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FMI: señales de alarma // ¿Nueva crisis en puerta?

E

l sistema neoliberal echa aceite por doquier y su motor está destartalado, pero los genios de este modelo –con el Fondo Monetario Internacional (FMI) entre sus grandes promotores– defienden el supuesto de que los problemas se resuelven con más parches a lo ya parchado, especialmente ante el recrudecimiento de la incertidumbre, dada la creciente desigualdad y, desde luego, las numerosas manifestaciones de repudio en un buen número de países.

Décadas de capitalismo salvaje –con gobiernos a modo, igualmente brutales–, de exprimir y depauperar a la mayoría, pero los genios todavía se sorprenden de que crezca el número y la intensidad de las manifestaciones de hartazgo en no pocas zonas del planeta, en especial en América Latina. Sólo hay que tener en mente los recientes casos de Chile, Ecuador y Colombia.

Años y años de neoliberalismo expoliador, de fomentar la concentración del ingreso, de privilegiar a la minoría, pero sólo hasta ahora el FMI, por medio de su directora-gerente, Kristalina Georgieva, registra que la desigualdad interna en los países sigue en aumento en muchas economías, y esa preocupante tendencia recuerda a la primera parte del siglo XX, cuando las fuerzas combinadas de la tecnología y la integración condujeron a la primera época dorada, los felices años 20 y, al final, a la catástrofe financiera (la Gran Depresión).

Georgieva dice, como si fuera novedad, que la incertidumbre es perjudicial para la confianza de las empresas, la inversión y el crecimiento. Pero esa no es la incertidumbre en la que piensan millones de seres día a día. Piensan en la zozobra de pagar las cuentas a fin de mes. La incertidumbre sobre la salud y el bienestar futuros de sus familias. El temor constante es quedar rezagado.

Sí, pero la incertidumbre y el quedar rezagado, como ella denomina a los desastrosos resultados del modelo neoliberal, implica que la mitad de los habitantes del planeta no puede satisfacer sus necesidades básicas, mientras el uno por ciento de sus pobladores concentra más de 80 por ciento del ingreso global.

Pero para efectos del FMI lo anterior no cuenta. Sólo que debemos aprender las lecciones de la historia y adaptarlas a nuestros propios tiempos. Sabemos que una desigualdad excesiva obstaculiza el crecimiento y carcome los cimientos de un país. Corroe la confianza dentro de la sociedad y las instituciones. Puede alimentar el populismo y la turbulencia política. Enfrentados a la desigualdad, muchos gobiernos recurren primero a las políticas fiscales. Estas son y seguirán siendo herramientas indispensables. Lo cierto es que la mayoría de la humanidad vive en crisis permanente.

El punto es que la señora Georgieva cree que se evitará una nueva crisis –algo ya recurrente– al aplicar las mismas fórmulas que, tarde que temprano, la provoca; es decir, lo mismo que suponía su predecesora, Christine Lagarde, y todos sus antecesores.

Por cierto, cuando reventó la crisis de 2008-2009 (la peor desde la Gran Depresión), Lagarde pasó del pánico al desbordado optimismo, pues había hallado –según dijo– la ruta de salida: parchar el de por sí parchado modelo neoliberal, y fortalecer a la mafia financiera que, en buena medida, provocó dicha crisis.

Pero el FMI insiste, porque el mensaje implícito de Georgieva es la posibilidad de una nueva crisis económico-financiera, y para evitarla –o cuando menos estar bastante preparados para hacerle frente– la solución es mantener la ruta del modelo fallido y no dar marcha atrás, como ya comenzó a ocurrir en algunos lugares, porque sería un craso error. Los países deben llevar a buen término el programa de reformas y complementarlo con nuevas iniciativas. En los hechos, la mejor solución para salir del hoyo es mandar a paseo al FMI y a sus recomendaciones.

Las rebanadas del pastel

Hoy, a las 11 horas sonará la alarma sísmica como parte del simulacro organizado por el gobierno de la CDMX. Bien, pero que no pase de simulacro. Por favor.