congreso local

E

l escándalo es mayor, pero parece que aquí en la ciudad a nadie espanta la deshonestidad, y las palabras y el proyecto del Presidente de la República sólo sirven para la demagogia y el anecdotario.

Ha quedado al descubierto que con las mismas mañas, pero con más recursos, los diputados al primer Congreso de la Ciudad de México han obtenido en poco más de un año dinero que no requiere ser comprobado por una cantidad superior a la que gastó la última Asamblea Legislativa.

Durante algún tiempo muchos pensamos que no podría haber algo peor que la Asamblea a la que nos referimos, pero los diputados al primer Congreso nos han tapado la boca. Ellos se han convertido en lo peor, así seguramente lo habrá de reclamar la historia, porque por lo pronto no existe ningún poder que pueda remediar lo que sucede en la casona de Donceles.

La reportera Sandra Hernández obtuvo, vía transparencia, los datos que dan fe del –permítaseme llamarle así– muy probable abuso que han cometido los miembros del Congreso, principalmente los jefes de cada una de las bancadas que operan en la histórica casona.

Frente a los hechos, las reacciones de la diputación, o de algunos de sus componentes, son irritantes. Hay quienes, como el diputado Fernando Aboitiz, echan mano del cinismo y advierten que lo grave no es el dinero, sino la opacidad con que se maneja; mientras otros escudan su vergüenza en la cobardía de negar lo obvio.

A ciencia y conciencia de quienes han encabezado el Congreso, a las prerrogativas que permiten al legislador, en casi todos los casos, no comprobar el destino de los recursos adicionales a su salario que se le conceden y que en la ALDF tenían que ver con el mantenimiento de los módulos de atención a la ciudadanía y el apoyo a su gestión, los diputados al Congreso, éstos que harían la diferencia, agregaron un nuevo gasto: este dedicado a los grupos parlamentarios y al trabajo legislativo por el que reciben un salario, y todo ello con el dinero de un país que requiere más recursos para cumplir tareas urgentes.

Ya es hora de poner orden en este brazo del gobierno que hasta ahora sólo se ha distinguido por los escándalos y la muy baja calidad de su trabajo. Alguien tiene que dar un manotazo sobre la mesa, y si no es el gobierno central, porque son poderes diferentes, tendrá que ser la ciudadanía la que frene los abusos y reclame el ejercicio de la 4T, que en el Congreso sólo es tema de burla.

De pasadita

Pero no es sólo el Congreso de la CDMX el que falla. Hay estados de la República donde los programas más importantes de este gobierno naufragan en el mar de la burocracia sin que nadie pueda protestar.

A los ancianos que padecen enfermedades que les impiden moverse se les pide que sean ellos quienes hagan los trámites que se requieren para obtener los privilegios económicos que concede el gobierno, como la pensión para adultos.

La burocracia, a la que no activa la 4T, condena a los ancianos más necesitados a ser excluidos del programa que se diseñó pensando mucho en ellos, porque no se cumplen a cabalidad los requisitos que marca el protocolo.

Y así, mientras Gabriel García celebra por doquier reuniones proselitistas, los viejos enfermos se deterioran cada vez más, aporreados por la saña de esa burocracia que no entiende de proyectos y programas, que entra a las siete y sale a las dos y sólo obedece al reloj checador.

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