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Despertar en la IV república

Recordar a Madrazo

L

a revelación de que fui espiado en la época de Díaz Ordaz por mi vinculación con Carlos Madrazo me hizo buscar entre mis viejos papeles y encontré una reflexión mía de finales de 1969 acerca de ese personaje importante para el cambio político y democrático del país:

Carlos Madrazo murió en junio de 1969, como él puntualmente lo había pronosticado: A finales del mes de mayo o a principios de junio, mi vida correrá un gravísimo peligro, nos había dicho el último día que lo vi.

Su avión se estrelló inexplicablemente contra los picachos que rodeaban la ciudad de Monterrey cuando estaba ya anunciado en el aeropuerto el inminente aterrizaje, muriendo toda su tripulación y los pasajeros (más de 70 personas). Altas autoridades de Gobernación me revelaron 40 años después que se trató de un atentado (nunca se investigó).

Madrazo era parte del sistema político postrevolucionario, se había educado en él y estaba suficientemente viejo para no querer traicionarlo. Él se reconocía asimismo como una viuda de la Revolución a la que lloraba sin aceptar que hubiera muerto. Sin embargo, la presencia de Madrazo fue sana para el desarrollo democrático del país y lo hubiera sido más de haber él sobrevivido. Seguramente se habría encumbrado nuevamente y habría conducido a muchos jóvenes ambiciosos que hubieran penetrado en la estancada vida pública de México.

Pero no fue así, muerto el líder la numerosa gente que se congregaba a su alrededor, sin ninguna organización, se dispersó. Algunos tomaron su bandera con gesto de ridículo oportunismo, pero el madracismo había muerto en el Pico del Fraile para siempre.

Recuerdo que Madrazo nos alentaba a no considerar como un valor sagrado la experiencia de los viejos políticos, “¿experiencia para qué? –nos decía– ¿para hacer tonterías? ¿Para traicionar a los demás? ¿Para denunciar a la juventud?” Él prefería que nosotros buscáramos y siguiéramos nuevos caminos, creo que este consejo es la herencia del madracismo.

Una mañana nos dijo, acentuando su mirada profunda y fulgurante: El gran partido que ustedes sueñan será construido, pero será construido por ustedes mismos, no busquen ni en mí, ni en nadie más el pilar para edificarlo.

Colaboró Mario A. Domínguez .