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De nuestras jornadas

Incomunicación y consecuencias

T

uvieron que transcurrir cuatro años para que el gobierno estatal se percatara de que los espacios del Parque Papagayo, siendo públicos y destinados al uso de los acapulqueños, están convertidos en negocios de particulares.

Hasta que la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) decidió remodelar el sitio recreativo cayó en la cuenta de que los espacios del Parque Papagayo son para servicio de la población, no para hacerlo pedacitos y rentarlo, y que es un buen momento para aprovechar y hacer una auténtica limpia y que el parque quede al servicio del pueblo de Acapulco y que se mejore.

Si alguien fraccionó el lugar e indebidamente lo concesionó, hace tiempo se debió corregir la irregularidad. Ya de salida, la actual administración choca con este exceso que, ante el anuncio de revisar los contratos de los negociantes que hacen su mitote en torno al proyecto de restauración, es de esperarse que se suprima.

El gobierno estatal concluye que son los beneficiarios de estos pedacitos concesionados los que vienen armando mitote y marchitas en defensa de sus intereses.

Estado y municipio coinciden en que el mitote tiene su ori-gen en la falta de información sobre las obras a ejecutarse.

La alcaldía anunció que el sábado visitará el puerto la subsecretaria de Sedatu, Carina Arvizu, para aclarar a cuerpos colegiados y representantes de la sociedad civil las dudas sobre este proyecto.

Si desde el anuncio de la remodelación hubieran explicado en qué consiste, bien se habrían ahorrado el dolor de cabeza que le están provocando los mitoteros. Desde el momento en que las autoridades han optado por aclarar, están concediendo la razón a los inconformes.

Bien harían en reconocer que no supieron hacer su trabajo. La falta de transparencia dio paso a las especulaciones. Si como dijeron lamentablemente vivimos en el país de la rumorología, debieron tomarlo en cuenta y adelantarse a las consecuencias de su tropiezo.

Si los concesionarios están explotando los espacios y están viviendo del parque no es su culpa, sino de quienes les rentaron; al igual que los cuerpos colegiados y demás sectores de la población tienen derecho a conocer lo que harán con el único pulmón verde de Acapulco.

Reconocer su falla, rectificar y asumir una actitud de humildad, hablaría bien de las autoridades.