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Facetas y Alegría, de Mariana Yampolsky
Foto
El mandil, 1988. Captada en San Simón de la Laguna, estado de México.Foto Mariana Yampolsky
L

a Universidad Iberoamericana publica dos extraordinarios tomos de fotografía, parte del legado de Mariana Yampolsky, Facetas y Alegría, un conjunto de fotos desconocidas y espléndidas acompañadas por textos de Laura Pérez Rosales, Alberto Soto Cortés, Silvia Ruiz Otero, Teresa Matabuena Peláez, coordinadora del libro, y otros críticos de arte. El rector de la Ibero, David Fernández Dávalos, cuenta cómo desde 2018 esa institución recibió el archivo fotográfico de Mariana, y a partir de ese momento decidió dedicarle esas magníficas obras.

Ya Tere Matabuena me había impresionado por su grado de compromiso social en 1985, y en 2017 cuando Arjen van der Sluis, quien fuera esposo de Mariana Yampolsky, escogió regalar ese extraordinario acervo a la Ibero, gracias a la intervención providencial de su segunda esposa, Laura Pérez Rosales, doctora en historia de la universidad de Leiden, piedra angular en la fundación y el buen funcionamiento de la Fundación Mariana Yampolsky.

Arjen van der Sluis eligió la Universidad Iberoamericana porque, además del trabajo de Laura, su esposa, ha resguardado otros acervos: la colección Porfirio Díaz, el archivo Manuel González, el Alberto Salinas Carranza, los tres con el registro de Memoria del Mundo-Sección México, otorgado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Su sección de Libros Antiguos y Raros incluye la segunda y tercera Carta de Relación de Hernán Cortés (1524), las obras póstumas de Sor Juana Inés de la Cruz (edición 1701), el Atlas de Laperousse (siglo XVIII) y muchos tesoros más, entre ellos la edición original del Canto general, de Pablo Neruda.

“El archivo de Mariana Yampolsky consta de 90 mil negativos a lo largo de 58 años de vida profesional. Maestra en la escuela Garside y miembro entrañable del Taller de Gráfica Popular (TGP) al lado de Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Alberto Beltrán, Elizabeth Catlett, Alfredo Zalce y Andrea Gómez, Mariana comenzó a tomar fotografías impulsada por Alberto Beltrán, quien además de dibujante también fue fotógrafo. Gran viajera, como maestra del colegio Garside Mariana organizó cinco o seis recorridos culturales por Europa y Medio Oriente con sus alumnas que regresaron convertidas en críticas de arte. En 1960, Mariana hizo una primera exposición de fotografía en la galería José María Velasco: Imágenes en el Medio Oriente.”

A partir de ese momento, Mariana pasó del grabado en el TGP a la fotografía, y expuso su obra en Alemania, Italia, Estados Unidos, Inglaterra, Portugal y Canadá, así como en distintos museos de México. Asimismo, además de 50 exposiciones individuales y 150 colectivas produjo 15 libros con títulos como: La casa en la tierra, La raíz y el camino, Estancias de olvido, Tlacotalpan, Haciendas poblanas, y Mazahua.

“Yo la conocí en 1962 –informaba Arjen van der Sluis–, y me casé con ella cinco años más tarde, el 31 de julio de 1967. A partir de ese momento viajamos juntos a Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo, Cozumel y Tlaxcala; fuimos mucho al estado de México, a Morelos y a Guerrero. Mariana conducía su Volkswagen y apenas veía un sendero prometedor nos aventurábamos por él, aunque dejáramos de comer porque se entusiasmaba tanto que olvidaba por completo su hambre y la mía.

“Me gustó mucho acompañar a Mariana, aunque yo tenía un puesto en las Naciones Unidas y compromisos con el gobierno de Holanda, pero me daban cierta libertad. En los años 60 se fundó el Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, en la calle de Malintzin, del que se responsabilizaron Leopoldo Méndez, Rafael Carrillo, Manuel Álvarez Bravo y Mariana fue parte esencial del consejo de esta gran editorial que publicó la obra muralista de Orozco, Rivera, Siqueiros, Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y otros forjadores de la identidad mexicana.”

Mariana Yampolsky murió de cáncer el 3 de mayo de 2002 en su casa en San Marcos 65, Tlalpan. Dejó 10 mil libros, grabados del TGP, calendarios y carteles. Perteneció al mejor México, al de la inocencia y el desinterés. Llegó de Chicago al entonces Distrito Federal en 1944 sin hablar ni jota de español, pero encontró en la calle de Regina el TGP.

La casa que canta (1982) es el Cantar de los Cantares de la arquitectura popular, la de techos de pencas de maguey, barro y lodo, varas entretejidas, mazorcas, hojas de palma o ix-tle y tierra torteada, palmeada, pulida y refrescada que canta y a su vez, hace cantar. La prosa de Mariana es una lección de vida. Además de fotografiar, Mariana quiso escribir lo que había visto y sentido y, cuando me lo leyó, la descubrí a ella en toda su amorosa inteligencia.

Mariana Yampolsky fue un sol callado que ni ampolla ni hiere; iluminó los campos, los cabellos, los pajares y abrillantó las ilusiones. La gente compartía con ella sus recuerdos y la despedían con una pregunta: ¿Cuándo vuelve a visitarnos?