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n cuántas ocasiones hemos pasado al lado de un monumento, escultura, fuente o construcción notable por su belleza o historia, o ambas, y no la vemos. Es el caso para muchas personas que a diario transitan frente a la llamada Fuente de Petróleos, oficialmente Monumento a la Industria Petrolera de México.

Lo construyeron en 1952 el arquitecto Vicente Mendiola Quezada y el escultor Juan Fernando Olaguíbel –los mismos que realizaron la Diana Cazadora– durante la presidencia de Miguel Alemán. Tenía como fin conmemorar la expropiación petrolera que llevó a cabo Lázaro Cárdenas en 1938, mediante la cual el petróleo que explotaban 17 compañías extranjeras pasó legalmente a manos de México.

El monumento también enaltece el tesón y trabajo de los hombres que tuvieron que trabajar esforzadamente para operar las instalaciones petroleras y sacar adelante la industria energética.

El conjunto tiene 55 metros de diámetro y 18 de alto, para su construcción se requirieron 18 toneladas de bronce. Se compone por una serie de fuentes superpuestas y por un monumental pilar de cantera sobre cuyas caras se encuentra el grupo escultórico. Se muestran torres petroleras y un ferrocarril. Del lado izquierdo se encuentran tres obreros perforando un pozo. En el derecho, aparece la figura de un indígena de rodillas en medio de exuberante vegetación tropical, a la cual le extiende la mano un obrero que lleva el texto de la ley del 18 de marzo de 1938.

Junto se yergue un ingeniero con camisa y planos en la mano y entre éste y el obrero se levanta la figura erguida y triunfante de una victoria desnuda, de cuyos pies surge un chorro de agua que va hacia la fuente, como si fuera petróleo derramado.

Fundarqmx, la fundación sin fines de lucro dedicada a la difusión y promoción de la cultura urbano-arquitectónica, ha realizado una interesante investigación. Se remonta a la historia de este cruce cuando a mediados de los años 20 del siglo pasado se comenzó a fraccionar Chapultepec Heights, hoy Lomas de Chapultepec, al realizar la prolongación del Paseo de la Reforma.

El acceso principal al nuevo fraccionamiento estaba enmarcado por una arcada en el cruce de Reforma y Avenida del Castillo, que años más tarde se convertiría en Periférico. Ésta se transformó en la estación de servicio Necaxa, que daba mantenimiento a los vehículos que ingresaban a la nueva y exclusiva zona residencial.

El investigador Luis Montes nos lleva desde principios de los años 50 en que se levanta el monumento; le llama la primera gran transformación, ya que para su construcción se proyectó una glorieta que eliminó la estación Necaxa.

En los años 60, bajo la regencia de Ernesto P. Uruchurtu, la zona sufrió su segunda transformación gracias a la obra vial más importante de la ciudad en aquella época: el Bulevar Adolfo López Mateos que dividiera Chapultepec Heights de Polanco y el paso a desnivel bajo Reforma que dio continuidad al Periférico, preservando la fuente.

En opinión del autor la siguiente gran modificación no fue vial, sino a nivel urbano con la construcción del Conjunto Comermex (hoy Scotiabank), compuesto por tres torres de 22, 12 y 10 niveles, que abrió paso a la demolición de casonas residenciales para dar paso a grandes corporativos. Recientemente se buscó recuperar la estética en este cruce, dejando a la fuente como un elemento aislado, rodeado por dos cuerpos de agua, cascada y una ciclovía, lo que dio lugar a la cuarta transformación de la zona.

A unos pasos, en Edgar Allan Poe 8, esquina Campos Elíseos, se encuentra desde hace 40 años La Bottiglia. Al entrar se traslada a una trattoria romana, con iluminación tenue, muros de piedra y mesas de madera. En el acogedor ambiente los amables meseros de toda la vida lo atienden de maravilla. Tiene una carta con los clásicos platillos italianos y hay de temporada. Entre mis favoritos, la ensalada César preparada en la mesa, el risotto a la veneciana y la lasagna con hongos y prosciutto. Una novedad: la pizza negra al carbón vegetal. De postre, los cannoli.