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El escándalo
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▲ Fotograma de la cinta de Jay Roach.
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odo por un sueño. La apuesta narrativa del estadunidense Jay Roach, director de El escándalo (Bombshell, 2019), es tan efectista como azarosa. Para abordar el tema del acoso sexual en el periodismo televisivo, a partir de un caso real que sacudió a la popular cadena conservadora Fox News, se ha elegido un tono semidocumental con el recurso a imágenes de archivo para dar inmediatez y un tinte de veracidad a la experiencia de la conductora estrella Megyn Kelly (Charlize Theron), quien en el verano de 2016 decidió secundar la denuncia previa de otra periodista, Gretchen Carlson (Nicole Kidman), víctimas las dos, como muchas otras colegas, de los reiterados abusos sexuales de Roger Ailes (John Lithgow), director de la empresa.

El escándalo convida, desde su inicio, a una suerte de visita guiada por las entrañas de la sala de redacción de Fox News, con la ficticia Megyn Kelly comentando a cuadro el funcionamiento del lugar, las estructuras del poder mediático, los códigos tácitos de vestimenta y conducta a los que deben sujetarse las jóvenes asistentes que aspiran a volverse algún día conductoras de un programa noticioso en horario estelar. En ese emporio mediático, la apariencia impecable femenina es siempre un imperativo, el talento sólo un complemento provechoso, aunque nunca indispensable, y los rituales de maquillaje compiten en destreza con los preparativos de una sala de espectáculos o un desfile de modas. Pulcritud, esbeltez y elegancia, tez lozana y cabellera rubia, todo concurre a realzar la imagen canónica del lugar. Fox News es el sueño mediático de la supremacía blanca. Una de las aspirantes, la joven Kalya Pospisil (Margot Robbie), lo tiene claro: esa cadena televisiva por cable ha sido siempre para su familia, en el cinturón bíblico del Midwest, un templo verdadero, y ella sólo aspira a ser una “millennian evangelista” del periodismo.

En una escena clave las tres protagonistas rubias coinciden silenciosas en un elevador. Cada una representa una época distinta de una misma historia del abuso sexual consentido contra el que ya se han rebelado. Cuando Gretchen Carlson cae de la gracia de su patrón Roger Ailes, quien la despide e impiadosamente le puntualiza que no es posible salir al aire sin maquillaje, exhibiendo los saldos de su madurez y de la menopausia, para favorecer a la polémica y más joven Megyn Kelly, detractora del candidato Donald Trump en un debate televisivo, la periodista decide denunciar públicamente los acosos sexuales a que fue sometida por su director durante largo tiempo.

Ese abuso, primero verbal, luego penosamente voyerista, lo padece también la principiante Kalya en una de las escenas más notables de la cinta, cuando Ailes le pide que muestre sus piernas y suba al máximo su falda. La explicación del empresario sexista es tan pedestre como elocuente: Este es un medio visual.

Al estallar el escándalo con la denuncia de Carlson, de inmediato se viralizan en los diarios y en las redes los pormenores y alcances del abuso sexual, las estrategias del chantaje profesional, las complicidades internas y la conspiración de silencio, la habilidad para fomentar la vergüenza en las acosadas y la simulación y la mentira como variantes de esas fake news que fueron y siguen siendo una especialidad de la cadena televisiva conservadora. Esas denuncias en cadena preceden, por un año, a las acusaciones feministas en contra del magnate hollywoodense Harvey Weinstein, y han tenido réplicas a nivel mundial en círculos artísticos, mediáticos e incluso hoy académicos.

Sorprende que sea Jay Roach, un rutinario realizador de comedias tipo Austin Powers, quien se interese en ventilar este asunto, aunque cabe recordar que ya el mismo director había expuesto en Trumbo (2015) el caso del guionista hollywoodense Dalton Trumbo, víctima de la persecución macartista.

Su estilo narrativo, un tanto desigual y aproximativo, cuenta aquí con el refuerzo singular del guión de un eficaz Charles Randolph y, sobre todo, con las notables actuaciones de Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie, tres presencias explosivas para una historia oportuna y sensacionalista, como lo sugiere, con malicia, el doble sentido de Bombshell, título original de la cinta.

Twitter: CarlosBonfil1