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Perú: ¿de vuelta al futuro?
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on una variedad similar a la de la rica geografía peruana –dividida en costa, sierra y selva– se presenta ahora el mapa político del país, después de las elecciones extraordinarias del domingo 26 de enero para la renovación del Congreso unicameral.

Disuelto el 30 de septiembre pasado por el presidente Martín Vizcarra, quien, en plena observancia de la Constitución ponía fin así a tres años de rabioso y obstinado boicot fujimorista, el nuevo parlamento de 130 congresistas, fraccionado en nueve bancadas, ha sorprendido a casi todos, ha puesto a reflexionar a los comentaristas y ridiculizado a las encuestadoras.

Junto a una serie de resultados previsibles, y de hecho anunciados, relativos al castigo del fujimorismo y sus secuaces –o, mejor dicho, cómplices– han emergido sorpresivamente unas formaciones políticas que se podrían definir como nuevas, si no fuera que en realidad quedaban dormidas en un rincón del inmenso armario de la política.

En primer lugar, falta considerar la baja participación del electorado, manifestación visual del disgusto difuso para con la clase política en general y el Poder Legislativo en particular. El 20 por ciento de los ciudadanos ha votado en blanco o viciado y otro 25 por ciento ha decidido practicar el ausentismo.

Viendo los resultados, lo más evidente y esperado ha sido el castigo al fujiaprismo, una alianza tan mefítica como el prianismo: el partido de Keiko Fujimori, Fuerza Popular, que en las elecciones de 2016 había cosechado 73 diputados de los 130, se ha visto reducido a 15 curules, mientras que el histórico Apra, fundado en 1924 por Haya de la Torre en México, no estará presente en el nuevo Congreso.

Considerando que la incipiente legislatura durará sólo un año y medio, para dar paso a las elecciones generales del 2021, es muy corto el tiempo que queda para concretar las reformas política, electoral y del Poder Judicial reclamadas abrumadoramente por la ciudadanía en un referendo en diciembre de 2018 y luego obstaculizadas y desviadas por los fujimoristas y sus aliados.

Se recordará que, frente a la disolución del Poder Legislativo el 30 de setiembre, el Congreso intentó un patético golpe de Estado –¿quizá una imitación del de Guaidó en Venezuela?– suspendiendo al presidente Vizcarra por incapacidad temporal y promoviendo, por pocas horas, a la entonces vicepresidenta, Mercedes Aráoz, como mandataria.

Entre los castigados por los electores, también aparecen –o mejor, desaparecen– el Partido Popular Cristiano, con más de medio siglo de vida, pero ya en vía de extinción luego de su alianza con el Apra, y el Partido Solidaridad Nacional, de la extrema derecha cavernícola, afortunadamente repudiada por los electores, a contracorriente de sus éxitos internacionales. Ninguno de los dos tendrá parlamentarios que los representen, pero nada les impedirá participar en las elecciones del próximo año, puesto que el Jurado Nacional de Elecciones decidió de dejar vigente el registro de todos los partidos, aun si no superaran la valla de 5 por ciento.

La gran sorpresa del nuevo Congreso, en el cual la izquierda con el Frente Amplio gana sólo nueve curules, es la presencia del Frepap –Frente Popular Agrícola del Perú– que es el brazo político de un movimiento religioso: la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal. Fundada en 1968 por Ezequiel Ataucusi. Esta asociación conjuga mesianismo andino con adventismo cristiano y sus feligreses veneran al fundador, muerto en el año 2000 luego de haber recibido una revelación divina y haberse candidateado tres veces a la presidencia con muy escaso éxito.

Sus seguidores, quienes esperaron en vano su resurrección, visten con túnicas de corte bíblico, sandalias y se dejan crecer el pelo. El símbolo de su partido –el Frepap, que ha ganado 16 curules– es un pez, tal vez una referencia al cristianismo primitivo o por un recuerdo de infancia de Ezequiel Ataucusi, quien contaba que un gran pez lo había salvado de ahogarse en un río.

Los israelitas o hermanos/as, como se les llama comúnmente, habían sido hasta ahora objeto de estudio y atención exclusiva de antropólogos, sociólogos e historiadores, visto que participan de los movimientos mesiánicos que Vittorio Lanternari definía de liberación y salvación, protagonistas con frecuencia de éxodos bíblicos y ocupaciones de tierras, lumpen agrario que se aferra a una fe y a un líder religioso.

Su irrupción en la política institucional, fruto de un trabajo puerta a puerta, pero también de un voto antisistema, genera dudas y preguntas sobre sus futuras agendas. Al menos en cuanto al inesperado éxito del partido Unión por el Perú, fundado en 1994 por el ex presidente de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar y actualmente inspirado y liderado por Antauro Humala, hermano del ex presidente Ollanta Humala.

Antauro, también ex militar, purga desde 2009 una condena a 25 años por una asonada en contra del gobierno de Alejandro Toledo (2001-06) que provocó seis muertos. Su ideología, elaborada por su padre Isaac Humala, es el etnocacerismo, un zambullido en el pasado incaico y una emersión en un presente militarista y nacionalista sobre bases étnicas: la superioridad de la raza cobriza. ¿Vientos del pasado o tempestades futuras?

* Periodista italiano